OBERÁ (Por Silvia Serafín). La hija de Miguel Ángel Stupinski -la segunda de sus tres hijas- murió hace una semana y su caso fue difundido como un cuadro extremo de anorexia. Pero esta joven de 31 años no murió por anorexia y su papá aceptó contar su historia a PRIMERA EDICIÓN. La tristeza de este hombre es profunda y se refleja en sus palabras, sus gestos y cada espacio de esa casa que compartió con su hija, Rosana, hasta hace pocos días. Miguel Ángel habla, se emociona, se quiebra y llora. Nosotros lo escuchamos y, muchas veces a lo largo de casi tres horas de entrevista, sentimos la necesidad de sacarlo de tema. No sólo hay huellas de su hija por todos lados, también de los cuidados que este hombre le daba: paquetes de galletitas de vainillas, de jugos frutales y de los puflitos que tanto le gustaban. Su dormitorio está intacto y predomina allí el olor a medicamento. El primer sábado de este mes se apagó la vida de Rosana con sus jóvenes 31 años y con el cuerpo cansado de batallar contra una enfermedad que la fue consumiendo lentamente, día tras día. Tenía esquizofrenia catatónica. A los 17 tuvo el primer brote “Hasta los 17 años, ella era una chica normal, siempre le costó mucho estudiar por eso hizo solo hasta sexto grado no más, aunque yo hubiera querido que siga estudiando, que termine la primaria y la secundaria. Una tarde, durante la siesta, todo cambió para nosotros, yo estaba durmiendo y escuché de repente unos gritos fuertes, salí a ver qué pasaba y era Rosana que no paraba de gritar. Sus gritos se escuchaban día y noche y comenzó a ponerse violenta, la llevamos al médico para saber qué tenía y después de mucho andar le diagnosticaron esquizofrenia catatónica y empezó a tomar medicamentos”, relató entre lágrimas su padre.La familia fue cambiando su rutina porque ella necesitaba especial atención, “pasó por diferentes momentos, cuando yo trabajaba se escapó de la casa varias veces, saltaba la reja que mide 1,60 metros de altura de un tirón y salía. Cuando tenía brotes o ataques esquizofrénicos se ponía muy violenta, era difícil para todos atenderla porque reaccionaba de distintas maneras, luchamos mucho para que se recupere pero uno de los médicos nos dijo que esa enfermedad no tiene cura que se puede controlar pero que los brotes siguen apareciendo”, continuó. Stupinski cuenta con buenos vecinos, en Villa Kingren, un barrio distante a unas diez cuadras del centro de Oberá. Cuando Rosana se escapaba durante un brote, tres vecinos ayudaban a su papá a tratar de agarrarla. La chica tenía tanta fuerza que una vez logró levantar a uno de sus vecinos que pesaba unos cien kilos. Peregrinaje médicoRosana fue atendida en Oberá, Posadas, Buenos Aires en el Hospital Militar y el Garraham, “hasta la llevamos a Brasil para ver si alguien la podía ayudar pero fue pasando el tiempo y nada cambió. Hace dos años, ella tuvo una fisura de cadera que le complicó la movilidad, fue operada y en la cirugía sufrió una fractura de fémur, después tuvo osteosporosis en la rodilla, recibió más de cien sesiones de fisioterapia pero le quedaron secuelas y por eso cuando caminaba lo hacía con ayuda de un andador porque se quedó con un 95% de incapacidad”.En noviembre del año pasado la llevaron nuevamente a Buenos Aires donde una junta médica estudió la situación de la cadera, rodilla y pie, finalmente le informaron a la familia que había un alto riesgo en la cirugía y que la joven debería pasar al menos cuatro veces por el quirófano por lo que decidieron no operarla.“La madre falleció de cáncer hace un año y medio, me quedé solo con ella pero para bañarla y cambiarla necesitaba la ayuda de alguien, los vecinos me ayudaron mucho. Hasta ese momento ella me pedía que le cocine marineras con puré o papas fritas y yo le daba el gusto. A fines de diciembre la internamos en una clínica del sistema nervioso para que esté bien atendida pero su estado general fue desmejorando, no quería comer y dejó de hablar, se manejaba por señas. A fines de marzo decidí llevarla a la casa nuevamente y contraté una persona para que me ayude a cuidarla. No sé cuanto pesaba por que no se la podía pesar pero estaba delgadita”, siguió relatando el padre.Una vida difícilMiguel Ángel no sólo cuidó de su hija, sino también de su esposa que vivió los últimos diez años tratando de combatir un cáncer. Sus otras dos hijas se casaron y formaron sus propias familias. En diciembre del año pasado, este hombre decidió internar a su hija en una clínica privada. Allí, Rosana dejó de hablar y su estado físico se deterioró significativamente porque no comía. Aunque los médicos se negaron a darle el alta a la joven, el 26 de marzo su padre la sacó de allí y la llevó a su casa. Durante el tiempo de internación Rosana había perdido mucho peso por lo que trataron de que sumara kilos, pero debido a que no podía morder solo consumía alimentos especialmente preparados.“Le compramos varios vasos con pico para que pudiera alimentarse, tomaba cinco vasos de yogurt bebible por día, leche, licuado con frutas, jugos de frutas, le gustaba el chizito, los puflitos y las galletitas dulces, las últimas semanas empezó a tomar sopa, además consumía un alimento especial a base de carbohidratos, lípidos, proteínas, vitaminas y minerales. Logró reponerse un poco, tenía buen semblante y un lindo color en el rostro pero estaba triste porque no podía caminar, ni hablar y a veces se la notaba deprimida”, recordó el hombre. El primer día de junio, la mujer que cuidaba a Rosana, Cristina, una vecina que la conocía desde chiquita, interpretó las señas que la chica le hacía: le dijo que se iba y que cuidara a su papá. “Después juntó sus manos y se fue”, contó su papá. Él estaba en otra habitación de la casa, esa misma que desde entonces quedó en silencio. Qué es la esquizofrenia catatónicaLa esquizofrenia es una enfermedad psiquiátrica caracterizada por una fuerte disociación de las funciones psíquicas y una desestructuración de la personalidad, que afecta principalmente a adolescentes y adultos jóvenes; de hecho, es la enfermedad psiquiátrica más frecuente.La ciencia médica diferencia cinco tipos de esquizofrenias. La esquiz
ofrenia catatónica, que es la que sufría la joven obereña que falleció el sábado 1 de junio, es una forma de esquizofrenia caracterizada por períodos alternantes de apatía extrema y excitación intensa. Durante la fase de apatía el paciente presenta estupor, rigidez muscular, mutismo, bloqueo afectivo, negativismo, catalepsia y flexibilidad cerea, mientras que en el período de excitación muestra una actividad impulsiva y sin objeto que puede ser desde una leve agitación hasta una extrema violencia. Cada fase puede durar horas, días o semanas y el cambio de una fase a la siguiente suele ser brusco y rápido. El tratamiento es a base de tranquilizantes, antidepresivos o ansiolíticos y psicoterapia.





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