BUENOS AIRES. Sergio Gómez tiene 28 años, nació en Misiones y tiene el raro honor de ser el hombre más alto de Argentina en la actualidad, merced a sus interminables 220 centímetros, que no le impiden llevar una vida normal.El hombre más alto del país (vivo) padece gigantismo, utiliza calzado talle 55 y, en teoría, limitó los efectos de su afección a los 20 años tomando una pastilla: “A los 16 me detectaron la enfermedad, entonces medía 2,13 metros”, le contó a “Chiche” Gelblung en su programa televisivo.“Crecí hasta los 20 años, aunque luego nunca volví a controlarme”, siguió Gómez, quien creció sin su madre, fallecida al poco tiempo de su nacimiento: “Me crié solo, con mi papá, nunca hubo una mujer en nuestra casa”, confirma con un dejo de nostalgia.Como es habitual en muchos jóvenes del interior del país, llegó a Buenos Aires en busca de un futuro mejor, aunque su llamativa humanidad no lo ayudó: “Trabajé en un boliche como seguridad”, dijo. Allí Gómez, el gigante argentino, conoció a su novia, quien fue la que rompió el hielo: “Ella me miró, me pidió mi número de teléfono y yo se lo di”, narró y luego completó: “Ahora vivo con ella”.Pero Sergio no duró mucho con su empleo nocturno y ahora es “arbolito” para una casa de cambio: “Buscando laburo me ofrecieron hacer de arbolito. Tenemos un ingreso fijo de 100 pesos y me gano un porcentaje según el cliente”.“Me dirijo bien a la gente y así me la gano”, afirma, descartando por completo que los posibles compradores se vean intimidados por su figura. “Hay cuatro arbolitos más, entramos con el cliente y salimos con él”, se explaya sobre su ocupación actual. En el cierre, Sergio Gómez confiesa que duerme “en una cama de una plaza y media” y que le “duelen mucho las piernas por la cantidad de horas que trabajo”.





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