Yo no suelo actuar por causas mundiales, ni me gusta meterme en el rol de superhéroe, o sea, no tengo eso de activista de Greenpeace, pero esta vez, esta vez tenía que hacer algo.Desde el balcón, no se alcanzaba a ver más que lo evidente ¿Acaso nadie se da cuenta? Resonó en mis adentros. Movido por el instinto de supervivencia, me calcé unas zapatillas, bajé por el ascensor y tomé prestada una bici que siempre descansaba sobre el portón de mi vecino.Con todas las limitaciones que tengo para manejar bicicletas de frenos contrapedal fui atravesando el caos habitual de la ciudad. La gente que maneja mal, los que van a diez, los que van a mil, los excesivos e innecesarios semáforos, las manifestaciones de algún grupo insatisfecho con algo o alguien, los peatones que no saben cruzar por las esquinas, los perros que te corren y te ladran como si fueras un gato, el calor y la humedad.Cuando llegué al lugar donde había calculado que sucedería la catástrofe, sólo encontré la angustiante realidad de haberme equivocado. Encima la gente seguía haciendo su vida como si nada, caminaban, hablaban por celular, reían, salían a regar sus jardines y cosas por el estilo. ¡¿Cómo no se dan cuenta?! Insistí.A partir de ese momento comencé a pensar seriamente que todos eran cómplices, lo cual hacia mucho más difícil mi situación ya que no podía confiar en nadie, tenía que actuar como uno de ellos, sonreír y hacer como si nada pasaba. Al ver que todo estaba muy próximo a concretarse, bajé de la vereda a la calle, detuve un taxi y le indique al conductor que me lleve hacia el Oeste. No podía hacerle comentario alguno sobre lo que estaba pasando porque estaba muy claro que era uno de ellos, por eso tampoco podía darle a entender que llevaba prisa.El zapping radial del taxista se detuvo en una canción que anunciaba en su estribillo lo que poco a poco estaba sucediendo. Yo mientras tanto, miraba por el parabrisas para no perder de vista mi objetivo, tomé uno de los diarios que se encontraba en el asiento del acompañante y lo abrí de atrás hacia adelante. Eso termino de cerrar mi idea ¡son todos unos traidores! Justo en la penúltima página también lo notificaban con hora y todo. Al advertir que tan solo me quedaban cinco minutos y el taxi estaba encallado en un embotellamiento entre bocinazos y reproches, le dije al tipo “flaco yo me bajo” y previo forcejeo errante con la palanquita de la puerta, salí corriendo del Renault 12, obviamente, no sin antes darle uno de esos portazos casi mortales.Necesitaba llegar de cualquier manera y sanar todo, aun sin saber cómo. En el trayecto se me cruzaban las caras de las personas que más quiero, a quienes probablemente no iba a volver a ver jamás, tenía que apurarme y, ¡encima todos!, sin disimulo, obstruían mi carrera.Extenuado de tanto correr y al ver que solo faltaban segundos para el apocalipsis, hinqué mis rodillas en el césped de la plaza mayor y me largué a llorar espasmódicamente mientras veía como esa bola de fuego caía lejos de mí.Recuerdo sentir una inmensa culpa y pensar que era el peor sentimiento con el que un ser humano podía terminar sus días. Con esa desazón espié el último haz de luz fundirse quién sabe dónde y por un acto reflejo, cerré los ojos, me puse las manos en la cabeza y la cabeza entre las piernas. Esperaba escuchar un estruendo ensordecedor y que mi cuerpo estalle en mil pedazos, pero no, nada de eso sucedió.¡Nada de nada! ¡¿Pueden creer?¡ Ahora cada vez que lo cuento en el psiquiátrico, todos se ríen y me dicen que eso se llama atardecer, pero es obvio que ellos también son cómplices. Perfil del autor del cuento Fran Linares Posadas – Misiones • Licenciado en Administración de Recursos Humanos.• Músico. Francisco Pablo Linares nació en Posadas, la capital de Misiones, el 11 de diciembre de 1982 por lo cual acredita la edad de treinta y un años. Tiene como profesión la Licenciatura en Administrador de Recursos Humanos. Como escritor aún no ha publicado ningún libro pero se encuentra armando (en proceso y corrigiendo) “lo que será mi primer libro de cuentos para publicarlo en 2015”. Es uno de esos jóvenes que transitan el sendero de la literatura sin haberse dado a conocer; hoy presentamos uno de sus inéditos cuentos en el que hace gala de una buena cuota de humor.





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