GARUHAPÉ (Enviado especial). Los vecinos, docentes y funcionarios que intervinieron en la denuncia y rescate de las nenas maltratadas en esta localidad relataron los episodios de horror al que eran sometidas, duros castigos como ser obligadas a arrodillarse desnudas en la lluvia y otros maltratos por parte de su abuela, una adoradora de San La Muerte que admitió ante PRIMERA EDICIÓN que las castigaba porque se portaban muy mal. Niega que fuera para que hagan oraciones y conjuros de su rito, pero ratifica los castigos inclusive muy severos “porque me sacaban con lo que hacían”.La mujer culpa a las nenas de ser maleducadas, de sacarse la ropa y jugar a tener sexo, de manosear las partes íntimas de su otro nieto de 1 año y 10 meses y a los otros tres chiquitos que hoy siguen en la casa. “Por eso les pegué y marqué toda, porque yo no me crié así, también a la de 15 porque una vez salió a vagar sin permiso y después pasan las cosas con las nenas, las violaciones, la droga y todo eso”.La abuela Mercedes, una mujer de 57 años nacida en Colonia Victoria, en su precaria casa en la zona urbana de Garuhapé -cerca del CIC- tenía ayer otros cinco nietos menores, incluyendo a una de sus hijas con un bebé en brazos. “Es una mujer muy violenta”, afirma la directora de la escuela a la que concurrían y lo ratifican vecinos de la misma cuadra donde vive, aunque ella en la entrevista se mostró tranquila y pacífica.“Yo sabía que estos (por los vecinos) me iban a traicionar, porque yo pongo todo el día la música de San La Muerte, porque a mí me relaja, pero él no es un santo malo, él me salvó muchas veces y me ayuda, yo le rezo un padre nuestro y siempre me responde, pero la gente no sabe y cree que es un santo del demonio”, relata convencida la abuela de las nenas, que ahora están a resguardo en el hogar Jesús Niño de la Familia Kolping, en Puerto Rico, luego de pasar un fin de semana en las oficinas de la Comisaría de la Mujer porque la Justicia no tenía dónde mandarlas.La historia se conoció cuando la directora de la escuela a la que concurrían las niñas hizo la denuncia por maltratos a las autoridades. Una asistente social y cinco policías fueron a la casa de la mujer para llevarse a las criaturas. Fue el viernes pasado y la abuela contó que les dijo “si quieren llevar a esas nenas que se las lleven, si su mamá que está en Buenos Aires no me pasa ni un peso. Que ella venga a buscarlas”.La madre de las dos más pequeñas llegó el jueves y ayer antes de ir a visitarlas estaba con la cuestionada abuela en la misma casa. La mamá de la mayor de las víctimas es de Posadas, vino el martes pero la adolescente sigue también en el hogar.Es otro lamentable caso de violencia y precariedad social. La abuela mantiene en su casa a sus nietos. Dos de una madre que vive en Buenos Aires y otra de una que está en Posadas. Sus muebles son pocos. En su dormitorio de tablas raídas, oscuras, conviven estampitas de diversos santos de la religión católica como la Virgen de Caacupé, San Antonio, crucifijos, rosarios, San Expedito y otros. Y aseguró no tener un altar de San La Muerte, sino sólo va a Santa Inés al santuario provincial del rito en Misiones donde compró el CD que tanto escucha con canciones cuyas letras hablan de agradecimiento, bondad, protección y devoción. “Yo lo pongo todo el día porque me relaja, si a ellos les molesta no me importa”, dijo sobre la música. El único contraste en la sala es un televisor de última generación de 20 pulgadas y el centro musical con parlantes donde pone nuevamente el CD para compartirlo. “Yo me encomiendo a él, si tengo la culpa que hagan lo que quieran de mí, sino que me quede bien tranquila y es como estoy”.Lloraban para no volver “Yo no les clavé ninguna aguja en la lengua como dicen ni las obligo a rezar a San La Muerte, sí les pegué y marqué todo porque ese día me sacaron las dos nenas, primero una y luego otra, porque me manosearon a mi otro chiquito de un año”, señala la abuela, que por ahora sigue cuidando al pequeño.También “le pegaba a veces porque no hacían la tarea. Una ya vino de Buenos Aires con un temblor y agachaba la cabeza cuando uno le preguntaba algo, entonces yo me enojaba y golpeaba la puerta o la mesa y me iba, porque ya no estoy para eso. También yo les obligaba a lavar sus ropas, sus bombachas y que queden bien limpias”, afirma convencida.Las denuncias igualmente hablan de que obligaba a las pequeñas a rezar, realizar conjuros y obedecerle brutalmente.La directora de la escuela decidió hacer la denuncia porque en la semana previa cada vez que se acercaba la hora de salir de la escuela lloraban y no querían volver a su casa. Luego vieron las marcas en el cuerpo y dieron el alerta a la Comisaría de la Mujer, que convocó entonces a una psicóloga.Afirman que la nena de 15 años hasta grabó con un celular momentos de las agresiones y que también reza “al santito”, al cual le pidió como favor que le concediera la fiesta de 15 años, que finalmente hicieron hace un mes aproximadamente en un salón con discoteca y la decoración realizada con las sábanas blancas que la misma abuela colgó porque eran muy caros los decoradores.En el Hogar de Niños, hoy esperan las definiciones de sus madres, que comentaron que no quieren volver con la abuela pero no tienen condiciones para hacerse cargo. Las más pequeñas comenzaron a ir a clases a otra escuela y la adolescente sigue en la misma institución educativa de Garuhapé.





Discussion about this post