OBERÁ. Las “maestras integradoras” son una figura poco reconocida y que tienen la ardua tarea de hacer funcionar la relación entre la escuela de enseñanza común, los padres y el centro de educación especial.Andrea Meza es maestra de educación especial con 13 años de servicio y Eladia “Lali” Vignolles, maestra común y con 29 años en la docencia. Ambas son parte fundacional del Centro de Educación Especial 5 que funciona en esta ciudad. Meza y Vignolles todavían aguardan tener edificio propio, sin embargo esto no impide que traten de que los niños con dificultades puedan al menos concluir la primaria.“Los chicos que tienen algún tipo de dificultad, ya sea cognitiva o psicológica o fonológica, vienen derivados de la escuela común al Centro de Educación Especial y se hace el apoyo pedagógico, área kinesiología y fonoaudiología. Falta cubrir las áreas del psicólogo y la trabajadora social, pero esperamos algún día tener completo el centro”, explicó a PRIMERA EDICIÓN Meza.El CEE tiene en la actualidad 75 alumnos de diferentes establecimientos. “Abrirnos a otras escuelas implicaría tener más docentes y somos seis personas, tres maestras especiales, directora, kinesióloga y fonoaudióloga”, revelaron las docentes como una de las dificultades para no recibir más chicos. Los mobiliarios de distintas formas y colores, juegos, libros, provienen de las casas de los docentes y alumnos, o también por donaciones de amigos y familiares. “Solamente en una oportunidad recibimos dinero a través de la Nación y fue destinado a material didáctico”, aclaran.Meza y Vignolles se dieron cuenta de que podían probar que algunos chicos no deben permanecer eternamente allí, ya que con ayuda pueden adquirir las herramientas para concluir sus estudios en escuelas de modalidad común. “Las modificaciones de las leyes nos permitieron trabajar. La obligatoriedad de la inclusión hizo que docentes que no quieran trabajar con chicos con discapacidad nos dieran un espacio y necesitaran el rol integrador. Se trabaja en red, no podés incluir a alguien sólo dándole el lugar, hay que brindarle las herramientas para sacarlos adelante”, afirman. Para los docentes, el acompañamiento de los padres es fundamental: “En la primera entrevista se les hace entender que sus hijos necesitan apoyo, no es fácil, tratamos de sostener a esos padres, cuando tienen la necesidad de hablar siempre los escuchamos, hacemos de psicólogas, de mamás, de todo, tratamos de sostenerlos desde todos los ámbitos posibles. También visitamos los grados donde están nuestros chicos y hacemos un seguimiento para ver si mejoraron. Hay veces que lamentablemente involucionan y debemos ver otras herramientas”, contaron. “Yo amo mi profesión”, sentenció Andrea con lágrimas en los ojos, “y es gratificante ver que egresan chicos con dificultades, que al menos terminen el ciclo primario. Tenemos chicos que están desde el primer grado y verlos llegar al séptimo es ver egresar a un hijo”.“Lali”, en tanto, vivió de otra manera la mayor satisfacción: tiene dos hijos varones y una hija del corazón. Al menor de ellos, en segundo grado, le diagnosticaron dislexia. Y “me dijeron que nunca iba a leer y escribir. Yo ya estaba trabajando en Escuela Especial. Terminó siendo alumno del Centro. Fue duro, pero está a punto de terminar el secundario”, dijo orgullosa.





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