POSADAS. Lilian Celeste Rivero González tiene 37 años y pide que la Comuna de Garupá al menos le entregue una constancia que su trámite de solicitud para ser reubicada ingresó al sistema. Hasta allí no sería más que un caso entre el de tantas familias de escasos recursos que pugnan por acceder, a través del Estado, a su derecho de contar con un espacio mínimo para poder vivir. Pero el tema es que Lilian Riveros González trascendió en los medios al sufrir un accidente cuando intentaba ascender con su madre, en silla de ruedas, por la rampa para discapacitados de un colectivo urbano del transporte urbano de pasajeros en octubre de 2011, lo que le dejó profundas secuelas en una de sus piernas que le impiden desplazarse con normalidad y en consecuencia nunca pudo retomar su profesión de vendedora ambulante. Hoy, Lilian subsiste junto a sus cuatro hijos, todos menores, a los cuales alimenta con lo que puede conseguir en las pocas “changas” que realiza y a los que impulsa a continuar con los estudios “cueste lo que cueste”.Con muletas y a paso lento, Lilian Rivero González refleja en su cara el dolor que le provoca su pierna con varios “tornillos” que nunca terminó de curarse luego de aquél accidente con la rampa de acceso para discapacitados en un colectivo urbano que le ocasionó la fractura expuesta de la pierna izquierda. Pero lo que más le duele es “que durante mucho tiempo me mintieron”, porque la intensa granizada del 1 de diciembre del año pasado arrasó con su precaria casa de Ñu Porá y desde entonces -afirma- que realizó incontables trámites ante la Comuna de Garupá, al igual que otras personas que se encontraban en las mismas condiciones, con la promesa que iba a ser reubicada, “pero ahora, después de varios meses, me dijeron que no estoy en la lista, que no figuro para nada. Y ya no puedo seguir más en el lugar donde estoy, en el medio del barro, la humedad, que muchas veces me doblan de dolor”, comentó angustiada.Lilian recuerda que “fue una granizada grande el 1 de diciembre. En un primer momento me asistió el municipio de Garupá y me llevaron al polideportivo junto a mis hijos pero como ellos iban a tener un evento en ese lugar me mudaron a un obrador del barrio Santa Helena. Ahí estuve más de una semana con esos calores intensos que hubo después, sin agua y tratando de recuperar lo poco que había quedado de mi casa”. La mujer es paraguaya, aunque hace muchos años vive en Posadas y nunca antes había regularizado su situación, lo que también le “juega en contra” -reconoce- a la hora de hacer gestiones, pero se siente más misionera que cualquiera por todo el tiempo que lleva acá, incluso su hijo menor es argentino. “Ahora tengo la radicación, que es cierto debí tramitarla mucho antes, pero nunca imaginé que podría pasarme algo como esto. Inicialmente hice los trámites ante la delegada de Ñu Porá y me habían dicho que estaban todos mis papeles presentados ante la Subsecretaría de Tierras de Garupá. En febrero me dijeron que comenzarían las obras para la reubicación, me aseguraron que estaban los lugares asignados. Esperé pacientemente porque sé que no puede hacer milagro de un día para el otro pero luego nunca más tuve noticias, a pesar que concurrí varias veces a la Municipalidad”, relató. “Trato de subsistir”“Yo no trabajo, no porque no quiera, sino que me condiciona mi pierna que quedó así por el accidente. Tratamos de subsistir, hago unas changuitas para poder llevar el pan a mis hijos. No tengo ningún ingreso, no cobro nada fijo ni tengo nadie que me respalde”, señaló con voz entrecortada. Luego siguió relatando que “ahora conmigo están cuatro de mis cinco hijos. El mayor, que ahora tiene 18 años se volvió a Paraguay porque acá no tenía ninguna posibilidad de trabajar. Tengo a Mariana (16 años), Mauricio (12), Matías (10) con el brazo enyesado y reposo por dos meses y el más chico es Antonio (9). Los cuatro van a la escuela al BOP 86 en Fátima y los otros a la Escuela 663. Desde ya que tenemos necesidades y queremos mudarnos del lugar en el que estamos porque a veces no puedo ni levantarme del dolor de huesos, pero tengo que ‘hacer de tripa corazón’, levantarme e ir a hacer algo porque sino no comemos”. Por otro lado, Lilian contó que “el proceso del accidente del 11 de octubre de 2011 sigue, hace poco tuve que ir a hacerme las pericias psicológicas, ahora estoy esperando que evalúen el daño físico con el que quedé, estoy aguardando el turno del traumatólogo para eso. Todavía tengo una herida que no cicatrizó y estoy esperando que me den un nuevo turno para que me vuelvan a operar de la pierna izquierda, en el tobillo”.Consultada si no cobra ningún tipo de beneficio, aseguró que no “me dicen que no pueden darme nada porque soy paraguaya aunque tengo la radicación. Me dijeron que debo esperar como mínimo 20 años para poder cobrar una pensión”.Por último Lilian sostuvo que “lo que pido es que me cambien a un lugar donde pueda empezar todo de nuevo. Tengo mis manos y mis brazos bien fuertes y si alguien necesita no le escapo al trabajo”.





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