OBERÁ. Las huellas dactilares recogidas en el escenario de la masacre de Panambí no coincidieron con las de los dos detenidos en San Javier, a los que la Policía llegó a través de un llamado telefónico anónimo.Comienza entonces a diluirse la teoría acerca de la presunta implicancia de estos hombres en los homicidios de Carlos Knack, su esposa Graciela Mojfiuk y la hija de ambos, Bianca Knack.No obstante, es muy probable que ambos sospechosos -uno de ellos ex integrante de Prefectura Naval Argentina (PNA)- permanezcan detenidos en el marco de una investigación por tenencia ilegal de arma de guerra y explosivos.Resta, asimismo, la captura del dueño del taller donde se encontró un arsenal de armas, municiones y hasta granadas. Se trata de un hombre de nacionalidad paraguaya, llamado Marcial, de unos 45 años, quien anoche seguía en calidad de prófugo de la Justicia.La pericia de huellas dactilares resultó clave para comenzar a descartar hipótesis, pero lo cierto es que la Policía comienza a pensar que, probablemente, no se haya tratado de un robo al voleo. De hecho, está convencida de que hubo un entregador, alguien que reveló el cobro de los 460 mil pesos por la venta de madera.Hay piezas sueltas que no encajan en el rompecabezas que intentan armar los detectives. “Nano” Knack confirmó el miércoles, en una entrevista con una radio de Oberá, que los asesinos se llevaron lo que fueron a buscar.Lo que no cierra de ninguna manera para los investigadores es el brutal ensañamiento y la alevosía con que actuaron los criminales.Hasta aquí, los detectives trabajan sobre tres líneas de investigación. La primera se inició con un llamado anónimo a la comisaría de Panambí que indicó, con precisión de cirujano, la dirección y lugar exacto del taller mecánico donde había un poderoso arsenal y el dinero que, supuestamente, habían robado a la familia Knack.Sin embargo, los datos que relacionaban a este grupo con la masacre asomaban muy endebles: el mismo llamado anónimo y un coche marca Volkswagen Bora que habría sido visto en los alrededores de la casa de los Knack, horas previas al espeluznante episodio.Un vehículo de esas características había sido secuestrado en uno de los cuatro allanamientos registrados en San Javier.Ahora, la pericia de las huellas dactilares pareciera haber arrojado un manto de claridad sobre la presunta intervención de este grupo en el -hasta ahora- triple homicidio.No obstante, la Policía cree que los detenidos en San Javier podrían tener vinculación con otros episodios delictivos de magnitud en la provincia. Concretamente, el Juzgado de Instrucción 3 de Posadas, a cargo del magistrado Fernando Luis Verón, solicitó, a través de la Secretaría de Apoyo a Investigaciones Complejas (Saic), la realización de una prueba balística para determinar si alguna de las pistolas decomisadas fue utilizada para ejecutar de cinco balazos a un hombre al costado de la ruta provincial 5.La otra pista, apoyada también sobre suelo movedizo y poco firme, suponía que el maderero que pagó los 460 mil pesos podría aportar alguna novedad. Pero, al parecer, eso tampoco sucedió.Ayer se presentó en el Juzgado de Instrucción 1 de Oberá, a cargo de la magistrada Alba Kunzmann de Gauchat, y confirmó la operación realizada en la localidad correntina de Cuatro Bocas.Hay una tercera línea, aunque de menor sustento que las anteriores y que está en pañales: habla de la existencia de una banda en Oberá, con importantes conexiones con el mundo del narcotráfico y muy violenta.Ahora, no se sabe a ciencia cierta cuál es el nexo con la masacre de Panambí.La Policía suma gente y peina todo el arco de posibilidades pero aún sin novedades, al menos de relevancia.La arista del ensañamiento y la alevosía desconcierta a los uniformados.El hecho de hombres encapuchados, armados con un revólver, cuchillos y una barra de hierro no da la imagen de un grupo profesional o especializado; pero sorprende, conmueve y moviliza el salvajismo con que actuaron.La circunstancia de rociar con combustible y prender fuego a las víctimas, entre ellas una criatura de doce años, pareciera no encuadrar con el perfil psicopático de simples ladrones.Interrogantes que la Policía intenta dilucidar en un caso que ya tiene trascendencia nacional. Declaró el compradorEl hombre que habría pagado 460 mil pesos a Carlos Knack horas antes de la masacre de Panambí se presentó espontáneamente ayer en el Juzgado de Instrucción 2 de Oberá y confirmó la operación realizada el domingo pasado en la localidad correntina de Cuatro Bocas.Se trata de un empresario oriundo de San Vicente, Misiones, afincado desde hace años en Buenos Aires, donde al parecer le va muy bien con la venta de madera.Aparentemente, era un cliente habitual del aserradero de la familia Knack. En un principio, no habría un solo indicio que pueda vincularlo a las muertes de Carlos Knack, su esposa Graciela Mojfiuk y la hija de ambos, Bianca (12).Pero su aporte era necesario para determinar si, por ejemplo, vio o se percató de algún movimiento extraño tras la transacción comercial; en concreto, si alguien siguió al joven misionero. Las horas pasan y las primeras teorías parecieran comenzar a desplomarse, en el contexto de una causa compleja en la que hay mucho miedo. Y no es para menos, sobre todo por cómo sucedió el hecho.





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