PUERTO RICO. La soledad, a veces, duele más que la pobreza. Pero es agobiante cuando ambas se sufren juntas. En una precaria vivienda del barrio San José de esta localidad, viven dos adultos mayores, Germán Fernández (64) y Elsa Castillo (57) que saben de pobreza y de soledad. Para llegar a la vivienda hay que avanzar por la calle Maipú, después del empedrado, hasta donde empieza la bajada pronunciada. Germán y Elsa no pueden caminar pero para acceder a su vivienda hay que subir por una escalera. Es la ex nuera quien presenta con dulzura a los dos ancianos: Germán es diabético y perdió una pierna hace unos meses a causa de la enfermedad y ya sin poder trabajar de albañil, como lo hizo toda la vida, se quedó completamente a merced de los demás. A su lado, Elsa, su esposa, su compañera, llora por los dolores sentadita en una silla de ruedas en muy mal estado. Es casi las tres de la tarde y todavía no almorzaron. En la cocina se puede ver un guiso a medio hacer, pues habían estado solos todo el día (como a menudo pasa) y Germán entre atender a su esposa, más la dificultad de que su silla de ruedas no rueda, no lo pudo terminar.Abandonados a su suerteLa pobreza y la enfermedad, verdugos diarios que lastiman lento, pero no tan fuerte como el abandono. Germán y Elsa viven solos y no tienen quien los cuide, quien los atienda, quien les haga las compras, los lleve al médico o les prepare un mate, ya que a pesar de tener tres hijos ninguno vive en Puerto Rico, solamente una hija, que los visita de vez en cuando. La única que va a verlos casi todos los días y les da una mano es Francisca, quien a pesar de ser la ex nuera (estaba casada con uno de los hijos y ahora está separada) los atiende como si fueran sus propios padres y hace todo lo que puede para ayudarlos. Fue Francisca la que acudió a los medios de comunicación para que, a través de estos, la sociedad conozca la situación de Germán y Elsa. Francisca confía en la solidaridad de los misioneros. “Necesitan alguien que los cuide, camas y colchones ya que es donde pasan la mayor parte del día, y necesitan por lo menos una silla de ruedas”, sintetizó Francisca. Germán confió que se conforma con una sola silla de ruedas aunque a simple vista se observa que ambos necesitan este elemento. “Yo me puedo manejar con las muletas, pero me gustaría tener por lo menos una silla de ruedas para sacar a mi señora a pasear de vez en cuando, llevarla a la plaza, que se despeje un poco. Mirá, si a mí me pasa que a veces tengo más ganas de llorar que de procurar algo ¿imaginate ella que está mucho peor que yo?”. Germán a pesar de no tener una pierna hace un gran esfuerzo por cuidar a su esposa, quien también es diabética; le cambia los pañales, la limpia, la baña, y trata de acompañarla lo más posible para que no se deprima más de lo que está.Si alguien los quiere ir a ver ya saben dónde viven en el barrio San José de Puerto Rico, o pueden comunicarse al celular de Germán: (3743)450520; o al de Francisca: (3743) 443598.





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