POSADAS. “De frente a la batalla”. Esa fue una de las tantas consignas que utilizó en una entrevista con este diario Alejandro Stahoski (27), quien hace ocho años que lucha contra un linfoma de Hodgkin y que, durante todo ese tiempo, ya pasó por dos trasplantes de médula. “Ale” tenía sólo 19 años cuando notó “un ganglio” en su cuello, cuando se preparaba para rendir las materias de la tecnicatura de Comercio Internacional. Pero ese detalle cambió su vida para siempre. “Me detectaron por error, lo mío fue pura fortuna. Estaba cursando la Tecnicatura en Comercio Internacional y estaba en fechas críticas (noviembre). Yo estaba con parciales, estudiando y uno deja de lado el aspecto personal y estaba con una barba muy crecida. Entonces, para presentarme a rendir, dije: no, me afeito; y cuando estoy en eso, me detecto un ganglio en el cuello, me lo toco, lo presiono y no sentía dolor, nada. Le comenté a mi papá y me dijo que íbamos a tener que ir al médico, a hacer unos análisis de sangre”, recordó Alejandro a PRIMERA EDICIÓN. “Jamás me imaginé que iba a enfrentarme con la enfermedad con tanta entereza, no obstante, desde un primer momento yo siempre consideré que el 90% del tratamiento está en la cabeza de uno, en base a eso me armé y me fui de frente a la batalla”, recuerda. Alejandro tiene hoy 27 años y piensa que tuvo un ángel aparte. “Estuve un año y ocho meses libre de la enfermedad, pero ahora, por una cuestión que sólo Dios y los médicos sabrán, la patología volvió a aparecer, tuve una recaída y así estoy, en la lucha. Pero hoy me encuentra muy bien, porque llegamos a dar con un anticuerpo monoclonal que se trae de afuera (Suiza y Estados Unidos) que da buenos resultados para frenar la enfermedad”, matizó el joven, quien debe aplicarse este medicamento cada 21 días, pero, por el freno aduanero, hay veces que no puede cumplir con ese requerimiento médico. “Me pasó tener que completar mil formularios para poder tener el medicamento. Cosas que sólo en Argentina pasan”, lamentó.El inicio de la batalla“A mí con 19 años me diagnostican un cáncer, un linfoma de Hodgkin de predominio linfocitario, y entre todos los tratamientos y esquemas que me hicieron para controlar esta enfermedad, llegué a un punto en el cual estaba preparado para recibir un trasplante de médula”, recordó Alejandro. Las primeras consultas fueron en la capital provincial: “Acá me hice todos los análisis de sangre y no se detectó la enfermedad, pero dentro de los linfomas es uno de los más difíciles de detectar. Ahí me fui a Buenos Aires y lo primero fue una punción, recesión de los ganglios, que es una cirugía del cuello y me sacaron dos pelotas de tres centímetros de diámetro, que se llevaron a analizar mediante un estudio en el cual se detectó (en los ganglios) la presencia de células cancerígenas y que identificaban a la enfermedad como un linfoma de Hodgkin”. “Cuando se confirmó el diagnóstico, me mandaron de nuevo a Posadas con la indicación de un esquema de quimioterapia, entre seis y ocho, y cada quince días me internaba para hacerme las aplicaciones. Fue difícil, porque de a poco fui enfrentándome con esta nueva realidad. Por supuesto que la primera indicación del médico fue dejar la Facultad, porque era un ambiente cerrado y uno, al tener las defensas bajas, no sabe con qué se puede encontrar. Ahí me aboqué más que nada a la salud”, siguió contando Ale. A continuación, “me hicieron una quimioterapia más agresiva, donde debía estar cinco días internado en forma continua y era una aplicación por mes. Eso ya era indicación pre trasplante. Me hicieron el primer trasplante de médula ósea. En el primer estudio de cuerpo entero salían aproximadamente 65 tumores, después del primer esquema de quimioterapia quedaron unos 45 y luego del primer trasplante, que fue autotrasplante de médula debido a que los médicos me dijeron que yo estaba muy bien, con una mentalidad muy fuerte y una actitud de superación, de los 45 tumores sólo quedaron cinco, todos pegados a la columna vertebral”.“En el momento más duro de este tratamiento, yo estuve con 100 glóbulos blancos y cero neutrófilos en el análisis de sangre, es decir, con defensas cero, pero con la misma energía con la que estoy hablando ahora. Yo escuchaba música, hablaba con los médicos, enfermeros”, relató Ale y recordó que “en ese entonces me dijeron que era candidato a un segundo trasplante, pero que ya no podía ser yo mi propio donante, porque la médula se va volviendo más perezosa, le cuesta recuperar el componente después de la quimio; y nos pusimos en campaña con mi familia. Mis hermanos Gabriel (29) y Natalia (20) se hicieron la prueba de compatibilidad y de ahí salió que mi hermano era 100% compatible, al punto que sorprendió a los médicos. Gabriel se tomó licencia y viajó a Buenos Aires, donde lo prepararon y al quinto día le hicieron el catéter, lo filtraron y colectaron únicamente las células madre de la sangre”. Disfrute y proyectosAlejandro es licenciado en Comercio Internacional, agente de propaganda médica y cocinero, pero no se quedó ahí: “Ahora estudio para ser chef”. “La enfermedad me cambió la vida para bien”, reafirma quien además es coordinador general del movimiento “Misioneros hasta la médula”. Sobre el final de la entrevista contó que “hace unos meses atrás, los médicos me dieron un receso en los medicamentos porque mi organismo ya estaba demasiado contaminado y convenía descansar, recuperarme. Me dieron seis meses de vida libre y lo primero que hice fue contactarme con un grupo de amigos y nos fuimos a Mendoza a hacer rafting, fue en semana santa y de campamento. Siempre mantuve la energía, es lo que mantiene vivo”. “Para mí no es más una preocupación rendir un final u otras cosas menores, prefiero disfrutar de la cotidianidad de la vida”, indicó y agregó que “a los chicos que tienen cualquier tipo de cáncer, les digo que mientras más muevas la sangre mejor es, porque mejor oxigenado está tu cuerpo y mejor batalla le vas a dar al cáncer”.A modo de consejo cerró: “La mente maneja todo, manipula muy bien las diferentes situaciones; si uno quiere, pued
e. A mí me sucedió que estuve jueves y viernes internado por una quimioterapia y el sábado fui con Yesi (su novia) a una fiesta de disfraces hasta las cuatro de la mañana. O sea, la pelea está en la cabeza de uno, siempre hay que ponerse objetivos de corto plazo y concentrarse en que mañana vas a estar bien”. Anécdotas con mensajeAlejandro Stahoski reiteró que “a los chicos que tienen cualquier tipo de cáncer, les digo que mientras más muevas la sangre mejor es, porque mejor oxigenado está tu cuerpo y mejor batalla le vas a dar al cáncer”. Por poner un ejemplo, relató que “a mí me sucedió (en un partido de fútbol) que los otros jugaban como si a mí no me pasara nada, no me perdonaban y una vez atajando volé a tapar una pelota, la saqué al córner, pero al rato empecé a sentir cansado el brazo, me miré y me percaté de que se me explotó una vena y tenía una hemorragia”. “Por supuesto que, gracias al frío, me tapaba el brazo con abrigos para que mis padres no se dieran cuenta, porque no me iban a dejar más ir a jugar al fútbol y eso era lo que me mantenía vivo”, matizó el joven.Y contó otra anécdota: “Cuando me hacían las ‘quimios’, yo negocié con los médicos para que, en lugar de hacerme los esquemas cada quince días, sean en catorce y como día límite los jueves. Mi doctor (Carlos Fukiya) no llegó a entender el porqué, cuando la mayoría les pide que les postergue. Entonces le expliqué: ‘Si usted me hace cada quince días, tarde o temprano va a caer un fin de semana y yo los sábados me voy a jugar al fútbol’”. “Durante los seis primeros meses de quimioterapia me iba a jugar al fútbol, al principio normal, pero después, cuando el cuerpo me empezó a pasar factura, iba al arco”, aclaró Alejandro.





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