POSADAS. Ya no es una figura extraña en esta ciudad, estuvo en varias esquinas del centro posadeño, siempre con su compañero fiel brindando alegre y armoniosa compañía a los transeúntes, con lo que más sabe y le gusta hacer: tocar el saxofón. Su música lo acompaña a todos lados, hace más de un par de años que toca el instrumento en la intersección más conocida de la capital, esperando contar con la colaboración de las personas que por ahí pasan, aunque también lo hizo en los colectivos, en la costanera posadeña e incluso va a las canchas de fútbol para colaborar con las hinchadas y hasta en determinadas manifestaciones. Durante una mañana bastante movida para él, este hombre que aprendió con el paso de los años a ejecutar canciones de distintos géneros, con la sola compañía de su instrumento, se hizo un alto para dialogar con PRIMERA EDICIÓN y contar que empezó desde muy pequeño con la música, en la escuela primaria, que estudió en Buenos Aires, ciudad donde vivió hasta los trece años, cuando su mamá decidió radicarse en Misiones en busca de una vida más tranquila. Héctor Ibarra contó: “Allá iba a un colegio que tenía una orquesta infantil y gracias a eso tuve mis primeros pasos, comencé tocando la flauta dulce”. Además dijo que así fueron todos esos años, con la orquesta como su única actividad y la que más le apasiona. La música ya forma parte de su vida, por eso cuando sus padres decidieron venir a la tierra colorada, él decidió seguir con la música como su amiga, amante fiel, pero cambió de compañera. A fines de su adolescencia e inicios de su adultez, conoció al amor de su vida “el saxo”. “Este instrumento es el que más gusta de todos, porque hay una intimidad cada vez que lo tocó, que no encontré en ningún otro. Puedo acariciar, sentir y todo lo que puedo expresarme a través de su sonido es hermoso, le pongo mucho de mí, cada vez que tocó en la calle”, aseguró. “La calle es complicada, tiene sus códigos, acá en esta esquina no estoy solo porque a veces viene Miguel, que es el joven que hace de estatua viviente. Entonces, nos ponemos de acuerdo para no superponernos”, confesó el saxofonista de la céntrica esquina. “En la calle hay códigos”, aseguró y admitió que es alegre saber que “hay vendedores ambulantes y mesiteros que buscan ganarse la vida trabajando, con algún oficio y no estar deambulando por la calle”, mientras recordaba que en la “la calle hay códigos que se deben cumplir, porque todos buscamos el pan de cada día”. Saludos y aliento musical“Ibarra”, le grita un automovilista, mientras pasaba “un cliente”, como señaló el hombre a un señor mayor que todos los días pasa y le deja algún que otro billete, mientras lo observa ejecutar “Misionerita” u otro tema musical de esta región. “Yo toco todos los ritmos, porque la música es eso. No entiendo cuando algún músico o cantante defiende un género musical a mansalva, porque nosotros debemos saber tocar de todo, aunque tengamos una preferencia”, manifestó. En su repertorio está desde “Misionerita”, pasando por “La ventanita” (cumbia) y hasta “La cucaracha” (infantil), lo que hace que cada persona que pase por allí, lo mire con una sonrisa cómplice, mientras espera que en su caja, dejen caer alguna “generosa” colaboración. “Todos los días veo dos tipos de personas, aquellas que miran de reojo, casi de lado y los que se quedan un ratito a escuchar y luego colaboran conmigo”, cuenta. Héctor vive en una pensión cercana al centro de Posadas y cuenta con la apoyo de algunos amigos “este saxofón me lo compró un empresario, siempre me veía y un día me dijo que me iba a dar para comprar uno nuevo y a los pocos días cumplió su palabra”. “La música es mi forma de vida. Hace mucho que elegí esto para vivir, quizás no tengo todo lo que quiero, pero sí cuento con lo que necesito para vivir, por eso hice de la calle un lugar donde expresarme”, indicó Héctor.





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