La regulación del apetito se lleva a cabo mediante un sistema complejo y altamente sofisticado en el que participan varias decenas de sustancias. De todas ellas, la que más interés despierta actualmente es la leptina -del griego leptos , “delgado”-, una hormona secretada por las células grasas o adipocitos que informa del estado de las reservas energéticas. Los científicos descubrieron que los niveles de leptina resultan claves a la hora de consolidar nuestros hábitos alimentarios, de tal forma que a mayor cantidad de hormona menor es la sensación de hambre. Por otro lado, en ayunas o tras una restricción calórica intensa, los niveles leptínicos caen bruscamente, lo que causa un aumento del apetito y una disminución del gasto energético. Un equipo del Centro Médico Southwestern de Dallas, en Estados Unidos, comprobó que suministrando una dosis extra de leptina a animales de laboratorio se reducía la ingesta y los adipocitos comenzaban a quemar grasa de forma intensa. Concretamente, el experimento produjo una pérdida de hasta una cuarta parte del peso de cada ejemplar en solo dos semanas.Tras observar el tejido graso de los animales a la luz del microscopio, los investigadores comprobaron que los adipocitos habían reducido su tamaño y aumentado el número de mitocondrias, las centrales energéticas celulares. Por su parte, Richard Simerly, de la Universidad de Ciencias de la Salud de Oregón, comparó la evolución de ratones genéticamente modificados, sin leptina en el organismo, con la de ratones tratados con dosis suplementarias de hormona. Mientras que los primeros alcanzaron la madurez con obesidad mórbida y una sensación de hambre perenne, los segundos lo hicieron con una delgadez extrema y sin mostrar el menor interés por la comida.





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