POSADAS. El crimen perfecto no existe. Pero hay hechos que, por una u otra cuestión, bien podrían acercarse a ese oscuro objetivo. Sólo el tiempo dirá si el de Jorge Manfredi (51) es uno de esos casos que perduran a través de los años sin resolverse. La posibilidad de que todo haya ocurrido en medio del río o en la costa, sin testigos, atenta contra el trabajo del centenar de especialistas que trabajaron y trabajan en la investigación desde hace seis meses.El cadáver del empresario avícola apareció a las 19.50 del miércoles 16 de enero de 2013. Aunque en un principio se pensó que se trataba de un incidente náutico, la autopsia reveló que había muerto al recibir tres golpes en la cabeza con un elemento “romo”, un remo quizás.El cuerpo fue hallado a un par de kilómetros de lo que queda de la Isla del Medio, cerca de la costa paraguaya. Se dijo de todo. Desde “piratas” del río hasta un ajuste de cuentas por haber visto algo que no debía en medio de las turbias aguas del narcotráfico, pero nada pudo comprobarse y hoy el abanico de hipótesis sigue abierto.Mientras tanto, el trabajo de los detectives sigue. Hasta ayer, en la Secretaría de Apoyo para Investigaciones Complejas del Poder Judicial -a cargo de Fernando Castelli- continuaban las pericias sobre el estado contable de la empresa avícola que administraba la víctima, que legalmente estaba a nombre de uno de sus familiares.Fue después del allanamiento ordenado por el magistrado Fernando Verón, titular del Juzgado de Instrucción 3 de Posadas, llevado a cabo en la mañana del martes 5 de marzo en uno de los locales de la pollería, sobre avenida Uruguay al 4.200. Pasaron más de cuatro meses y, hasta ahora, esas pericias tampoco arrojaron nada de interés para la causa.Además, pese a que el trabajo se realizó una y mil veces, por estas horas los detectives continuaban rechequeando los contactos de Manfredi y analizaban una vez más el entrecruzamiento de llamadas desde su teléfono, hallado en el jet-ski con el que había partido desde la costa argentina hacia rumbo desconocido.Desde ese teléfono, la tarde anterior al hallazgo del cuerpo se había comunicado con los responsables de la guardería náutica que había contratado para avisar que estaba en la Isla del Miedo y había perdido las llaves en el agua. Esa fue la última vez que alguien lo escuchó con vida. Al menos en tierra firme.Sobre el jet-ski, en su momento la Justicia halló pequeñas manchas de sangre diseminadas en toda la nave. Sólo fue eso, ya que al no haber siquiera sospechosos, las pericias genéticas se tornan poco útiles para los investigadores.“Hasta ahora, sólo el Paraná sabe a ciencia cierta qué fue lo que pasó aquel día. No hay testigos, nadie que pueda agregar más de lo que ya está en el expediente”, le contó ayer un investigador a PRIMERA EDICIÓN, a la espera de que surja algún indicio, alguna pista, alguna evidencia que permita encaminar la “lupa” de los detectives nuevamente. Y es cierto. Porque al menos por ahora, sólo el río sabe quién mató a Jorge Manfredi.




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