L a exdirectora de ONU Mujeres, Michelle Bachelet, regresó a Chile, después de treinta meses radicada en Nueva York, para anunciar su nueva candidatura a La Moneda. El retorno de la socialista da inicio a la campaña presidencial con miras a las elecciones de noviembre y la ex gobernante inicia la carrera con amplia ventaja: un 54% de los chilenos se confiesa decidido a concederle su voto, de acuerdo a la última encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP).“Me siento muy comprometida con mi país y por eso he decidido volver. Estoy muy feliz”, declaró Bachelet apenas aterrizó en el aeropuerto internacional de Santiago, arropada por un puñado de alcaldes de la Concertación, la coalición de centroizquierda que gobernó desde el retorno de la democracia en 1990 hasta 2010.Con su llegada a Chile, Bachelet pasa a protagonizar la política local y acotar el rango de acción del Gobierno de Sebastián Piñera, que finaliza en marzo de 2014 y tiene una tasa de respaldo del 38%, de acuerdo a la encuesta Adimark. El Ejecutivo, sin embargo, en los últimos meses ha tendido a aumentar su popularidad, presume de un crecimiento económico en torno al 5% y un bajo desempleo (5,9%), y su actuación será clave en la disputa contra Bachelet que emprenderán los candidatos del sector: los exministros Laurence Golborne (15%) y Andrés Allamand (7%).El regreso de la expresidenta también contempla el fin de su estrategia de silencio. Desde que dejó el Gobierno, en marzo de 2010, evitó referirse a temas de coyuntura local y despejar su intención de convertirse en candidata, pese a las presiones del Gobierno y de la oposición que demandaban su pronunciamiento. La expresidenta rompió su discreción en contadas ocasiones, mediante cartas públicas, y la estrategia fue funcional al respaldo ciudadano que ha sido descrito por los analistas como un fenómeno.Bachelet encuentra al bloque de partidos de la Concertación con una popularidad del 22%, considerablemente inferior a sus niveles de apoyo. Las últimas elecciones municipales, sin embargo, fueron un balón de oxígeno para la coalición de centroizquierda, que recuperó alcaldías importantes de Chile y se quedó con el gobierno de un 48,96% de la población. Desde entonces se instaló una nueva correlación de fuerzas: un 36,11% de los chilenos vive en lugares liderados por dirigentes de la Alianza, el conglomerado de Piñera.La ex presidenta llega a Chile preocupada por los niveles de desprestigio de las instituciones democráticas, como el Poder Judicial y el Congreso, y una de las principales incógnitas que deberá despejar en las próximas horas será la distancia que tomará respecto de los sectores que la apoyan. De acuerdo a sus asesores, un círculo pequeño que actúa con discreción total, su campaña estará teñida con dirigentes sociales desconocidos y no por las clásicas figuras de la Concertación. Como en su primer Gobierno, pero con mayor fuerza, se repetirán dos conceptos: caras nuevas y paridad.Bachelet se ha hecho un diagnóstico profundo de Chile desde Nueva York, donde se radicó sin su familia en septiembre de 2010. De acuerdo a su círculo, emprenderá una agenda de reformas profundas que, sin llegar a ser revolucionaria ni izquierdista, se centrará en cinco ítems prioritarios que no se han resuelto en las últimas dos décadas: reforma tributaria, educacional, de salud y laboral y cambios del sistema electoral.En una columna publicada en el periódico La Tercera, el politólogo Robert Funk, del Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile, señaló: “Aunque es cierto que una buena parte de la ciudadanía exige cambios profundos, también habrá presión para no implementar medidas que puedan frenar la expansión económica”.La ex directora de ONU Mujeres comenzará el lunes con sus actividades de campaña y tiene previsto, en breve, comenzar una gira por Chile para escuchar a organizaciones sociales y líderes políticos. El 13 de abril será proclamada por dos partidos de la Concertación, el socialista y el PPD y, después de ser inscrita como candidata, el 30 de junio se medirá en elecciones primarias con el abanderado democristiano, Claudio Orrego (1%); el presidente del Partido Radical, José Antonio Gómez (1%); y su exhombre de confianza y ministro de Hacienda de su Gobierno, el economista Andrés Velasco (2%). Siete claves para entender por qué los chilenos no apoyan a PiñeraEl presidente de Chile, Sebastián Piñera, tiene apenas un 22% de popularidad, la más baja que ha tenido un presidente en este país desde la vuelta a la democracia en 1990. Un año y medio después de su victoria electoral, que llevó al centro derecha por primera vez al poder tras la dictadura, la economía crece al 6%, el desempleo se encuentra en niveles mínimos.Sociólogos, politólogos, académicos y columnistas chilenos se esfuerzan por dar explicación a un desgaste que no se corresponde con la marcha económica del país en términos macroeconómicos y que tiene causas complejas. Cinco de estos expertos aportan para EL PAÍS algunas de las claves para entender por qué los chilenos no quieren ya al presidente que ellos mismos eligieron democráticamente en enero de 2010, tras veinte años de gobiernos de centroizquierda.Uno: la personalidad del Presidente“La personalidad del Presidente es, en mi opinión, el principal problema del Gobierno”, señala Carlos Peña, columnista del periódico chileno El Mercurio. “Ha mostrado un comportamiento que cualquier psicoanalista -con la fría denominación de la literatura- llamaría histérico. El activismo del presidente, quien en vez de leer, conversar, dudar o meditar, simplemente se mueve, parece más preocupado de satisfacer a un amo imaginario (el pueblo, los otros, las audiencias) que de estar a la altura de las expectativas que desata el cargo que desempeña”.No es el único que menciona la personalidad de Sebastián Piñera al explicar su baja popularidad. Casado, cuatro hijos, empresario exitoso, político incansable, piloto de helicópteros y buzo, Piñera ha sido tal vez el presidente más atípico en la historia reciente en Chile. Lo retrata el sociólogo Eugenio Tironi, que ha publicado recientemente el libro que ¿Por qué no me quieren?, donde analiza las causas por las que la ciudadanía le tiene poco afecto al mandatario: “Hace muchas cosas, pero nadie sabe adónde va”.“No lo quieren porque la ciudadanía siente que él no los quiere. Que actúa por amor hacia sí
mismo, que es inmenso, y no por amor hacia ellos”, dice Tironi. “La gente siente que los quiere utilizar, y le responde con su misma moneda: exigiéndole cosas, y juzgándolo por ellas, y negándole gestos de comprensión y de cariño. Los chilenos no tienen conexión emocional alguna con él. Lo sienten muy distante a ellos por historia, estilo de vida, forma de actuar”.Dos: altas expectativas de la genteEl presidente Sebastián Piñera asumió el cargo el 11 de marzo de 2010 tras ganar la segunda vuelta con el 51,6% de los votos contra el candidato de la Concertación (alianza de centroizquierda), el ex jefe del Estado Eduardo Frei Ruiz-Tagle. Fue el primer Gobierno de derecha que llegó democráticamente al poder desde 1958 y lo hizo bajo el eslogan de una nueva forma de gobernar marcada por la gestión y la eficiencia.El rector de la Universidad Adolfo Ibáñez, Andrés Benítez, cree que desde el comienzo esta administración pecó de soberbia: “Se presentó a sí misma como de excelencia, que no necesitaba a nadie y que ella sola podía cambiar los problemas del país. Ahora, que no lo ha logrado, la gente les pasa la cuenta”.Varios de los analistas entrevistados, como el abogado y columnista Jorge Navarrete, hablan sobre el serio desajuste entre las expectativas y la realidad. Para David Gallagher, analista del Centro de Estudios Públicos (CEP), “un gobierno nuevo crea expectativas grandes, por lo que goza al comienzo de mucha popularidad, y luego la gente se da cuenta de que no es tan distinto al anterior. Y eso produce rechazo”. Lo secunda el sociólogo Eugenio Tironi: “La ciudadanía no siente que haya llegado ese país distinto, próspero, eficiente, que él prometió en la campaña. El juró delivery, y la gente le creyó y por esto apostó por él. Mal que mal, es lo que se espera de un empresario. Pero el delivery ha sido mediocre, incluso en la reconstrucción tras el terremoto”.Tres: el menosprecio de la políticaEntre las razones que se han dado en Chile para explicar el bajo apoyo al Presidente está la difícil instalación del gobierno de centro derecha tras dos décadas fuera del poder. Lo explica Andrés Benítez: “Luego de veinte años había nada de experiencia. Esto fue muy grave si se tiene en cuenta que comenzó con un terremoto, donde se requerían acciones urgentes. No por nada la reconstrucción es una de las cosas peor evaluadas por la ciudadanía”.Otra causa del problema: los asesores que escogió para gobernar en su primer equipo ministerial. De acuerdo a Carlos Peña, el presidente chileno repitió una característica del Gobierno de Alessandri (el otro Gobierno de derecha que hubo en Chile, además de la dictadura): decidió erigirse por encima de los partidos y prescindir de los políticos de profesión.“Esto explica que en su gabinete haya nombrado a gestores. Tras esa decisión está el prejuicio de que el buen gobierno exige subordinar la política a la técnica. Piñera no se ha desempeñado bien en el campo de la política -la lucha cotidiana por construir alianzas y ganar adhesiones- debido a esa convicción: él cree que la política, imprescindible a la hora de hacerse del poder, es solo relativamente necesaria a la hora de ejercerlo”, analiza Peña. “Aunque este diseño cambió -incorporando a políticos al gabinete- ese prejuicio todavía sigue rondando: la política no importa”.Cuatro: las ansias de popularidadDavid Gallagher sostiene que Piñera se mostró desde el primer momento demasiado ansioso de ser popular: “Y cuando la gente percibe que alguien quiere ser popular, lo castigan”, dice el investigador del Centro de Estudios Públicos. A modo de ejemplo, cita lo que ocurrió tras el exitoso rescate de los 33 mineros que permanecieron 69 días a 700 metros bajo tierra. “Fue una sobreactuación”, indica Gallagher.También recuerda cuando, tras protestas ciudadanas más bien discretas, el presidente decidió cancelar el proyecto de la planta termoeléctrica Barrancones, saltándose el proceso institucional. “Fue una demostración de ser demasiado sensible a las presiones populares”.El rector Andrés Benítez señala, además, que el propio Piñera ha querido posicionarse como el centro de todas las decisiones. “Nunca actuó en equipo. Y cuando las cosas no resultan, entonces él aparece como el gran culpable”.Cinco: las obras del GobiernoPero, ¿qué ha ocurrido con políticas públicas de este gobierno? Carlos Peña dice que, en estos 18 meses de administración, “no hay nada que augure transformaciones parecidas a las que llevaron a cabo la dictadura (que, cruel y todo, innovó) o la Concertación (que modificó el tipo de Estado que heredó)”.El columnista dice que todos los temas que dan identidad ideológica a la derecha, la disminución de impuestos, la desregulación del mercado laboral o las mejoras en las políticas de seguridad, hasta el momento brillan por su ausencia. Eugenio Tironi añade: “El gobierno de Piñera tampoco ha tenido éxito en lo mínimo que la ciudadanía exige a la derecha: seguridad ciudadana y orden público. Nunca habían habido más marchas y protestas en Chile, y la delincuencia ha vuelto a subir”.Gallagher entrega otra clave: pese al crecimiento económico, a la sólida creación de empleo y a una inflación controlada en el 3%, la cesta básica de la compra ha subido bastante. “Ha bajado el precio de los televisores, de las videocámaras, etcétera, pero ha aumentado el del pan, el aceite, la leche. Y eso es tremendamente impopular en cualquier parte del mundo”, explica el investigador.Seis: no tiene grandes aliadosAl presidente no lo respalda ni siquiera toda la derecha chilena a pesar de haberla llevado al poder por primera vez en dos décadas. La explicación, de acuerdo al académico Andrés Benítez, es que el Gobierno no se preocupó de cultivar socios. Dice que el presidente no sólo dejo de lado a los partidos de centroderecha, sino que los marginó de las decisiones: “Esto contribuyó a que no se sintieran parte del gobierno”, señala el rector de la universidad Adolfo Ibáñez.David Gallagher aporta otro dato: “La oposición ha desempeñado un papel tremendamente desleal. No tanto en los hechos como en la retórica. Y eso ha logrado hacer dañar la imagen del gobierno y del Presidente”.“Se le ve solo”, dice Eugenio Tironi, “buscando protección en una sonrisa que tiene ya mucho de mueca”.Siete: la g
ente se hartó de los abusosEn Chile, este año fue el de las protestas callejeras: la gente marchó para reclamar por la posible instalación de una central hidroeléctrica en la Patagonia, la implementación de más ciclovías, los derechos de las minorías sexuales y, desde hace cuatro meses, por la reforma radical al sistema educacional. El abogado Jorge Navarrete dice que explotó la rabia contra la forma en que origina, usa y distribuye el poder económico, político y social. “Más que una reforma puntual, la gente pide cambio en las reglas del juego: una nueva institucionalidad política y otro pacto fiscal”.Carlos Peña recuerda que Chile ha llevado a cabo un profundo proceso de modernización capitalista que fue conducido por los Gobiernos de la Concertación y que ahora muestra sus déficits simbólicos y la falta de motivación. “No deja de ser paradójico que ese malestar con el mercado -la toma de conciencia de los déficits de participación y de igualdad que posee- se manifieste meses después de haberse escogido un gobierno de derecha y que ello nunca haya ocurrido mientras gobernaba la izquierda, a pesar que, en lo que atinge al mercado, una y otra se parecen. Pero la paradoja es sólo aparente. Durante los Gobiernos de la Concertación hubo mecanismos discursivos que permitían eludir esa sensación de impotencia, u olvidarla; pero ellos no están ahora disponibles”, señala Peña.En este contexto, señala David Gallaguer, se ha producido un cambio en la percepción de la honestidad de los empresarios: “Y, lo que antes era una cualidad en el presidente, ahora es advertido como una característica negativa”. Eugenio Tironi lo resume: “Las personas quieren desquitarse, a través de él, de los abusos que sienten han sido o son sometidos por el mercado. A Piñera (en tanto presidente de la República, y por ende dependiente de la popularidad que le otorguen) lo tienen más cerca que al resto de la elite económica; y esto mismo hace que le pasen la cuenta de todas las frustraciones contenidas”.





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