APÓSTOLES. Son múltiples las razones que pueden llevar a que una familia campesina decida abandonar la vida en la colonia, para buscar oportunidades en algún pueblo o ciudad. Los bajos precios que tienen determinadas producciones en el mercado local, la falta de estímulos para magnificar la rentabilidad de la producción, la imposibilidad de seguir trabajando la tierra, y la necesidad de estar cerca de los centros urbanos, son solo algunos de los motivos del éxodo rural. En este sentido, y aunque estadísticamente ninguna medición lo estipula a ciencia cierta, al menos en la zona conocida como Colonia Apóstoles -el radio rural de la cabecera del departamento homónimo- existen parajes donde las familias han migrado de a decenas hacia el pueblo en los últimos años. El reverso de la historia, la escriben quienes apuestan por quedarse en la colonia, agudizando esfuerzos por subsistir de la producción. Son familias que han decidido permanecer en sus chacras, intentando mantener la auto sustentabilidad, diversificando la producción y bregando por no ceder a la presión de marcharse a la ciudad. Esta semana PRIMERA EDICIÓN estuvo recorriendo chacras de pequeños productores de Colonia Apóstoles, buscando los testimonios de aquellos que se aferran a vivir de lo que la tierra les brinda, aun cuando esta opción traiga aparejados muchos sacrificios. Toda una vida en la chacraEn 1901, los abuelos de Mariano Skromeda y un niño que décadas más tarde se convertiría en su padre, arribaron a Misiones junto a un contingente de inmigrantes ucranianos, para instalarse primero en colonia Las Tunas, a unos diez kilómetros de lo que hoy es el núcleo urbano de Apóstoles. “Mi padre tenía apenas cuatro años cuando llegó. Primero en Las Tunas y después se vinieron acá”, contó don Mariano. Cuando dice “acá”, se refiere a la chacra de 25 hectáreas donde él vivió toda su vida. “En esta chacra, cuando ellos llegaron no sabían nada de producción. Ni siquiera sabían qué hacer con la yerba, pensaba que era algo como polenta, pero alguien les explicó cómo se debía hacer mates con zapallitos de campo, y bombillas con tacuarillas, que el agua se calentaba y el mate se ponía adentro del porongo. Así aprendieron a tomar mate. Todo fue duro para ellos, siempre”, agregó Mariano. “Cuando mi padre se hizo adulto, se casó y tuvo doce hijos, yo soy el más chico de los varones. Siempre nos dijo a los varones, uno de ustedes tendrá que quedarse en la chacra cuando yo ya no esté vivo. Y ese fui yo”, dijo el colono acerca de la circunstancia que lo llevó a quedarse en un lugar donde, aseguró sentirse “totalmente libre, tranquilo y sano”. Mariano hoy tiene 79 años -en pocos meses habrá una gran fiesta familiar- , y junto a su esposa Elsa (71) criaron a cuatro hijos, que a su vez les dieron nueve nietos. “Siempre vivimos de la chacra y en la chacra, jamás pensamos salir de acá”, reconoció Elsa. La producción de los Skromeda comprende un par de hectáreas de yerba, diversas hortalizas y cultivos anuales, además de numerosos árboles frutales. También tienen gallinas y chanchos. “La mayoría es para consumo familiar, y lo que sobra lo vendemos en el pueblo”, contó Elsa. Para Mariano, el principal obstáculo actualmente es que “la plata no vale nada, el precio de la yerba es miserable, el colono sufre mucho porque su producción se desvaloriza y además falta que nos ayuden a recuperar nuestros suelos, que los ingenieros y técnicos nos den una mano porque nuestros suelos están muy agredidos”. Sin embargo, como positivo señaló que “acá la tranquilidad es impagable, uno está con sus plantas, sus animales, alimentándose de lo que produce, sanamente, quizás por eso no solemos enfermarnos y aparentamos ser más jóvenes de lo que somos”.Su esposa Elsa reconoció que “creo que nunca podría vivir en el pueblo, la colonia es nuestro lugar en el mundo”. En esta zona, contó Mariano, en los últimos años se han marchado de la colonia unas doce familias. Jóvenes que buscan otro rumboSilvana Skromeda tiene 19 años y es nieta de Mariano y Elsa. Nació y se crió en la chacra de sus abuelos. Pero ya decidió que en algunos años dejará la vida en el campo para buscar una oportunidad como profesional en la ciudad. “Me encanta vivir acá, la paz que existe en este lugar no está en la ciudad. Amo vivir acá, pero decidí estudiar una carrera universitaria porque lamentablemente ya no se puede proyectar una vida en la chacra, ya no es del todo rentable”, sostuvo Silvana, quien está cursando el primer año del profesorado en Economía en Apóstoles. “Casi todos los jóvenes de esta colonia se fueron o se están yendo, la mayoría para buscar trabajo”, contó Silvana. Diversificar Mariela Fassa es una de las feriantes que cada miércoles y sábado se hace presente con sus producciones en el playón de la céntrica Casa del Mate. Su puesto consta principalmente de plantas, además de veinte variedades, que recolecta de su chacra, las cuida, y las vende a precios módicos, junto a otros productos como lianas con formas de víboras, macetas horneadas, nuez pecán en bolsitas, y otros productos. Un puesto aledaño, el de sus suegros, se nutre de verduras, frutas, panes, miel, mermeladas, productos cárnicos frescos. “Necesitás tener de todo, diversificar la producción, porque sino no se podría vivir de la chacra. Nosotros todo lo que producimos lo usamos para nuestro propio consumo, y el resto lo traemos dos veces por semana a vender acá y en la feria franca, y de ese modo vivimos sin tener que irnos de la chacra. Nos gusta la producción y es lo que sabemos hacer”, dijo Mariela. “Cuido mucho de las plantas, me gusta tener variedad, y que lleguen bien lindas a los días de feria, porque tengo mis clientes y se vende bastante bien. Vivir en la chacra es gratificante pero no es fácil, es duro, hay que levantarse muy temprano, cuidar de los animales, trabajar la tierra, las plantaciones, cosechar, salir a vender, es todo un tema. En mi caso por ejemplo tengo una hija de cuatro años que el año que viene empieza la escuela y no tenemos escuela cerca, veremos cómo hacemos para traerla al pueblo todos los días”, explicó. El señor de las frutillasOtra de las chacras visitadas por este diario fue la de Mario Moroz, un colono que desde hace quince a&
;ntilde;os es reconocido como el único pequeño productor que se especializa en frutillas en toda esta zona. “En aquel tiempo, un sobrino mío, que es ingeniero agrónomo, vino de visitas trayendo una variedad de semillas y mudas de frutillas que había conseguido en Mendoza. Ahí planté por curiosidad y ya en la primera cosecha noté que era un excelente producto, así que empecé a multiplicar las mudas y de a poco, a dedicarme, hoy es una de mis principales producciones”, señaló Moroz, para quien, vivir en el campo “no tiene comparación” con hacerlo en una ciudad. “Cuando uno se cría trabajando la tierra, conociendo plantas y animales, muy difícilmente se vaya salvo que las circunstancias lo obliguen. Yo trabajo duro todos los días para poder vivir de lo que produzco”, agregó. Desde hace años, la clientela de Moroz es diversa, e incluye verdulerías que compran las frutas -y panaderos que utilizan las frutillas para tortas y otros productos- y personas que vienen por las mudas. Los precios, por esta época al menos, son realmente accesibles: 2 pesos cada muda y 30 pesos el kilo de fruta. “El cultivo de frutillas tiene sus secretos y requiere de mucha dedicación para que el producto sea bueno. Año a año uno va mejorando, y si no hay grande sequías o muchas lluvias (ambas cosas le afectan por igual), se logra un buen producto. En mi caso nunca uso ningún tipo de químicos, todo es orgánico”, aseguró don Moroz. Hoy en día, su mayor preocupación es la inseguridad: “lamentablemente ya no es tan tranquilo como siempre fue. Tenemos que andar con cuidado. Se roban las vacas, la producción y las casas. Acá cerca, a un colono le entraron, lo maniataron y le robaron todo de la casa. Estamos preocupados por eso, porque antes no sucedían esas cosas”.Comisiones ruralesEste año, el paraje San Isidro, de Colonia Apóstoles, se convirtió en el primer conglomerado en conformar formalmente una comisión vecinal rural, integrada por pequeños productores de la zona. Esta figura, la de comisión rural, tiene como finalidad poder acceder al conocimiento de las actividades y posibilidades que el municipio propicia para el sector de la producción. En este sentido, desde la propia comuna se viene estimulando la creación de nuevas comisiones rurales. Paralelamente, los colonos de la zona rural de Apóstoles, vienen llevando a cabo serios planteos en torno a la inseguridad en las chacras, a partir de hechos de público conocimiento, en los que distintos productores fueron víctimas de episodios delictivos, en algunos casos no exentos de violencia. Una de las propuestas al respecto, fue la creación de una policía rural, que realice patrullajes preventivos en la colonia.





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