POSADAS. Existen al menos dos tipos de abusadores sexuales de menores. Aquel que tiene plena conciencia del delito que cometió y puede llegar a realizar un tratamiento para no reincidir y aquel que es psicópata. Este último, de acuerdo a la licenciada en psicología Laura Pona, “carece de arrepentimiento, y es muy bajo el índice de personas con este rasgo que se recuperen tras ser tratadas por profesionales”. Los abusadores sexuales suelen tener rasgos y perfiles muy marcados. No obstante, existen mitos y realidades al respecto en los que la profesional profundizó en diálogo con PRIMERA EDICIÓN.“Las personas que son abusadoras no son enfermas mentales, eso no es cierto. Tienen conciencia de realidad y saben que lo que están haciendo está mal. Salvo para una personalidad psicópata, que es el tipo de persona que carece de arrepentimiento porque solamente le importa satisfacer su propio deseo. El psicópata no tiene los diques de contención o control de impulso en sus acciones, siempre cree que lo que hace, pese a las graves consecuencias, estuvo bien. Además, este tipo de abusadores son los que reinciden, porque no admiten las consecuencias negativas de sus actos. Otro mito es que los abusadores sufrieron de niños agresiones sexuales y de adultos siguen repitiendo este trauma. Si bien sucede, no son la mayoría de los casos”, explicó. Pona, encargada junto a otras tres colegas de la División Asistencia Psicológica de la línea de emergencias 911 de la Policía de Misiones, explicó además algunos puntos interesantes ligados a la problemática del abuso sexual infantil.“Desde nuestro espacio trabajamos con emergencias, la mayoría de los llamados telefónicos no tienen que ver con el abuso sexual intrafamiliar, más bien con casos de violencia doméstica, conflictos familiares o suicidios, entre otros episodios. Hechos emergentes que tienen que ver a veces con situaciones de abusos intrafamiliares pero que están de trasfondo y que es difícil que salgan a la luz”, explicó Pona.Uno de los obstáculos que enfrentan los profesionales a la hora de trabajar en un caso es la relación padre-hijo. Generalmente ese vínculo pesa y mucho para las víctimas a la hora de romper el silencio.Al respecto, la licenciada confió que es por eso que muchas veces resulta difícil detectar un abuso, ya que “esa persona que supuestamente es confiable y encargada de velar por la seguridad del niño involucrado es justamente quien le está provocando el daño”.Sobre los hechos de este tipo, Pona explicó que generalmente suelen existir varias etapas. “La primera es la de la seducción, la de la manipulación, donde se instaura esta relación como un secreto, porque luego vienen las amenazas para que la víctima no cuente lo que está ocurriendo. Y el abuso no consiste solamente en la violación o penetración propiamente dicha, también hay otras formas de manipular y abusar, como cuando el adulto toca en los genitales al menor, se exhibe desnudo o le muestra material pornográfico”, sintetizó.Los temores del menorCon respecto al por qué de ese silencio que los menores muchas veces no saben cómo quebrar, la licenciada relató que “una vez que se instaura la fase del secreto, por amenazas del adulto, a veces sucede que el abuso se mantiene durante años, porque el niño no ve la posibilidad de salir de ese círculo. También puede suceder que tenga miedo de no ser creído o que por denunciarlo pierda a ese ser querido, que seguramente termina en la cárcel o excluido del círculo familiar”. Claro que también está la vergüenza de resultar expuesto ante tal situación o el temor lógico a ser rechazado. “Otro factor que incide es el de las amenazas, el miedo ante ese agresor que le dice que puede sucederle algo malo si cuenta lo que está pasando. Esa es, sin dudas, la verdadera pesadilla”, concluyó. Inocencia interrumpida La licenciada Laura Pona explicó que “además del silencio al que los abusadores fuerzan al menor a través de amenazas, soborno o manipulación, el niño no sabe lo que sucede, porque una cosa es la sexualidad infantil, donde el chico comienza un aprendizaje que va evolucionando como en la escuela, es decir primaria y secundaria, hasta que después llega a la sexualidad adulta. Lo que sucede con el niño abusado es que tiene una sexualidad infantil, pero con el acto abusivo se lo traslada a una sexualidad adulta, que nada tiene que ver con el momento que atraviesa en su vida”. “El menor abusado no entiende si lo que está pasando es bueno o malo, por eso hay que explicarle que en realidad es malo y no lo tiene que permitir. Este es otro de los mecanismos de prevención, hablar y dialogar con el menor. Por eso es importante otra vez la escuela, donde el docente tiene que hablar sobre abuso sexual infantil y ponerlo en palabras. Entonces el niño entiende, reflexiona y dice ‘esto no es bueno’”, explicó la profesional. Un ejemplo que nodeja dudas al respectoPara la licenciada en psicología Laura Pona, el padre Julio Grassi (condenado por abuso sexual infantil) es un claro ejemplo de personalidad con “rasgos de un psicópata, porque suelen buscar lugares de trabajo o de poder, que son estratégicos para este tipo de abusadores. Donde pueden, por la cercanía y la confianza en los niños hacia su persona, se aprovechan y satisfacen sus deseos. Y en ese caso, particularmente con los niños”. El rol de los docentes y las señales de alertaAl respecto de la preparación que deben tener los responsables de la escolaridad de los menores, Pona opinó que son ellos “quienes más tienen que estar alerta a las señales que pueden emitir los niños abusados, porque la víctima difícilmente suele contar a la madre o al padre lo que le ocurre. Inclusive existen madres a las que les resulta intolerante que su marido o hermano o pariente masculino sea el agresor sexual, a veces tienen indicios pero por esa intolerancia no sale a la luz el caso”.El rol del docente. De eso habla la psicóloga, quien reconoce que muchas veces “es difícil también para los educadores estar alertas a estas situaciones”, aunque la realidad muestra que una importante cantidad de casos se conocieron gracias al compromiso de maestros o profesores de las víctimas.Al respecto, Pona explicó que en ese sentido “es importante observar si el menor cambia de conducta muy abruptamente, si pierde interés en las clases, si se deprime o se vuelve agresivo, muy irritado o inhibido”. Muchas veces también tienen que ver con cuestiones físicas, cuando por ejemplo en las clases de gimnasia el menor no quiere que nadie se
le acerque o tenga siquiera roce. “Son todas situaciones que pueden surgir y son señales que hay que tener en cuenta. El chico puede venir con cierta conducta y de repente cambia totalmente”, resumió.La psicóloga reconoció que, afortunadamente, los educadores suelen tener un sexto sentido que afortunadamente permite dar con casos de este tipo. “Las maestras están siempre en contacto con niños y adolescentes y creo que tienen un ojo clínico muy especial para detectar estas situaciones”, aseguró.Por último, sobre el procedimiento que deben seguir los educadores en caso de detectar un caso de abuso, primeramente deben pedir ayuda “sin divulgar públicamente, porque son cuestiones privadas y reservadas”.Pona recordó que “siempre se debe denunciar respetando la integridad del niño. Para ello hay gabinetes en las escuelas o en el Ministerio de Educación, donde se puede buscar asesoramiento para que el menor de edad rompa el silencio y pueda poner en palabras lo que le está sucediendo”.




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