CANDELARIA. Cuando Cristian Ferreyra tenía un año y siete meses, una extraña mancha negra que hasta ahora ningún médico sabe precisar qué es, se extendió por sus piernas y brazos. Debieron trasladarlo de urgencia a Buenos Aires y en el hospital Pedro de Elizalde (ex Casa Cuna) le amputaron los dos antebrazos, hasta la altura de los codos, y las piernas, a la altura de la ingle. No había otra opción.Hoy, con 25 años, Cristian parece estar honrando esa posibilidad de seguir viviendo. Y lo hace con toda vitalidad, alcanzando uno a uno los proyectos que se propone.A los seis años aprendió a escribir, valiéndose de los dos brazos. En la primaria fue abanderado de la bandera de Misiones. En 2013 terminó la secundaria en el Bolp 5 de Candelaria y hoy ansía poder estudiar una carrera universitaria en Posadas. Despachante de Aduana y Periodismo figuran entre las opciones que más le interesan. Entre tanto, tiene su emprendimiento como disc jockey (DJ) para fiestas familiares, trabajo que inició hace ya varios años, y busca poco a poco ir armando su equipamiento de parlantes y luces. Un cuerpo que no entiende de límitesPRIMERA EDICIÓN lo visitó en su casa del barrio 5 de Abril -conocido como 40 Viviendas Nuevo- de Candelaria, camino a Profundidad. Pese a su compleja historia de vida, la energía de Cristian al hablar, gesticular y movilizarse por la casa y el barrio en su silla de ruedas realmente asombran. Lejos de quedarse sentado viendo pasar la vida, fue alcanzando una a una las metas. Y disfruta jugando con su sobrina Hanna, de un año y cuatro meses, hija de una de sus hermanas, Jésica.Cristian escribe con toda facilidad. Cualquiera pensaría que es imposible, pero los pliegues de la piel en la zona de sus codos le bastan para manipular un cuaderno, hojearlo y sostener una birome para escribir en imprenta, con una letra totalmente legible. Como si eso fuera poco, manipula la computadora, teclado y mouse, y también su celular que no tiene ninguna adaptación especial. Por el contrario, tiene pantalla táctil, cuyo uso es más complejo que las teclas, pero para este joven prácticamente no hay dificultad.El anhelo de ir a la universidad“Ahora que terminé la secundaria, mi próximo objetivo es estudiar en la universidad”, destacó. En relación a las carreras, indicó que “primero pensé Abogacía, pero descarté. Luego, Periodismo y Locución, quería los dos juntos, pero veo que no hay. Ahora me decidí por Despachante de Aduana. Necesito una carrera que tenga salida laboral rápida, que no me quede trabado, porque sí o sí tengo que tener un sueldo para poder mantenerme, trasladarme al trabajo”, dijo Cristian.Un grupo de voluntarios de “Proyectos para la ciudad” lo está acompañando en esta iniciativa. Ayer, previo a la visita de PRIMERA EDICIÓN a la casa de los Ferreyra, le llevaron una computadora de escritorio para que Cristian pueda realizar sus actividades (la netbook que tenía se arruinó) y continuar su trabajo como DJ. “Si bien ya terminaron las inscripciones a las carreras, ellos me van a averiguar dónde estudiar y me van a conseguir algunos apuntes de Despachante, para poder ir ganando tiempo”, señaló el joven.Para poder trasladarse a Posadas, deberá hacerlo en remís -“en colectivo es muy complicado”-, lo cual le implicará grandes gastos. No descarta la opción de vivir en Posadas, ya que “de las actividades cotidianas, el 90% las puedo hacer solo”. Actualmente Cristian cobra una pensión por discapacidad de Pami. Este organismo le proporcionó la silla de ruedas con motor eléctrico hace cinco años. “Está muy buena esta silla, pero en mi caso, como las calles son empedradas y para salir del barrio me manejo en auto, tengo que plegar la silla, subirla y bajarla del auto, y eso le afecta el funcionamiento”, explicó. La batería, que antes le daba tres o cuatro días de autonomía, hoy sólo le dura medio día, de allí que tenga menos posibilidades de ir lejos de casa. “Hace diez meses tramité una silla nueva en Pami, espero que pueda llegar pronto”, contó, señalando que desde el organismo le abrieron la posibilidad de una beca de estudios.En todas las fiestas“A mí me gustan todos los estilos de música, porque soy DJ, y por eso uno tiene que conocer todos los ritmos”, dijo Cristian.Desde la adolescencia, encontró en el oficio de “pasar música” uno de sus hobbies más queridos. “De donde más me llaman es de los cumpleaños infantiles, cenas familiares. No puedo hacer sonido para fiestas más grandes porque mi equipo es chico. Pero de a poco estoy buscando ampliar, sumando más luces, parlantes, potencia”, indicó.Un momento muy difícilLa familia Ferreyra se había radicado en San Pedro buscando una mejor vida. Así señalaron los padres de Cristian, José Roque Ferreyra (excombatiente de Malvinas) y Clesi Rosa. Habían pasado dos semanas de su llegada a esa localidad cuando Cristian comenzó con esa inexplicable gangrena. En sólo seis horas, sus brazos y piernas quedaron negros por completo. “Ya había nacido mi otra hija, tenía cuatro meses (en total son seis hermanos). Y entonces mi marido se fue con Cristian al hospital local, de ahí lo trasladaron al Samic de Eldorado y después a Posadas. Le hacían estudios de sangre y no podían saber qué era”, recordó Clesi. 22 días pasaron en la incertidumbre y lo terminaron derivando al hospital Elizalde (ex Casa Cuna). Una junta médica resolvió que la única alternativa era amputarle brazos y piernas, tras lo cual permaneció internado casi un año.“¿Por qué río tanto?”Aprovechando las nuevas tecnologías, además de tener Facebook (Cristian Ferreyra) y Twitter (@Ferreyra), Cristian elaboró un video donde cuenta su historia. “Invito a que las personas que se interesen puedan verlo en Youtube”, destacó. Con fotos familiares, relata los momentos vividos junto a su familia, desde el momento en que apareció la enfermedad. “Muchas personas me preguntan por qué río tanto -escribe en el clip-. Y yo les respondo: es que yo amo la vida”. 23 años después“Fue algo muy hermoso. Fuimos a almorzar con los principales integrantes de la junta médica que me atendió”, relató en relación al encuentro que concretó en Buenos Aires en enero pasado, con los médicos que hace 23 años le salvaron la vida.“Hablando con la tía de un amigo, me comenta que es enfermera en Buen
os Aires, en el (hospital) Elizalde. Sorprendido, le comenté que estuve internado ahí y le pregunté si conocía a la doctora Silvia Soardo. Y ella me dijo que es su amiga y se comprometió a ponernos en contacto, y al toque la doctora me escribió por Facebook”, señaló.Cristian viajó solo a Capital. Allí se encontró también con sus hermanas, que estudian y trabajan en esa ciudad. “Recorrí el hospital, conocí a los doctores Panzutti, Castillón, la doctora Soardo. Ellos y mis padres lucharon nueve meses para salvarme la vida y este encuentro era algo pendiente para mí”, dijo.




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