Este diario pudo averiguar datos no solamente preocupantes, sino que también deben encender una alarma en las autoridades. Fuentes consultadas señalaron que en Iguazú, una gran franja de la población que vive por debajo de la línea de la pobreza subsiste con la venta de crack o “pedra”, una droga que se importa o trae desde Brasil y que causa daños muy severos en el cerebro de sus consumidores. Un informante señaló a PRIMERA EDICIÓN que “las bocas de expendio, conocidas en la jerga policial como ‘kiosquitos’ de venta de drogas, proliferan en diversos sectores de la ciudad, incluso en barrios residenciales. Existen otros en la zona ribereña y complejos habitacionales muy populares. Es un lamentable fenómeno que desbordó totalmente a las autoridades, sobre todo a las federales, que deberían custodiar e investigar a los principales proveedores”. En ese sentido, la ansiada creación de un Juzgado Federal en Puerto Iguazú, si bien está prevista y aprobada, aún está en los papeles y no cuenta con un magistrado titular. Lentitud que juega en contra del futuro de numerosos jóvenes que ya cayeron en la influencia de una droga que tiene similitudes con el deterioro “exprés que causa el “paco” en el Conurbano bonaerense. Una dosis de crack cuesta entre diez y quince pesos. Causa un breve y fugaz efecto seguido inmediatamente por lo opuesto: depresión intensa, tensión nerviosa y ansia por más droga. Se fabrica con el residuo de la cocaína.





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