OBERÁ. El arte milenario que se originó en China tiene su réplica en Misiones. Hace varios años, amantes del cultivo de bonsái se unieron para compartir particularidades de la sorprendente práctica. Además de intercambiar piezas, conocimientos y sugerencias, decidieron exponer cada arbolito que tiene un mínimo de diez años de cuidados. Este año realizaron la XIV edición de la exposición en la Casa de la Cultura, donde más de 100 especies formaron parte de la muestra.“Somos personas que cuidamos los cultivos, nos juntamos en las casas a tomar un mate, comer una chipa y para compartir esta actividad que nos apasiona. Intercambiamos árboles y vemos las formas de cultivar el bonsái”, expresó Félix Rodríguez uno de los integrantes del grupo Misioneros Amigos del Bonsái.Félix ahora es jubilado, pero mantener y cuidar sus bonsái siempre fue y es para él “un cable a tierra, todos los días estoy con mis arbolitos, podando, trasplantando. Tengo uno de 33 años, también una guayubira que tiene 28”, contó. “El ingeniero Jorge Senn (otro integrante del grupo) tiene un tarumá de 70 años. Tenemos de todas las edades, a partir de los diez años se puede presentar como bonsái”, aclaró.Las diferentes técnicas permiten mantener la planta pequeña y con los cuidados adecuados sobrevivirá el mismo tiempo que un árbol normal de la misma especie. Para estos misioneros es importante conocer algo de teoría del arte milenario, pero fundamentalmente la práctica es la que les permite mantener en el tiempo cada obra.Como toda actividad ligada al disfrute y la pasión, Félix asegura que una vez que uno se inicia en ella, inevitablemente se sigue. “Empecé con una higuera que tiene más de treinta años, está cultivada sobre una piedra. Actualmente tengo como cien bonsái. Pitanga, cereza, guayubira son las especies más utilizadas”.Para cada integrante del grupo los arbolitos ocupan un lugar especial en el hogar, sobre todo protegido de las bajas o altas temperaturas. “Se genera una relación afectiva. Comparto la tarea con mi señora, ella riega los arbolitos cuando no estoy por ejemplo. Los dos nos dedicamos a cuidarlos”, confiesa Félix.La Exposición les permite compartir con la gente lo que hacen y además enseñar conocimientos básicos para quienes deseen incursionar en la actividad. La dedicación y el amor hacia cada arbolito es el común denominador del grupo, pero además la determinación de ser sus únicos poseedores: “No vendemos un bonsái porque nadie pagaría su verdadero valor y si lo hacemos o regalamos corremos el riesgo de que no reciban los cuidados adecuados”, sentenció Félix Rodríguez, quien compartió una anécdota que respalda sus dichos: “Un señor una vez ofreció a un amigo comprar un cerezo que tenía 37 años. En ese momento valía 5.000 dólares, igualmente no lo vendió porque supo que era para poner en una oficina y probablemente terminaría secándose”.





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