POSADAS. El crimen perfecto no existe. Hugo Héctor Medina (58) lo comprendió en la mañana del jueves 4 de febrero de 2010, cuando la Policía golpeó a su puerta. Hasta ese momento, la confianza lo había traicionado, tanto que jamás había pensado en pagar por la muerte de Graciela Ester Ortíz (32), su ex concubina.Sin embargo, en pocos minutos terminó arrinconado. Por el testimonio de una vecina que lo vio cuando golpeaba a la mujer y por la evidencia que las autoridades encontraron en su casa del barrio Don Alejandro, en Garupá.Acorralado por las pruebas, finalmente Medina confesó la autoría del hecho y se declaró culpable. Fue días atrás y, como PRIMERA EDICIÓN pudo confirmar, el imputado se acogió al beneficio del juicio abreviado y aceptó una condena de ocho años de prisión efectiva.La resolución fue homologada por el Tribunal Penal 1 de la Primera Circunscripción Judicial, con asiento en Posadas, tras el acuerdo al que arribó la defensa del acusado y el Ministerio Público Fiscal.El crimen de Ortíz se descubrió alrededor de las 18 del miércoles 3 de febrero de 2010 en un sector abandonado del barrio Nuevo Garupá, cerca del obrador instalado en aquel momento para la construcción de la costanera de la localidad del sur del Gran Posadas.Un vecino caminaba por la zona cuando sintió un intenso olor nauseabundo que despertó sus sospechas. El hedor lo llevó a meterse entre las malezas y caminar varios metros hasta un árbol de varios años. Allí se topó con el horror: envuelto en una frazada, bajo unas ramas, halló un cadáver en avanzado estado de descomposición.Sin saberlo, el hombre había comenzado a develar el crimen. Enseguida llamó a la comisaría de Garupá. Los efectivos no tardaron en recorrer las diez cuadras que separan la dependencia del lugar del hecho y confirmar el hallazgo.La Policía determinó que el cuerpo llevaba unos quince días en el lugar. También que pertenecía a quien en vida fuera Graciela Ester Ortíz, una vecina del barrio Santa Clara III que misteriosamente había desaparecido días atrás.Desde el principio, Medina fue uno de los principales sospechosos para los investigadores, que irrumpieron en su vivienda del barrio Don Alejandro en la tarde del día siguiente y secuestraron importante material de prueba: un pedazo de frazada de similares características al hallado junto al cadáver, un bolso rojo, un trozo de madera, un martillo y un par de ojotas.Pese a todo, la pesquisa terminó de cerrar días después con el testimonio clave de una mujer que conocía a la pareja del barrio y que aseguró haber visto el golpe fatal desde un colectivo urbano.La testigo, es cierto, tardó en denunciar lo que había visto, quizás porque no pensó que aquella agresión desembocaría en un crimen. O porque era “historia vieja” las constantes agresiones de Medina sobre su ex mujer.De una u otra manera, lo cierto es que ante la Justicia la mujer relató que a fines de enero -no pudo recordar qué día- se dirigía hacia Posadas en una unidad del transporte integrado cuando divisó en la calle, caminando, a Ortíz junto con Medina.La testigo siguió con la mirada a la pareja y sostuvo que, a lo lejos, observó a Medina tomar un elemento contundente de su bolso y golpear en el cuello “con gran violencia” a la mujer, en plena vía pública, aunque en una calle desolada.Ese testimonio fue determinante y permitió la reconstrucción de los hechos. La autopsia reveló que Ortíz murió en el acto por traumatismo cráneo-cervical, entonces, Medina llevó el cuerpo hasta el malezal, lo envolvió en un trozo de frazada que llevaba en su bolso y luego lo tapó con ramas del añejo árbol que encontró en el lugar. Después se fue de la escena, como si nada.A casi cuatro años del hecho, Medina debía llegar a juicio oral y público en octubre. Sin embargo, ante la evidencia recolectada en la investigación, decidió acogerse al beneficio del juicio abreviado y aceptó una pena de ocho años de prisión, el mínimo previsto para el delito de “homicidio simple”, por el que fue condenado.





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