Donetsk, Ucrania (AFP-NA). El convoy de vehículos Lada se acerca despacio al punto de control. Papeles pegados al parabrisas advierten que hay niños a bordo. Como la mayoría de los vehículos que se aventura por esta carretera desierta del este de Ucrania, los pasajeros huyen de los combates.Los hombres armados con uniforme de camuflaje que vigilan este puesto de control hacen una señal para que pasen y se alejen de la zona asolada por los enfrentamientos a medida que las fuerzas ucranianas se acercan a Donetsk, la mayor ciudad de la región y feudo rebelde. “Llevan a sus familias y los coches están llenos de niños. Huyen de la guerra”, explica a la AFP Maxime, un combatiente separatista.Moreno por el sol intenso y en camiseta de camuflaje, este antiguo estudiante de ingeniería de 21 años cuenta que los que huyen en la actualidad proceden de las ciudades del este de Ucrania conquistadas por los bombardeos y víctimas de penurias a medida que avanzan las fuerzas leales.“Ayer, pasó un autobús que venía de Chajtarsk. No tenía ni un solo cristal entero”, dice el compañero de armas de Maxime con dos kalashnikov en el brazo.Muchos de los que huyen del conflicto, que ha dejado según la ONU más de 1.110 muertos en tres meses, van hacia el sur y la costa del mar de Azov, bajo control de las autoridades ucranianas.“Allí está la Guardia Nacional” del ministerio ucraniano del Interior compuesta por voluntarios que forman las unidades más temibles, dice Maxime. “No sé por qué no tienen miedo”, exclama.Una moto, que transporta un montón de sacos, adelanta al convoy de autos en el puesto de control. Una pareja de una treintena de años pone los pies en el suelo tras pasar el control para descansar un poco. “Empezaron a disparar contra nuestra casa. Es imposible vivir aquí”, dice el hombre que se niega a dar su nombre y asegura que viven cerca de Chajtarsk, una ciudad situada al este de Donetsk, que se encuentra cerca del lugar donde se estrelló el Boeing malasio y está siendo agitada por los sangrientos combates de los últimos días.No lejos de aquí, en Orlovo-Ivanivka, un pueblo situado a una decena de kilómetros de los restos del avión abatido por un misil el 17 de julio, un grupo de mujeres habla delante de una tienda. Las lágrimas afloran cuando hablan de sus hijos.“Nuestros hijos se han ido a Rusia, nosotras nos quedamos hasta el final”, dice Liubov Karpova, propietaria de la tienda. “La gente se ha ido prácticamente sin nada. Era impensable tener que huir de nuestra propia tierra”, exclama llorando.En la ciudad minera vecina, Svitlana bebe un vaso de kvass, una bebida tradicional a base de pan que a los ucranianos les encanta muy fría en verano. Ha decidido quedarse para trabajar en la mina local, pero reconoce que pocos han elegido esta opción. “Algunos se han ido a casa de familiares. Tratan de irse lo más lejos posible. A menudo a Rusia”, cuenta.Según ella, hay combates todo el tiempo alrededor de la ciudad. “La mayoría de las veces, son durante la noche y al alba. Ayer, toda la ciudad estaba envuelta en humo”, agrega. “Los disparos son cada vez más intensos y fuertes”.En Kirovské, un equipo de la AFP vio una columna de humo sobre Chajtarsk, pese a que se encuentra 25 kilómetros al sur.





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