CIUDAD DEL VATICANO, Santa Sede (Agencias y diarios digitales). El papa Francisco recibió ayer en audiencia en el Vaticano al sacerdote mendocino Jorge Hernández, párroco del único templo católico en la Franja de Gaza y que fue alcanzado por las bombas, informó la Sala de Prensa de la Santa Sede.El religioso mendocino pertenece al Instituto del Verbo Encarnado (IVE) y dio refugio a niños con discapacidad y ancianos en la parroquia Sagrada Familia, en la que permaneció durante los recientes bombardeos israelíes a posiciones palestinas.Hernández pudo salir de Gaza tras el alto el fuego que se decretó en la zona, que además permitió el regreso al templo de dos monjas argentinas del IVE que se habían ido al iniciarse el conflicto.La Santa Sede no brindó mayores detalles sobre el encuentro privado, pero recordó la “preocupación permanente” y los pedidos de oración por la paz del pontífice argentino por la situación en Tierra Santa. Sin embargo quien sí se refirió al encuentro fue el propio Hernández.“Para nosotros es una gracia. No es la primera vez. Durante la guerra, el Papa Francisco estuvo siempre cerca de nosotros. Hasta nos mando un e-mail que enseguida traducimos en árabe y que llegó así a toda la comunidad cristiana, que se lo agradeció enormemente. Un pensamiento así en momentos tan duros en un consuelo enorme, un alivio. Y ahora el hecho de que nos haya llamado para un encuentro personal con él, para hacer sentir su cercanía hacia nosotros, su palabra, su aliento y ser la sal de la Tierra de Gaza”, manifestó Hernández a Radio Vaticana.“Me dijo: ‘El Evangelio exige los sacrificios que Jesús pide a cada uno de nosotros, en distintos lugares. A ustedes les toca testimoniar a Jesucristo allí, en la tierra que lo ha visto sufrir, que lo ha visto morir, pero también lo vio resucitar. Entonces, ¡fuerza, coraje, adelante!’. Estas son las palabras del Papa Francisco que nos han verdaderamente tocado”, describió el religioso.Respecto a la tregua que se acaba de abrir en la zona de conflicto, Hernández señaló: “Nosotros esperamos que sea duradera, larga, para siempre. Basta ver el sufrimiento de los dos pueblos. Es necesario comprender una cosa: una guerra no la gana nadie. Nadie. Cada una de las dos partes deberá pagar las consecuencias, unos de un modo, otros de otro. Pero todos perdemos la guerra. Esperemos que Dios nos bendiga con la fuerza necesaria para volver a comenzar”.





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