PUERTO RICO. Eduardo Krause Feliciano -o Valter Viera Aguirre-una de las tantas identidades que adoptó a lo largo de su extensa vida criminal- se había ganado el respeto de todos en las cárceles del sur de Brasil. Sabido es que, tras las rejas, quien logra fugarse automáticamente se transforma en leyenda. Ni que hablar si logra hacerlo dos veces, mucho menos del mismo penal: ya no se trata sólo de una “realización personal” para aquel privado de su libertad, sino también de una burla para todo el sistema carcelario.Escurridizo como pocos, a Feliciano -con esa identidad fue juzgado varias veces en Brasil- no le costó cruzar la frontera y llegar a la Argentina. Mucho menos, forzar los dos candados de la celda en la que estaba preso en la comisaría seccional Segunda de Puerto Rico, el último domingo por la mañana. No sabía que esa sería su última fuga.Ese día, a última hora, la Policía provincial lo ubicó en un barrio de la ciudad. Rodeado, el criminal forcejeó con un oficial al que, según el parte oficial, se le escapó un disparo. El proyectil impactó en la cabeza de Feliciano, que murió horas después en el Hospital Samic de Eldorado. Según le contaron varias fuentes a PRIMERA EDICIÓN, el sujeto era uno de los prófugos más buscados de Brasil tras sus reiterados escapes de prisión, donde cumplía múltiples penas por dos homicidios, incontables robos, amenazas y hasta abigeato. Su cinematográfica vida, ligada desde siempre al crimen, encontró punto final en Misiones.Dos homicidios y múltiples robosLa última condena que pesó sobre Feliciano fue dictada el 7 de diciembre de 2010 por los tribunales de Santo Ángelo, en Río Grande Do Sul, que resolvieron condenarlo a 8 años, 6 meses y 20 días de prisión por los delitos de hurto y robo agravado por el uso de arma de fuego perpetrados en 2008.Aquella sentencia se leyó con el banquillo de los acusados vacío. Es que a esa altura, la Justicia brasileña no tenía ningún tipo de novedad sobre el paradero del imputado, que ya había sido condenado por dos homicidios perpetrados en ocasión de robo y varios hechos delictivos violentos.Hasta antes de que cayera detenido en Misiones, la última novedad fehaciente que habían tenido las autoridades del país vecino sobre Feliciano tenía que ver con la insólita doble fuga del complejo penitenciario de Santa Rosa, a no más de 50 kilómetros de San Javier, es decir, a pasos de la frontera argentina.La historia es increíble, digna de un filme estadounidense. Feliciano ya había sido condenado por los dos homicidios y cumplía su condena en dicha prisión estatal cuando en la tarde del 27 de febrero de 2010 aprovechó un descuido de la guardia y literalmente “saltó” los muros y el cerco perimetral del lugar.Parece insólito, pero aún más increíble resulta saber que el sujeto volvería a hacerlo al poco tiempo. El sábado 6 de marzo de ese año, Feliciano fue recapturado luego de robar dos supermercados en Santa Rosa y una agencia de quinielas en el vecino pueblo de Tres de Mayo junto a un cómplice, en una moto robada días atrás en Horizontina, otra localidad cercana. Las autoridades también lo involucraron con un quinto robo perpetrado en la oficina de correos de Giruá, de donde huyó con 10 mil reales. Con poco tiempo en libertad, el recapturado ya había vuelto a sembrar el terror en la zona.Nuevamente encarcelado, Feliciano fue a parar de regreso al presidio de Santa Rosa, pero no estuvo allí más de tres días: el martes 9 de marzo de 2010 -es decir, unas 72 horas después de ser detenido- se las arregló para quebrar los barrotes de su celda, agredir a personal penitenciario y saltar nuevamente el muro hacia la libertad.Después de esa segunda fuga, el condenado pareció haber “aprendido la lección” y directamente se alejó de Brasil. El destino elegido sería Misiones, en Argentina.El escape finalFeliciano permaneció desde entonces en el anonimato, hasta que el pasado martes 10 de septiembre su nombre volvió a sonar, traicionado por sus propios instintos: luego de una intensa búsqueda, efectivos de la Policía de Misiones lo detuvieron por un robo callejero perpetrado horas antes en Jardín América.Por cuestiones de seguridad, las autoridades ordenaron que sea trasladado y permanezca detenido en la comisaría seccional Segunda de Puerto Rico. Nadie sabía que ese hombre había escapado dos veces de una prisión brasileña.Feliciano hizo entonces lo que mejor sabía hacer: escapar. Con la pata metálica de una silla ideó una suerte de “pata de cabra” con la que forzó primero el candado de su celda y, luego, el de acceso al sector de calabozos de la comisaría misionera.Desde el sector de Prensa de la Unidad Regional IV de Puerto Rico, a cargo de la oficial subayudante Silvina Rocha, se informó ayer que el efectivo policial afectado al sector -los otros integrantes de la guardia habían acudido a un alerta- se vio superado y, pese a que logró evitar el escape de otros tres presos, no pudo con el brasilero, que escapó por los techos una vez más hacia la libertad.Fue la tercera fuga de Feliciano. Y la última. Cerca de las 20.40 del domingo, los policías lo encontraron deambulando por el barrio Lote Caram de Puerto Rico. Al parecer, el prófugo confundió un automóvil de Investigaciones de la UR-IV con un remís y se percató demasiado tarde de su error.Buscó refugio en una casa de la zona, hasta donde lo siguió un oficial subayudante que disparó al aire para amedrentarlo. Entonces, Feliciano “se plantó” y agredió con un cuchillo al uniformado. En medio del forcejeo, el arma del policía se disparó y el proyectil dio en la cabeza del prófugo.Fue derivado de urgencia al Hospital Samic de Eldorado, aunque llegó sin vida a raíz de las graves lesiones que sufrió. El policía, en tanto, terminó con heridas cortantes varias, escoriaciones y hematomas, aunque aparentemente se encontraba anoche fuera de peligro.La investigación quedó en manos del magistrado Osvaldo Rubén Lunge, quien actualmente subroga el Juzgado de Instrucción 1 de la Cuarta Circunscripción Judicial. Si bien el juez ordenó una autopsia para confirmar la teoría policial, el testimonio de testigos confirmaría que el disparo se produjo involuntariamente. Fue el tiro del final para Feliciano con una última lección de vida: nadie puede escapar de la muerte.





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