OBERÁ. Betiana Salomón (21) terminó este año la secundaria y junto a sus compañeros de curso del Instituto Concordia de esta ciudad disfrutó del tradicional brindis y baile de recepción. Cada año miles de jóvenes protagonizan estos rituales de fin de curso, pero en el caso de Betiana, alcanzar este título es el resultado de mucha perseverancia y respaldo familiar. Porque ella debió enfrentarse a una gran barrera: es hipoacúsica desde que tenía un año y medio. Acompañada por sus padres Sergio Salomón y Graciela Núñez durante la gala estudiantil, compartió con PRIMERA EDICIÓN algunos momentos de una historia de esfuerzos personales y proyectos a futuro.Nada fácilA Betiana le detectaron la pérdida del 95% de la audición cuando tenía un año y medio. Fue sin dudas un momento muy difícil, de muchos interrogantes. Así lo indicó su madre: “la peor parte de la historia fue cuando nos enteramos que nuestra chiquita tenía problemas auditivos. Ahí empiezan a surgir las preguntas, ¿qué hago?, ¿cómo sigue?, ¿va a poder estudiar?”.Fue entonces cuando comenzaron a llevarla a una fonoaudióloga. Le colocaron audífonos y recién a los 15 le hicieron el implante coclear por medio de una cirugía. “Ella volvió a escuchar y cambió su vida, su carácter. Pero como se operó de grande -a los 9 años la niña no quiso operarse- su cerebro no llega a decodificar. Si el implante se le hubiera hecho de chiquita ella haría una vida normal”, dijo Graciela.La inclusión social en las ciudades que no están diseñadas para contener a personas con discapacidad, las escuelas comunes que poco incluyen a estos niños, la casi nula posibilidad laboral, etcétera, hicieron que cada día fuera cuesta arriba para Betiana. Ella demostró que sí se puede, y se puede más todavía: en todos los años de la secundaria su promedio es de alrededor de 9.Con la ayuda de su madre que hizo las veces de intérprete, Betiana dijo a este matutino que “fue una etapa difícil, de mucha lucha, de golpear puertas, de pedir. Pasé momentos alegres y tristes, pero no bajé los brazos y hoy estoy acá. Me encantaría estudiar profesorado de sordos pero acá en Misiones no hay esa carrera”.Los pasos en la escuelaBetiana comenzó a asistir a la escuela especial para sordos Nº3 de Oberá. Allí cursó hasta 7º grado, aprendió a leer y escribir. “Salió sabiendo lo básico pero no se quedó con eso, quería saber más”, contó su madre. “Ella siempre me decía ¿cómo puede ser que ustedes sepan tanto y nosotros los sordos todo chiquito, cortito, poco. Y se planteó el desafío de seguir”, agregó la madre orgullosa.“Betiana terminó séptimo con 15 años y cuando ingresó al secundario le bajaron un año, así que volvió a cursar séptimo. Ahora que terminó el secundario quiere seguir una carrera universitaria para lo que sí o sí necesita un docente integrador. La carrera que eligió es maestra para sordos porque dice que le quiere enseñar bien a los chicos”, agregó.Intérprete de señas: condicionante“Cuando empezó la etapa de escolaridad fue bastante problemático, andábamos de acá para allá porque nadie sabe cómo abordar el tema. Vos planteás que tu hijo quiere estudiar en una escuela común y se sabe poco sobre cómo integrarlos. El mayor problema es la falta de intérpretes de lengua de señas (en Misiones hay muy pocos): las obras sociales tardan entre seis y siete meses para pagar y las maestras no pueden esperar y se van. Nosotros conseguimos que la obra social se comprometiera a pagar y lo hicieron”, señaló Graciela.“Recorrimos todas las escuelas secundarias de Oberá hasta encontrar una que acepte a mi hija. Hasta que finalmente la aceptaron con la única condición de que tenga una intérprete. En el Instituto Concordia hubo siempre muy buena predisposición. La contención y el acompañamiento fue excelente en todos estos años”, destacó.Respaldo de sus amigasEn muchas oportunidades, Andrea y Belén que son dos compañeras y amigas de Betiana hicieron de intérprete cuando viajaban a los intercambios con Brasil. Los demás compañeros de curso con la ayuda de la intérprete aprendieron lo básico en lengua de señas para poder comunicarse con ella.Trabajo en equipoA la hora de estudiar, Betiana siempre necesitó el acompañamiento de sus padres. “El apoyo en casa siempre fue extra, nos levantábamos muy temprano, el padre se quedaba hasta tarde ayudándola a estudiar. Ella no tuvo fines de semana, cuando los chicos salían a divertirse ella se quedaba a estudiar. El trabajo fue en equipo de toda la familia pero el mayor esfuerzo fue el de ella”, destacó la madre.Un ejemploMuchas veces la joven se sintió discriminada o aislada. Y allí también estuvieron sus padres para recordarle una y otra vez que es igual a todos los demás y que tiene los mismos derechos y obligaciones que sus pares. Su madre señaló que suele tener la autoestima baja, y por eso es un gran paso haber alcanzado una de sus metas”, contó orgullosa.“Lamento haber terminado el secundario a esta edad, a los 21 porque podría haberla terminado a los 17 o 18 como cualquier otro chico”, indicó Betiana. “Al principio costó la adaptación, llevó un tiempo pero yo busqué mi lugar. Lo que les digo a los chicos de mi condición es que luchen por lo que quieren, que busquen apoyo en la familia y fuera de ella. El motor para concretar los sueños es la familia, con la ayuda de ellos se puede”, finalizó la joven. ¿Sordo o hipoacúsico?Todos los niños y niñas necesitan desarrollar una lengua para conocer, comprender e intervenir en el mundo en el que vivenEl niño sordo es aquel que presenta una pérdida parcial o total de la audición en la que, aún con amplificación, la señal auditiva es distorsionada e incompleta y la lectura labial resulta ambigua y difícil o imposible de interpretar. La audición en estos niños no es útil a los efectos de la comunicación.El niño hipoacúsico, por otro lado, es aquel niño que posee una disminución de la audición que mediante amplificaci
ón y/o entrenamiento auditivo responde a patrones de desenvolvimiento semejantes a los del niño oyente. Una historia similarMarcos Czajkowski, amigo de Betiana tiene 30 años es sordo y nunca usó audífonos. En 2002 terminó la secundaria en el Instituto Herman Gmainer de Oberá y sin intérprete de lengua de señas. Hace siete años es secretario de la SOS Aldeas y hace tres meses es docente en la escuela de sordos.“La buena voluntad de los profesores y mis compañeros fue fundamental porque me tuvieron paciencia y me ayudaron mucho”, dijo. “Con los chicos de la escuela especial es fácil la comunicación, aprenden todo muy rápido, tengo alumnos de 5 a 12 años”, agregó.Para el futuro sueña con formar una familia y seguir trabajando. “En el mundo laboral con algunos es fácil convivir, pero otros te dejan de lado, es como en la vida. Mi mensaje para los chicos sordos es que estudien porque es muy importante, que no se den por vencidos porque siempre se puede salir adelante”, dijo.





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