SAO PAULO, Brasil (AFP-NA). Miles y miles de brasileños se volcaron a las calles de unas cien ciudades del país para exigir servicios públicos de calidad y denunciar los gastos del mundial de fútbol, pese a una ola generalizada de rebajas del precio del transporte.La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, a su vez, canceló el viaje que tenía previsto la semana próxima a Japón debido a la convulsión social que vive el país.En Salvador de Bahía, la Policía disparó gases lacrimógenos y balas de goma contra manifestantes concentrados a dos kilómetros del estadio donde jugaron Nigeria y Uruguay por la Copa Confederaciones, que tiraron piedras para intentar traspasar una barrera para aproximarse más al recinto, según periodistas de la AFP en el lugar.Al menos un manifestante fue herido por bala de goma y también hubo un policía lastimado.Miles de personas gritaban “¡el gigante despertó!” y coreaban consignas contra la presidenta Rousseff, contra la homofobia y el racismo.Miles más se concentraron en la iglesia de la Candelaria, en el centro de Río de Janeiro, con el plan de marchar hacia el estadio Maracaná, donde se enfrentaron España y Tahití. “¿Hay mucha gente en el Maracaná? Imagina en la fila de la emergencia de un hospital público?”, decía una pancarta.La Policía impidió a usuarios del metro descender en las estaciones cercanas al Maracaná para evitar que se concentren allí manifestantes. Por la noche se produjeron graves incidentes en varios puntos de la ciudad.En Recife, otra sede de la Copa Confederaciones, más de 50 mil personas ganaron las calles, según la Policía. A medida que la multitud avanzaba pacíficamente por el centro de la ciudad, la gente les lanzaba papeles blancos desde lo alto de los edificios.Indignación generalLas protestas, que han dejado perplejo al Gobierno de izquierda de Rousseff y a la clase política en general, comenzaron exigiendo la revocación del aumento del precio del boleto de autobús, metro y tren. Sin embargo rápidamente sumaron otros reclamos y denuncias, como los 15.000 millones de dólares de dinero de los contribuyentes destinados a la Copa Confederaciones y el mundial 2014.Los manifestantes, en su mayoría jóvenes, educados y de clase media, expresan su indignación por el aumento del costo de vida y la mala calidad de los servicios, en momentos en que el país, mundialmente famoso por sus programas sociales que sacaron a millones de la pobreza, registra un decepcionante crecimiento económico y una inflación en alza.También denuncian la corrupción arraigada en la política brasileña y reclaman mayores inversiones en educación, salud y seguridad. Son las mayores protestas en dos décadas en Brasil, un país donde la población no acostumbra a salir a las calles a expresar su descontento.Por primera vez, el Movimiento de campesinos Sin Tierra (MST), la Unión Nacional de Estudiantes (UNE), la Central Única de Trabajadores (CUT), el PT y el Partido Comunista de Brasil (PCdoB), entre otros, se sumaron a los manifestantes, que rechazan desde el inicio de las protestas toda vinculación política.Mucho más que 20 centavosLa marcha atrás de más de decenas de alcaldías y gobiernos estatales en el aumento del precio del boleto de metro, tren y autobús no logró frenar las protestas.Las ciudades de Belo Horizonte y Campo Grande han comunicado planes para rebajar el precio del transporte público, siguiendo los pasos de Sao Paulo, Río de Janeiro, Porto Alegre, Cuiabá, Recife y Joao Pessoa.La convocatoria para la protesta en Río de Janeiro, bajo el lema “Son más que veinte centavos”, en referencia al anulado aumento del precio del boleto de autobús de 1,34 a 1,44 dólar, ya contaba con más de un millón de seguidores en Facebook, y 250 mil confirmaron asistencia.En Sao Paulo, eran más de dos millones de seguidores y casi 300 mil indicaron presencia. En la capital, una ciudad diez veces menor que Sao Paulo, medio millón de personas había sido avisada a través del evento “Despierta Brasilia” y más de 50 mil indicaron presencia.Las manifestaciones han sido en su mayoría pacíficas, pero en varios casos subgrupos violentos se han enfrentado con la Policía y protagonizado saqueos y actos de vandalismo. La pesadilla del transporteTrenes destartalados, autobuses repletos que avanzan a paso de tortuga en medio de monstruosos embotellamientos, un metro insuficiente para atender la demanda, minibuses clandestinos e inseguros. Bienvenido al transporte público en Brasil, caro como en el primer mundo y deficiente como en el tercero, que ha detonado masivas manifestaciones en todo el país.El reclamo por un boleto más barato y un servicio de mayor calidad es una de las principales reivindicaciones de las mayores protestas callejeras en el país en veinte años, que tienen lugar durante la Copa Confederaciones y a un año del mundial de fútbol.Las autoridades de Sao Paulo, Río de Janeiro y varias otras ciudades dieron marcha atrás esta semana en los recientes aumentos del boleto de metro, autobús y tren, pero multitudinarias protestas fueron convocadas de todos modos este jueves en ochenta ciudades del país, a través de las redes sociales.“El transporte público brasileño es en general deficiente, especialmente en las grandes ciudades, ya que no es capaz de atender la demanda. El pecado original es que no hay suficiente transporte sobre rieles, sobre todo metro, y sin esto no se puede mejorar”, dijo a la AFP Marcos Cintra, vicepresidente de la Fundación Getulio Vargas en Sao Paulo y experto en planificación urbana.Para muchos de los 194 millones de brasileños, sobre todo los más pobres, que no tienen automóvil, viven más lejos de donde trabajan y en zonas donde hay menos opciones de transporte, llegar al trabajo o regresar a casa cada día representa una pesadilla.Ricardo Jefferson, un músico de samba de 29 años de la Baixada Fluminense, un suburbio popular de Río, tiene un trayecto diario de dos a tres horas en autobús para llegar a su trabajo en el centro de la ciudad, y otro tanto para regresar.“El transporte es escaso y el pasaje es muy caro para lo que ofrecen. Lo único que funciona en Río es el metro, porque el tren es una porquería, y en autobús mi trayecto puede llevar hasta casi cuatro horas”, dijo a la AFP mientras aguardaba el tren en medio de confrontaciones entre manifestantes y la Policía frente al estadio Maracaná el domingo pasado, durante un partido de la Copa Confederaciones.“Trabajo como loco, estoy cansado, y cuando voy a tomar el tren o el bus están repletos, uno se siente maltratado”, se queja.Para Marcio d’Agosto, coordinador del programa de ingeniería
del transporte de la Universidad Federal de Río, la insatisfacción popular es fruto de la falta de inversiones en los últimos cincuenta años.“Si vemos un filme sobre transporte público en Brasil en los años 50 y lo comparamos con la situación hoy, veremos que nada cambió”, dijo.Hasta el alcalde de Río, Eduardo Paes, admitió esta semana que el transporte público en la ciudad es “de muy poca calidad”. “Son muchos años sin inversiones”, sostuvo.





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