POSADAS. En una pequeña oficina plagada de libros y papeles del tercer piso de la Facultad de Ciencias Exactas, Químicas y Naturales, PRIMERA EDICIÓN entrevistó al profesor Horacio Schwieters que desde hace ya 20 años impulsa en sus cátedras (Estadística I y II de la Licenciatura en Genética; y Estadística en la carrera de Analista en Sistemas) una metodología alternativa de enseñanza-aprendizaje: los grupos cooperativos de trabajo. Sincero y directo, contó que durante muchos años “torturó” a los alumnos con sus clases donde repitió el mismo modelo que tanto aborreció cuando era estudiante: un docente que hablaba durante una o dos horas pese a que todos saben que una persona puede mantener la atención y concentración durante no más de 25 minutos. Lamentaba aburrir a sus alumnos en las clases pero, lo que más le preocupaba, era que no aprendieran los contenidos básicos de su materia. Pero después de empezar a romper los moldes de la tradicional clase magistral, Schwieters se dio cuenta que podía ir mucho más allá: sus alumnos no sólo aprendían mejor cuando integraban grupos cooperativos con sus compañeros, sino que además esta dinámica les mejoraba la autoestima, los vínculos con sus pares y les daba contención en el trayecto universitario. “Los docentes nos concentramos mucho en la enseñanza y poco en el aprendizaje. Y aprendemos cuando construimos nuestro propio conocimiento con la guía del docente”, reflexionó. “Imité a mis profesores durante muchos años”Poco después de graduarse como estadístico en la Universidad Nacional de Rosario, Schwieters vino a Posadas para trabajar en la Dirección de Estadística y, casi inmediatamente, se encontró al frente de la cátedra Estadística en reemplazo de su titular quien le pidió que se hiciera cargo. “Me formé para hacer estadísticas, no había sido jamás ni ayudante de segunda… nunca había pensado que iba a ser docente. Fue un shock terrible. Lo que hice fue imitar lo que hacían mis profesores cuando era alumno, es decir preparar un tema y exponerlo ante la clase, escribir en el pizarrón… la clásica clase”, recordó.Se inició en la docencia en 1978 en el Profesorado de Ciencias Económicas en el entonces Instituto del Profesorado. Un año después, empezó a trabajar junto a un docente del profesorado de Biología y Genética en una investigación sobre fauna íctica, “lo ayuda en las cuestiones estadísticas”, detalló. En ese momento, Genética estaba en plena formación, “en 1975 comenzó el dictado de primer año y teníamos que armar para el 79 el último año de la carrera. Entonces me ofrecieron incorporarme a la carrera con una dedicación exclusiva… era época de los militares, no había concursos ni nada, miraban tus antecedentes y si les gustaba, te incorporaban. Entré con un cargo de adjunto con dedicación exclusiva pero para hacer muchas cosas: investigar y dar clases a los alumnos de quinto año en una materia que se llama “Genética de poblaciones” que es la estadística aplicada a la genética. Después empecé a dictar también Bioestadística de primero y segundo año. Llegué a ser director del departamento de Biología porque no había especialistas, éramos muy poca gente, estábamos en formación”. Algunos años después, Schwieters cedió su lugar en estas cátedras a egresados de esa misma carrera que se habían especializado en el área. Sí concursó para Estadística en 1989 y quedó como titular con dedicación exclusiva. De Humanidades a Química Recordó la fusión del Instituto de Ciencias Sociales y el Instituto del Profesorado para formar la Facultad de Humanidades. Y, en esa misma época, la creación de las Facultades de Ciencias Exactas, Químicas y Naturales y la de Ciencias Económicas. “Nosotros, con Genética, quedamos dentro de Humanidades hasta 1985 cuando nos incorporamos a Ingeniería Química”, recordó. “Vinimos y empezamos a ganar espacios. Participamos en la creación del instituto de investigación de la facultad; y entre 1998 y 2002 me impulsaron para que fuera vicedecano. Seguimos trabajando y, por pedido de Apóstoles, creamos allá la carrera de Analista de Sistemas, que nos costó mucho porque se lo hizo sin presupuesto y tuvimos que derivar el presupuesto de otras carreras… en 1994 empezó a dictarse. Me afectaron temporalmente para dar Estadística en esa carrera y ¡todavía sigo!”, contó. Inicio “artesanal”Según indicó Schwieters, en todos esos años de docencia, seguía dando clases magistrales. Fue en 1990, cuando se pidió a los docentes que hicieran maestrías y doctorados para seguir como titulares, que comenzó la maestría en Educación Superior, en Oberá. “Éramos como 80 y en la primera clase de la maestría nos hicieron trabajar en grupos. Nos daban un material de lectura y debíamos hacer un informe. Fue ahí que se me planteó que si en el postgrado podíamos trabajar y producir en grupo, porqué no podíamos hacerlo también en el curso de grado. Así fue que, de un día para otro, artesanalmente, terminé con esas tediosas clases teóricas y empecé a darles consignas para que resuelvan en grupos. Les daba material de lectura y los problemas que tenían que resolver correspondientes a ese tema. Tenían que presentar un informe grupal con una ficha de autoevaluación que inventé donde cada integrante del grupo es evaluado por sus compañeros en función de la dedicación puesta a ese trabajo. En la clase, sorteaba un grupo y de ese grupo, también por sorteo, elegía uno de los integrantes para que contara lo que hicieron. Obviamente, si ese alumno a los que sus compañeros lo evaluaron con un muy bien no sabía explayarse en el tema del trabajo, todo el grupo era responsable”. A medida que avanzó en la maestría, fue aprendiendo los fundamentos teóricos de los grupos colaborativos, “entendí un montón de cosas, que un grupo a veces no funciona como grupo hasta que no se logre la interdependencia entre sus integrantes”. Algunos años despué
;s incorporó como herramienta de trabajo los mapas conceptuales. Trayectos compartidos De acuerdo con la evaluación de los alumnos sobre la metodología que aplica Schwieters, sólo una pequeña minoría considera que hubiera obtenido mejores resultados en forma individual. “La mayoría está encantada con la modalidad, dicen que les ayudó a aprender mejor pero, además, los contuvo socialmente. Es que en los grupos, los alumnos no sólo hablan de la materia sino también de su vida, sus problemas y lo que les pasaba. Y eso es muy importante para los chicos que vienen de otro lugar. En Genética, hasta hace unos años, la mayoría no era de Misiones y estaban todo el año solos. Tuve casos de chicos que no dejaron la carrera porque sus compañeros de grupo no los dejaban. Un chico de 25 de Mayo me contó que venía a clases y no entendía nada, era todo chino para él. De lunes a jueves pensaba en ir a su casa, lo que hacía cada viernes. Así terminó el primer cuatrimestre, empezaron las vacaciones y se fue a su casa… volvió en el segundo cuatrimestre sin saber muy bien porqué, quizás no se animó a decirle a su familia que quería dejar la carrera. Ahí empezó a cursar mi materia, armó el grupo y en la primera reunión con sus compañeros se pusieron a conversar y resultó que ninguno entendía nada, todos estaban en la misma pero nadie se animaba a decir que no entendían. La mayoría había salido mal en Química, en Matemática… estaban todos planchados. Y empezaron a estudiar en grupo, se organizaron para leer materiales de las distintas materias y empezaron a mejorar”, señaló. Así como en la vida… Aunque es la única cátedra de la facultad que trabaja con grupos cooperativos de estudio, algunos alumnos se organizan para estudiar juntos otras materias. “Recuerdo un grupo, muy excepcional, integrado por tres chicas y un chico que en marzo de cada año tenían todas las materias aprobadas del año anterior. Eso era rarísimo en Genética y en este caso se daba en los cuatro alumnos del grupo. Pasó cuando pasaron a segundo, cuando pasaron a tercero… ya no cursaban mi materia y seguían estudiando en grupo. En primer año, una de las chicas, de Oberá, tuvo problemas familiares y debió volver a su casa. Los compañeros le mandaban los apuntes y la ayudaban… esa chica estuvo casi cuatro meses con este problema pero después retomó y no perdió el año. Incluso fue la primera que se recibió del grupo”, contó emocionado.Según reflexionó, “estamos preparando a los profesionales del futuro y, si aprenden a trabajar en equipo ahora, también lo harán cuando sean profesionales”. “Los profesores mayores no quieren cambiar rutinas”En los últimos años, el profesor Horacio Schwieters, con casi dos décadas de trabajar con grupos cooperativos de aprendizaje, comenzó a enseñar todo lo aprendido a otros docentes para que también puedan aplicar esta forma de enseñanza. “Tengo un curso taller armado que lo doy cada vez que me lo piden. Los que tienen más resistencia son los profesores mayores, tienen una rutina armada y no quieren cambiarla. Entre los peros que plantean está que, en el trabajo grupal, siempre están los que se dedican y los que se anotan. Pero eso se supera en el trabajo cooperativo donde todos tienen que trabajar, hay una evaluación y seguimiento permanente… a lo que llamamos evaluación en proceso”. En este sentido, destacó que en la universidad, todavía se valora más el “producto del proceso educativo, entonces los docentes repiten el esquema `dar clases y tomar parcial´ pero no saben lo que ocurre en ese lapso ¿Cómo evalúa el docente lo que está haciendo?. Porque a los docentes no nos pagan para enseñar, sino para que el alumno aprenda”. Según indicó Schwieters, “trato de inculcarles a los estudiantes del profesorado que apliquen la metodología cuando realicen sus prácticas. Y he tenido casos de chicos que lo aplicaron en sus prácticas en cursos difíciles de contener y, cuando ellos plantearon el trabajo grupal, terminaba la hora y los chicos seguían trabajando para sorpresa de sus profesores”.





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