Fue en el cumpleaños de uno de sus nietos, hace casi tres semanas. Como si fuera un presagio, como si sospechara que algo iba a pasar, se decidió a decirle todo eso de lo que casi nunca se habla: “Hijo, vos sabés que yo te quiero y te amo”, le dijo mientras le acariciaba la cabeza. Él le respondió con una sonrisa plena de afecto. Ingenua. Pura. Aquella tarde siguió como cualquier otra, pero no fue una más. “Ése es el último recuerdo que tengo de él, la última vez que lo vi con vida, fue una semana antes de que todo esto pasara”, dice ahora Mary Da Fonseca, quebrada por el dolor. “Me mataron en vida, me arrancaron un pedazo de mi corazón”, agrega con angustia.Junto a una de sus hijas, su nuera y el abogado que los representa, la madre de Guirula visitó ayer por la mañana la Fiscalía de Instrucción 1. A la salida de ese encuentro, mantuvo una charla con PRIMERA EDICIÓN en donde reflejó sus sensaciones y, por sobre todas las cosas, el pedido de justicia que sostiene la familia.“Nos vamos conformes porque pudimos hablar con la fiscal y sabemos que se está haciendo todo como corresponde. Esperamos ahora que se aprovechen todas las pruebas que se tienen y todo salga a la luz”, dijo Mary minutos después de las 11 de ayer.Tal como lo subrayó el abogado Alberto Villaneda, asistente legal de los Guirula, la familia está conforme con lo actuado hasta el momento por las autoridades judiciales. “Para mí, más allá de quiénes le hayan pegado, los nueve son responsables”, acotó María, una de las hermanas de Carlos.Da Fonseca habló de “dolor, impotencia y bronca” a la hora de definir lo que siente tras la pérdida de su hijo. Sin dudas, que haya sido en manos de quienes deberían encargarse de cuidar a la sociedad la golpeó y mucho. “Para nosotros ya no hay policías buenos en la ciudad, hemos perdido ese respeto con lo que nos pasó”, indicó, tras lo cual aseguró que tampoco tiene miedo de hacer público su reclamo de justicia: “No tenemos miedo a nada ni a nadie, tenemos derecho a expresar nuestro dolor. Espero que ningún policía se atreva a decirme algo porque le voy a decir quién soy yo y cómo murió mi hijo”.Y Mary tiene qué decir al respecto. Es que aquel hijo al que había abrazado aquella tarde parecía otro cuando le brindaron el último adiós. “Tenía golpes en la nariz, en el ojo, en la boca, en los puños y en los brazos. Las muñecas estaban todo negras, con las marcas de las esposas. Mi hijo fue brutalmente golpeado y no merecía morir así; si supuestamente pasó lo que dicen que pasó, deberían haber actuado de otra manera. Ellos actuaron de manera salvaje”, se lamentó.Nora Acosta, viuda de Guirula, coincide con las palabras de su suegra. Recuerda con pesar la última imagen que tiene de su marido. “Fue muy doloroso que los chicos tengan que verlo así. Todos los días preguntan por su papá”, contó, tras lo cual aseguró que “más allá de dónde ocurrió todo, a mí no me interesa, yo quiero saber quiénes son los responsables y que paguen por lo que nos hicieron”.Un hombre trabajador, dedicado a sus hijos y sin problemas con nadie. Así define su familia a Guirula, nacido en Posadas pero con buena parte de su infancia vivida en Apóstoles. Como tantos otros, fanático del grupo de cumbia “La Nueva Luna”. Electricista, mecánico y finalmente albañil, por decisión propia. “Eso era lo que le gustaba”, aclara su madre.Mary, sus hijos, su nuera y el resto de la familia afrontan el duelo como pueden. “A veces me dan ganas de agarrar el auto y salir a buscarlo. Cuesta entender que ya no está”, explica desde el dolor de madre. Por eso pide que al menos se haga justicia. Es que ya nada ni nadie podrá devolverle a su hijo. “Si ellos van presos, hasta en la cárcel van a recibir la visita de sus familias, pero yo a mi hijo no lo voy a volver a ver nunca más”. Ese es el dolor que siente y que le perfora el alma. El “pedazo de corazón”, como dice ella, que le quitaron para siempre.





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