MOSCÚ, Kiev (Agencias y diarios digitales). El presidente ruso Vladimir Putin pidió ayer al parlamento que cancele la autorización para intervenir militarmente en Ucrania, justo cuando Kiev y los rebeldes pro-rusos se preparaban para negociar durante el alto el fuego decretado hasta el viernes.Por su parte, el presidente ucraniano, Petro Poroshenko, se congratuló por la iniciativa y la consideró el “primer paso concreto” hacia una solución de la situación en el este del país.Desde abril, los violentos combates entre insurgentes y el ejército han dejado casi 400 muertos y son una amenaza para la unidad de la exrepública soviética, después de la anexión de Crimea a Rusia en marzo.Vladimir Putin propuso “al Consejo de la Federación (Cámara alta del parlamento) la anulación de la resolución del 1 de marzo pasado que le permitía recurrir al ejército ruso en territorio ucraniano”, declaró el portavoz de Putin, Dimitri Peskov. El objetivo de esta decisión es “normalizar la situación” en Ucrania, añadió.El motivo oficial de esta autorización había sido defender a los ciudadanos rusos de Ucrania, y había contribuido a tensar la situación entre ambos países. Rusia movilizó a decenas de miles de soldados para hacer maniobras cerca de la frontera con Ucrania y se anexionó la península de Crimea.Presión para KievPutin realizó el anuncio antes de viajar a Viena para reunirse con su homólogo austríaco Heinz Fischer y el primer ministro Werner Faymann y con el suizo Didier Burkhalter, presidente de turno de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE).El presidente ruso retomó la iniciativa en las negociaciones y ahora la presión está sobre el Gobierno de Kiev que debe poner en práctica el plan de paz que anunció la semana pasada.El líder de la autoproclamada república separatista de Donetsk, uno de los bastiones de los insurgentes pro-rusos, sorprendió el lunes anunciando un acuerdo de alto el fuego hasta el viernes por la mañana para entablar negociaciones de paz con las autoridades pro-europeas de Kiev.El presidente había ordenado el viernes a sus tropas un alto el fuego hasta el 27 de junio para permitir el desarme de los rebeldes. Pero los insurgentes, que han reivindicado su independencia en dos regiones de habla rusa de unos siete millones de habitantes, habían rechazado las condiciones al considerarlas una “estratagema”.El inesperado anuncio pone a Poroshenko bajo presión ya que hasta ahora había dicho que no hablaría con aquellos que tuviesen “las manos manchadas de sangre” y que su plan de paz solo incluía discusiones con rebeldes que no hubieran cometido “asesinatos y torturas”.Nunca especificó concretamente con quién no se sentaría a negociar, pero Moscú interpretaba de estos comentarios que se trataba de los principales líderes rebeldes pro-rusos.Ningún otro rebelde se ha unido al anuncio de Alexander Borodai y el ejército ucraniano ha dado parte de nuevos incidentes durante la noche. El portavoz de las operaciones militares ucranianas, Vladislav Selezniov, dijo que los hombres armados seguían atacando a los soldados, principalmente en los bastiones rebeldes de Donetsk y Slaviansk, aunque no habían dejado ninguna víctima.El presidente Poroshenko, elegido el 25 de mayo con el apoyo de los occidentales, dijo que tras el alto el fuego debe cesar la llegada de “armas y mercenarios” procedentes de Rusia, según anunció la oficina de la presidencia al dar cuenta de una conversación telefónica con el vicepresidente norteamericano Joe Biden.Era la segunda vez en 48 horas que Petro Poroshenko conversaba con Biden sobre la aplicación del plan de paz propuesto por Kiev.Kiev y los países occidentales acusan a Rusia de armar bajo mano a la rebelión para desestabilizar a Ucrania, que deberá firmar el viernes la última parte de un acuerdo histórico para asociarse con la Unión Europea. Moscú desmiente estas acusaciones y el jefe de la diplomacia rusa, Sergei Lavrov, dijo el lunes que Rusia no tiene “ninguna ambición geopolítica”.Otra arista de la crisis entre Rusia y Ucrania es la cuestión del gas. Austria firmó el martes su participación en el controvertido proyecto del gaseoducto South Stream, con un contrato entre el grupo austríaco OMV y el ruso Gazprom.“Es una inversión en la seguridad del abastecimiento energético de Europa”, declaró un responsable de OMV citado por la agencia APA. Un zar entretormentasLa anexión de Crimea, aprovechando la debilidad de Ucrania, encumbró al presidente de Rusia, Vladimir Putin, y demostró que el restablecimiento del imperio y la incorporación de territorios pertenecientes en el pasado a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) producen dividendos políticos, por lo menos a corto plazo.La popularidad del líder ruso se disparó. El 83% de sus conciudadanos aprueban su gestión (frente al 16% en contra), según una encuesta realizada en mayo por el centro Levada. Según Lev Gudkov, el director de este centro, para encontrar un apoyo semejante hay que remontarse al período comprendido entre la breve guerra con Georgia en Osetia del Sur, en agosto de 2008, y la crisis económica de aquel otoño.“En 2013, el 61% de los rusos no querían que Putin promoviera de nuevo su candidatura en las próximas elecciones, pero la anexión de Crimea y los desórdenes en Ucrania fueron acompañados de una agresiva campaña que personalizó la imagen del enemigo en las nuevas autoridades de Kiev y produjo una consolidación nacional-patriótica”, afirma Gudkov. Esta “consolidación antioccidental y antiucrania” no alcanzó aún su cénit, porque “mes a mes empeoran las relaciones con los países occidentales”, advierte.En la imagen transmitida por los medios de comunicación rusos, los acontecimientos en Ucrania fueron inspirados por Occidente y se enmarcan en una conspiración para destruir el proyecto euroasiático impulsado por Putin, afirma el especialista.Una gran parte de ciudadanos rusos (del 60% al 65%) que, sin particular pasión, consideraban los sucesos ucranios como un asunto de sus vecinos se transformó así en una mayoría hostil, que acepta de forma acrítica la terminología de la II Guerra Mundial (“fascistas”, “nazis”, “genocidio”) y su aplicación, al margen de la realidad, a los sucesores del presidente Viktor Yanukovich.La anexión de Crimea ha generado un clima de euforia sobre la capacidad propia, y también de intole
rancia, en la clase política y la sociedad rusa. Si fue posible recuperar Crimea, también ha de serlo acabar con los atascos de tráfico en Moscú, afirma la propaganda de uno de los candidatos a los comicios municipales del próximo otoño en la capital rusa. El político ultra nacionalista Vladimir Zhirinovsky llegó a redactar un proyecto de resolución parlamentaria para expulsar como diputado de la Duma Estatal a Iliá Ponomariov, el único legislador de la Cámara baja que el 20 de marzo votó contra de la incorporación de la península a Rusia.Putin hizo sentir a los rusos que su país “recupera los territorios perdidos en la década anterior y restablece el estatus de gran potencia al afirmar su poder y su influencia en el espacio postsoviético y el mundo”, afirma Gudkov. Sin embargo, el experto advierte que el “régimen personalista” de Putin “no es objeto de culto”, pues el presidente sigue siendo considerado como “el jefe de un sistema corrompido”. “El malestar de la población no desapareció, está en el telón de fondo y en otoño se pueden producir muestras de cansancio por esa permanente movilización antiucrania y antioccidental, a no ser que se emprendan nuevas acciones en Ucrania”, apunta.





Discussion about this post