POSADAS. Mientras aguarda por la entrevista, Darío revisa una vez más el mapa. Lo estruja con las manos, como queriendo exprimirle información. Vuelve sobre los puntos y las fechas. Repasa los lugares donde ya fueron. Analiza los espacios en blanco. Tiene la mirada cansada: él, como sus hermanos, prácticamente no pega un ojo desde que comenzó la pesadilla.Hoy, 25 días después, el paradero de Aída de Jesús Cabrera (66), su mamá, es todavía un misterio. Y eso que sus hijos dieron vuelta media ciudad y buscaron hasta en lugares donde el Estado no llega o la Policía no entra. En la búsqueda vieron de todo y conocieron las dos caras de la sociedad: los que los apoyan y los que llaman para burlarse y dejar mensajes obscenos.“Nos han pedido que no nos metamos más en ciertos lugares porque después nos iban a terminar buscando a nosotros. Pero cuando te llega una pista, el corazón puede más”, le dice a PRIMERA EDICIÓN Claudia Betancur (40), hermana de Darío y Diego (35), los otros dos hijos de la mujer desaparecida.Aída vivía sola en su casa de la chacra 150, en Villa Cabello. Sufre esquizofrenia, pero con medicación es autosuficiente y “hace su vida tranquilamente”, dicen sus hijos.La última vez que la familia supo de ella fue el viernes 28 de febrero, cuando una sobrina fue al mediodía a llevarle la vianda. Estaba bien, lúcida, tal como les contaría luego un enfermero del Hospital de Villa Cabello que le tomó la presión algunos minutos antes. Pero después todo es misterio.“Hay vecinos, gente que la conocía, que dice haberla visto al día siguiente cerca de la Feria Franca de Villa Cabello, caminando por López y Planes casi Vivanco. Pero de eso recién nos enteramos a los días, cuando comenzamos a difundir su foto”, dice Claudia, con la voz tomada por la angustia.Junto a sus hermanos, Claudia encabezó una marcha semanas atrás para pedirle a la Policía que se abocara a la búsqueda. De algo sirvió, aunque como reconoce Darío, “todas las pistas que tenemos las juntamos nosotros, si ellos nos preguntan si encontramos algo más. Hasta nos dijeron cosas que después supimos que eran falsas”.Durante las primeras horas, por ejemplo, desde la fuerza le dijeron a los Betancur que la mujer había cobrado su pensión y que tenían indicios para suponer que Aída había dejado la provincia. Los hermanos no perdieron el tiempo y Darío emprendió una búsqueda de dos días en Resistencia, donde la mujer tiene familiares. Pero allá, en Chaco, recibió la llamada de Claudia que le decía que regresara: por sus medios, fueron al banco y confirmaron que la mujer nunca cobró. Y por contactos en la Terminal, que tampoco había viajado.Los hermanos decidieron que no podían depender más de nadie e iniciaron un rastrillaje increíble que los llevó por lugares cercanos geográficamente, pero alejados a años luz del Estado, donde a veces la Policía tampoco entra.“Nos metimos en lugares que nadie se imagina. Recorrimos todas las villas o montes, como el que está cerca de López y Planes y Monseñor D’ Andrea, donde hay gente que no tiene idea de lo que pasa en el país, adonde parece que nunca nadie llegó”, cuenta Claudia, quien agrega que “no hay hospital, iglesia o asilo al que no hayamos ido”.En el mapa de los Betancur, con sombras, aparecen los lugares que ya visitaron. Son miles de kilómetros cubiertos por ellos y sus cercanos, unas 50 personas. Prácticamente toda la costa del Paraná, desde El Zaimán hasta Nemesio Parma. El oeste posadeño, casi completo. El centro y sus alrededores. Villa Urquiza, Villa Blosset, Parque Adam, Villa Sarita y Tajamar. Un centenar de barrios y asentamientos. “Conocimos la ciudad como yo creo que pocos. Y vimos todo lo feo que te puedas imaginar”, aclaran.Paradojas del destino, la búsqueda de Aída les permitió a sus hijos encontrar otras cinco personas en situación de calle, que no figuran en ningún registro y que ellos suponen que “están perdidas”. Dieron aviso a las autoridades, pero todo sigue igual. “Por ejemplo, el 12 de marzo encontramos una señora deambulando en López y Planes y 115. Estaba en estado de total abandono, llena de moscas. Llamamos al 911 y contamos lo que vimos, pero hasta el día de hoy nos seguimos cruzando con esa señora en la calle”, relata Darío, con una mezcla de dolor e impotencia.Los Betancur prácticamente empapelaron la ciudad con la foto de su madre. Claudia calcula que, en total, pegaron cerca de 5.000 afiches, todo un número. Mucha gente se acerca, les pregunta, les da un vaso de agua y hasta les carga crédito virtual de manera anónima. Pero también están los otros. Los que aprovechan la desesperación para saciar un alma oscura. De no creer.“Nos han llamado infinidad de veces y nos dicen ‘tu mamá está descuartizada en algún lugar’ o ‘la tiraron de tal puente’. Otros llaman y simplemente se ríen a carcajadas. O mandan mensajes obscenos. Todo esto a las 3 o 4 de la madrugada”, se lamenta Claudia, quien asegura que mediante un programa especial pudieron descubrir que esas llamadas falsas provienen principalmente de Villa Cabello, donde vivía Aída. A ella también le cuesta creerlo.Pese al tiempo que pasó, los Betancur se resisten a creer que algo malo haya sucedido con su madre. Saben que está dentro de las posibilidades, pero le dejan ese porcentaje a las autoridades. “Tengo el 99 por ciento de la esperanza puesto en que está viva”, admite Claudia. “La angustia es por la cantidad de días que pasan. Pero estoy convencido de que la vamos a encontrar”, reconoce Darío.Pese a que las últimas semanas fueron de una angustia difícil de explicar en palabras, los hermanos Betancur reconocen que todavía no derramaron una lágrima. “No podemos darnos el tiempo de llorar. Un minuto que paramos es un minuto que se pierde”, finalizan.





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