POSADAS. Ya se lo extrañaba por estos pagos y felizmente volvió. El sábado, Marito Bofill se reencontró con el público misionero, en el auditórium del Montoya, y compartió una noche maravillosa, cargada de historias de pueblo, añoranzas, clásicos que no pueden faltar y con esa picardía de siempre, que lo hace único. La gala tuvo un arranque lleno de gracia y talento con la Compañía de Arte, dirigida por Luis Marinoni, que cautivó al público con “La Bailanta del Turco Miguel”. Con personajes típicos de las bailantas, la Compañía hizo reír a la platea y se llevó cálidos aplausos. Es de destacar que la velada contó con la amena conducción de Roberto Acosta, creador del programa radial “Misiones y su gente”.Después de la danza, Los Brítez dieron un gran espectáculo que conjugó talento y amor por el chamamé. Alan (en bandoneón), su hermano Nazareno Brítez (en primera guitarra), Pancho Villasanti (en contrabajo) y Sergio Cabrera (segunda guitarra) compartieron canciones de su segundo disco, como un emotivo chamamé titulado “Tras los pasos” (que le da nombre al álbum) y clásicos chamameseros. Generosos, Los Brítez invitaron al músico e intérprete correntino Leo Zarur -finalista de “Soñando por Cantar”- en Corrientes, quien sorprendió con el caudal de voz y su carisma al cantar “Puerto Tirol”. El pedido de “otra” estalló y Leo bajó del escenario y en las escalinatas, bien cerquita del público interpretó “Galopera”. La despedida fue emocionante, con una versión de “La Calandria”, de don Isaco Abitbol y otros clásicos. Con aplausos y más aplausos, todos festejaron este gran momento vivido junto a Los Brítez. A principios de año, la salud le jugó una mala pasada a Bofill y nos dio un gran susto, pero sin dudas, para él la música es sinónimo de vida y ni bien se recuperó, comenzó a recorrer escenarios del país con sus entrañables historias. Su regreso a Posadas fue ovacionado de pie. Acompañado de Raúl Alonso en acordeón; Alfredo Alegre, en bandoneón, y Adolfo en teclados, llegó entre calurosos aplausos y avisó “tengo un problema, mi actuación dura entre diez minutos y cuatro horas”, ante la risa de todos.Luego, Marito llevó al público a conocer por dentro la tradicional pista “Punta Tacuara”. Los chamamés rápidos, seguidos de los chamamés lentos, “esos que suenan en la costa del Paraná y que al escucharlos tenés la obligación de enamorarte”-dijo- fueron parte de su repertorio.Encantadores y ocurrentes relatos de las pistas “popular” y “social” se fueron mezclando con el humor que lo caracteriza y emocionó con canciones como “Conjunto Pena y olvido”, “Estudiante del interior”, Yapeyú, mi padre y yo”, “Juan Chifla”, “Si no vuelvo”, un tema que compuso para los argentinos que viven en el exterior, entre otros. Marito tuvo dos invitados que le dieron a la noche un plus especial: su hijo Chingoli Bofill que dejó a la luz que heredó el talento de su padre en el acordeón y cerca del final llegó Vanessa Avellaneda que cantó a dúo con Mario: “Oh che gente cuera” y “María de los Luceros”.Marito se despidió con “Requecho” y después del intenso pedido de “otra”, cantó “Cantalicio vendió su acordeón”. El auditórium se puso de pie y aclamó al querido músico correntino, a la espera de un pronto reencuentro.





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