POSADAS. Las condiciones climáticas adversas, que obligaron a recorrer 1.800 kilómetros extras, no fueron impedimento para que la caravana de hinchas chilenos, considerada la “más grande del mundo”, concrete la mitad del camino que los separa del Mundial de Fútbol de Brasil 2014. Es que el cierre total e imprevisto del paso internacional Cristo Redentor (Mendoza) por el temporal de nieve hizo que los viajeros debieran trasladarse hasta el Paso de Jama, entre Antofagasta y la provincia de Jujuy, ocasionando pérdida de tiempo, apunamiento y gastos imprevistos. Debido a este inconveniente, algunos decidieron salir el jueves, otros el viernes y los restantes, el sábado. Tras su paso por la tierra colorada, la primera tanda ya pisó suelo brasileño, mientras que la segunda esperaba a los “rezagados” en el predio del Autódromo de Posadas. Sentados al sol de la siesta, Marcos Morgado (36), Jaime Rojas (37) y Felipe Barraza (39), oriundos de Melipilla (a 60 kilómetros de Santiago), analizaban el tramo que les queda, mientras se reponían del apunamiento. Sus rostros daban cuenta de la euforia y de una felicidad absoluta. Morgado confió que “de chiquito alucinaba con el mundial y estoy fascinado. Como decía un amigo, esto es como el posgrado. Para quien gusta del fútbol, la hinchada, esto es como tu máster. Es lo máximo”. Cocinero de profesión, dijo que la selección chilena los movilizó. “Siempre soñamos estar en un Mundial y esta es la única oportunidad: estamos cerca, tenemos la edad y tenemos las lucas (plata). Ahora vamos en busca de la Copa”, dijo. Inicialmente tenían la idea difusa, pero cuando Chile clasificó y empezó a tomar forma la Caravana Santiago-Brasil 2014, que incluyó a fanáticos de todos los estamentos sociales, comenzaron a concurrir a las reuniones informativas. “Éramos cinco y ahora somos miles”, graficó. Tras 18 años de trabajo, Rojas renunció a su puesto en el duty free del aeropuerto internacional Comodoro Arturo Merino Benítez, a raíz de este viaje. “Es que las vacaciones son muy reducidas y no me alcanzaban”, se excusó. Adujo que tenían fecha de salida pero no de regreso al país trasandino. “Nos levantamos y nos acostamos sin reloj. Comemos si tenemos hambre, si nos da frío nos abrigamos y si el sol se pone debe ser que es hora de dormir. No quería andar con problemas, renuncié y acá estoy”, sintetizó. Contó que entre los tres estiman que los gastos rondarán los 3.000 dólares y que resulta más económico que tomarse un avión. “Sólo hay que contar el costo de la bencina (combustible) y la comida diaria. El auto es mío, me lo compré antes de venir, y marca 3.500 kilómetros. Vamos a Goiabá (estado de San Pablo), donde tendremos un recibimiento y donde se acoplarán motoqueros. Luego paramos en Belo Horizonte (Minas Gerais), Río de Janeiro, San Pablo y de ahí no sabemos”, acotó entre carcajadas.Barraza, un ingeniero agrónomo de una exportadora de frutas, confía en que los chilenos traerán la Copa y, aunque considera a Brasil como el “rival más difícil, igual lo vamos a dejar atrás”. Buscaban compañíaPaulina Tanaka (32) y Alberto Schmidt fueron los ideólogos de la travesía. Vinieron en un furgón junto a una pareja de amigos que tiene una beba de un año. “Queríamos venir con nuestro bebé de dos años, pero hubiera resultado caótico, así que la dejamos al cuidado de la abuela materna”, que llevará a la pequeña al país carioca una vez que la pareja se haya establecido. “Es que somos los organizadores y esto se nos complicó un poco”, explicó. Como componen una familia viajera, emprender la travesía al Mundial no les resultaba una idea descabellada. “Esta vez vamos en auto, se puede hacer porque es cerquita, es un mundial imperdible, capaz que no tengamos otra oportunidad en muchos años de ver al algo como esto en Sudamérica”, fueron las excusas que animaron al matrimonio a pergeñar el objetivo. Pero lo que parecía ser una cosa un poco más sencilla resultó un viaje “cansador, super sacrificado, porque se agregaron kilómetros. Y si bien descansamos un poco en Antofagasta, el paso y la altura fueron terribles”, admitió.“Somos hinchas de la Selección. Nos encanta. No nos perdemos un partido. Un Mundial para nosotros es lo máximo que se puede vivir. Durante uno de los últimos mundiales vivíamos en Nueva Zelanda y teníamos que levantarnos a las 2 o 3 para poder ver los partidos junto a los argentinos. Es una fiesta fantástica”, graficó.Originalmente crearon una página en Facebook y convocaron a otras personas para no ir solos por cuestiones de seguridad, pensando que iban a ser entre diez y veinte autos. La idea empezó a crecer y a convertirse en algo masivo, totalizando los 800 vehículos, aunque algunos tuvieron que “bajarse”. Como la mayoría de los compatriotas, dentro del furgón armaron una cama y debajo colocaron la mercadería, pero entienden que “lo primordial es el ánimo y fuerzas para viajar. Todo lo demás se arregla”. Junto a Schmidt, son propietarios de una pequeña empresa de diseño y construcción de stands que debieron “dejar un poco de lado” para poder concretar este sueño que comenzó en octubre de 2013, tras la clasificación de Chile, y se convirtió en la caravana “más grande del mundo que llegará al Mundial”. Si bien desde Argentina salen varias, “ninguna es tan organizada como ésta”, dijo este comerciante que, por el evento, se comunicó con gente de La Plata, Córdoba, Mendoza y Buenos Aires. Hizo dos viajes a Brasil para observar los campamentos, logró que en Posadas le dieran albergue en el Autódromo y que tanto la Policía de Salta como la de Misiones, los escoltara en la travesía urbana. “Trabajamos para que salga lo mejor posible, aunque no había hecho algo similar antes. Lo hicimos de manera responsable, con seriedad y profesionalismo. Es que las cosas hay que hacerlas bien desde un comienzo, si no, no resultan. Ahora sólo resta traer la Copa”.“El sueño de mi vida”Víctor Bau (50) es un comerciante de Santiago y mientras dure el viaje dejó a su esposa al frente de su fábrica de chocolates. Acompañado de “hijos adoptivos” que conoció por el camino, comentó que “por los pasos cerrados tuvimos que venir por Jama y nos tocó un d
ía complicado. El resultado fue un compañero con suero y yo con oxígeno por el apunamiento”.Tras reanudar el viaje, hoy a las 8 esperan llegar a Dourados (Mato Grosso) y el viernes deben retirar en Goiabas las entradas que un amigo les compró por Internet. Ataviado de rojo, azul y blanco, mientras acomoda el baúl del coche y sus acompañantes ensayan un “Chi chi chi le le le”, confesó que es su primer Mundial y que es “el sueño de mi vida”. Luis Fredes (64) viajó desde la comuna de Renca, en el Gran Santiago, con sus hijos Gabriel (Puerto Natales) y Marcelo, Fernando Cerda, Michelle Escobar, y Francisco “Pingüino” Arias, de Punta Arenas, quien se jacta de ser el único que viene de la ciudad más austral del mundo. Liderando el grupo, de tanto camino recorrido en la cómoda Ford E350 de su hijo, manifestó que no puede precisar la cantidad de kilómetros, aunque aseguró que “la selección todo lo vale. Si ellos se esfuerzan en la cancha, nosotros también debemos hacer algo. Es una bonita experiencia para todos los chilenos que viajamos con sacrificio y esfuerzo. No sabemos qué es lo que va a pasar, sólo que Chile va a salir campeón”, resumió derrochando simpatía.Envueltos en la bandera de la Región de Magallanes y de la Antártica Chilena, aseguraron que viajan movidos por la “fe y la esperanza” y que no podrán asistir a todos los partidos porque se “encarece mucho. Nos resignamos a ver alguno en directo y los demás por las pantallas. Lo importante es poder alentar a los nuestros tras esta aventura que se inició hace más de un año y medio atrás”. El “sí, viajamos” surgió en el “boliche” de un amigo. “Ahí se empezó a generar la travesía, pero la espera fue muy ansiosa. Nos proyectamos día a día y pusimos toda la ilusión en este viaje. Todos los contratiempos que podamos tener están más que justificados, y en el auto tenemos espacio para traer la Copa”, concluyeron.Esperan una sorpresaOtro de los grupos que se destacó en el Autódromo fue el de varios jóvenes de la comuna de Buin, que contribuyó con la selección con los destacados jugadores Claudio Bravo y Mauricio Isla. Al principio eran diez amigos, pero luego algunos se “bajaron” por cuestiones laborales, de familia y por falta de presupuesto. Finalmente quedaron cinco. Dos de ellos son trabajadores independientes, uno es empleado de la Universidad, otro es preparador físico y un tercero cumple tareas en una fábrica de cartón. “Decidimos hacer un ploteo artesanal en la camioneta de un amigo y empezamos a juntar plata. Contribuimos con dinero para el seguro y el mantenimiento. Vamos a gastar unos dos millones de pesos chilenos para el combustible, peaje y estadía en el camping, es decir, unos 4.000 dólares entre los cinco”, además de los gastos personales. José Miguel contó que hasta el jueves “no venía porque no se daban las condiciones”. Cuando todo parecía perdido, consiguió una licencia con una médica amiga, y un crédito que le facilitó un amigo. “Es todo de prestado pero esto quizás sea único y había que hacerlo”. Añadió que se trata de “vivir la aventura y el sacrificio de venir en auto vale la pena. Dejamos familia, hijos, que me apoyaron y eso es fundamental”. El grupo consideró que en este Mundial “se va a dar la sorpresa que cambiará la historia”.





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