CIUDAD DEL VATICANO, Santa Sede (Agencias y diarios digitales). En un mensaje ante los representantes de las principales agencia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el Papa Francisco pidió a los gobiernos del mundo una redistribución de la riqueza en favor de los más pobres, con un espíritu de generosidad, a fin de neutralizar la “economía de exclusión” prevaleciente.Durante una reunión en El Vaticano, Francisco exhortó a promover una “movilización ética” de solidaridad con los pobres y un nuevo espíritu de generosidad que apunte a las raíces de la pobreza y el hambre.Francisco dirigió un mensaje similar en enero ante el Foro Económico Mundial y también en su exhortación apostólica “El gozo del Evangelio”, documento que fue criticado en Estados Unidos por tener una supuesta inclinación marxista.“Una movilización ética que desafíe todas las formas de injusticia, que incida sobre las causas estructurales de la pobreza y el hambre, que garantice un trabajo decente y útil para todos, que se oponga a la economía de la exclusión y a la cultura del descarte”. Esto es, y con estas beligerantes palabras, lo que el papa Francisco le propuso al secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, a quien además le recordó que una parte importante de la humanidad continúa excluida de los beneficios del progreso y relegada, de hecho, a seres de segunda categoría.Y por si quedara alguna duda de la magnitud de la empresa -“una movilización ética mundial”- y del objetivo -“un ideal común de fraternidad y solidaridad, especialmente con los más pobres y excluidos”-, Jorge Mario Bergoglio animó al jefe de la ONU a huir de la autocomplacencia: “Es propio de la función directiva no conformarse nunca con los resultados obtenidos sino empeñarse cada vez más, porque lo conseguido sólo se asegura buscando obtener lo que aún falta. Y, en el caso de la organización política y económica mundial, lo que falta es mucho”.“Los futuros objetivos de desarrollo sostenible”, ha continuado el Papa ante la cúpula de Naciones Unidas, “deben ser formulados y ejecutados con magnanimidad y valentía, de modo que efectivamente lleguen a incidir sobre las causas estructurales de la pobreza y del hambre, consigan mejoras sustanciales en materia de preservación del ambiente, garanticen un trabajo decente y útil para todos y den una protección adecuada a la familia, elemento esencial de cualquier desarrollo económico y social sostenibles. Se trata, en particular, de desafiar todas las formas de injusticia, oponiéndose a la “economía de la exclusión”, a la “cultura del descarte” y a la “cultura de la muerte”, que, por desgracia, podrían llegar a convertirse en una mentalidad pasivamente aceptada”.El argentino Bergoglio puso al surcoreano Ban Ki-moon y a sus colaboradores un ejemplo del Evangelio: “A ustedes, que representan las más altas instancias de cooperación mundial, quisiera recordarles un episodio de hace 2000 años contado por el Evangelio de San Lucas: el encuentro de Jesucristo con el rico publicano Zaqueo, que tomó una decisión radical y de justicia cuando su conciencia fue despertada por la mirada de Jesús. Este es el espíritu que debería estar en el origen y en el fin de toda acción política y económica. La mirada, muchas veces sin voz, de esa parte de la humanidad descartada, dejada atrás, tiene que remover la conciencia de los operadores políticos y económicos y llevarles a decisiones magnánimas y valientes, que tengan resultados inmediatos, como aquella decisión de Zaqueo. Y me pregunto: ¿guía este espíritu de solidaridad y de justicia todos nuestros pensamientos y acciones?”.




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