La elección del ex arzobispo de Buenos Aires Jorge Bergoglio como nuevo Papa Francisco es motivo de orgullo y exaltación para los argentinos, sentimiento que comparten los países latinoamericanos, en los que reside aproximadamente el 40% de la población de confesión católica del mundo.Sobre el trasfondo milenario de la religión cristiana y en atención al monopolio varias veces centenario que en la historia moderna ostentaban los pontífices de procedencia europea -en especial italiana- la designación del sacerdote jesuita argentino nacido en una casa modesta de clase media del barrio porteño de Flores; produjo un notorio impacto.La elección del nombre de Francisco, que en lenguaje vaticano encubre una clave cifrada que anticiparía metas pastorales o ideológicas, se traduce, por los especialistas vaticanos- como una invocación a San Francisco de Asís; a partir de lo cual desde el primer paso que dió el nuevo pontífice, sus actos sugirieron la intención de instalar un nuevo paradigma en el mundo católico, referenciado en la vida austera y la pureza de la fe que caracterizaron al “pobrecito de Asís”.El perfil de Francisco aparece así ajustado a la necesidad urgente que manifiesta la Iglesia Católica de conjurar los fantasmas de internas políticas, desviación moral y corrupción económica que la acosan luego de que se repitieran revelaciones de escándalos sexuales con altos dignatarios eclesiásticos como protagonistas, y que hasta en el Banco del Vaticano se encendiera una luz roja.La misión principal de Francisco sería, estiman los analistas, sacarle las castañas del fuego a la jerarquía vaticana e introducir el raciocinio y la austeridad, tanto en las finanzas como en las conductas de los más conspicuos representantes del Vaticano, para evitar una quiebra -no sólo financiera- del Estado pontificio. El propio pontífice dijo en una de sus primeras manifestaciones públicas que “me vinieron a buscar al fin del mundo”, con lo cual reforzó el perfil que los expertos en la santa sede adjudican a su designación, la figura del reformador que viene de afuera, con los resortes éticos intactos, y vinculado, como latinoamericano; a la religiosidad popular. Con el precedente del gesto de renuncia de su antecesor Benedicto XVI, sin parangón en 700 años de historia del Vaticano, la apuesta a cara o cruz que se juega la Iglesia con el Papa argentino es tan estimulante como difícil de llevar hasta sus últimas consecuencias sin desafiar un sistema de poder enquistado en una larga tradición. En este contexto, la sesgada lectura política que se hizo localmente, provocando que hasta la propia Iglesia tenga que salir desde San Pedro a negar la participación del pontífice en la última dictadura, parece más un síntoma de ciertas desmesuras arquetípicas de la historia política argentina, que un aporte genuino a la comprensión del hecho histórico que es; en sí misma, la elección del Papa Francisco. La embestida política, que en su momento se debió al enfrentamiento entre Bergoglio y el gobierno kirchnerista, no prospera en el contexto actual, no sólo porque no hay pruebas claras de una participación directa en la dictadura, sino porque la discusión actual se refiere al papa Francisco, y no al cardenal Bergoglio, una distinción que en términos de la fe y la dogmática católica, encubre un abismo. Tal parece haber sido la reflexión de la presidenta, Cristina Kirchner, que solicitó y obtuvo una audiencia con el Papa en Roma, pese a que no están lejanos los duros enfrentamientos entre Bergoglio y el kirchnerismo. Varias figuras K, como el vicegobernador de Buenos Aires y el gobernador de Chaco, salieron a desmarcarse de la crítica que los sectores más duros del oficialismo lanzaron el mismo día de la designación. Del lado de la oposición, las declaraciones de beneplácito no ocultaron la intencionalidad política -a su vez inseparable de la puja electoral-, lo que llevó a que se recomendara “dejar el conformismo y trabajar mirando al futuro en lugar de esperar vanamente milagros”. Adelantamiento caroLejos del escenario Vaticano, en Iguazú, en el acto de cierre del encuentro internacional de juezas, la vicepresidente de la Corte Suprema de Justicia, Elena Highton de Nolasco, encaró públicamente al gobernador Closs, al que pidió que Misiones se comprometa en asignar un presupuesto al Poder Judicial para que también en esta provincia pueda funcionar la Ofician de Violencia Doméstica, que con buenos resultados actúa en Buenos Aires y otros distritos. Las excusas de Closs, mencionando la Comisaría de la Mujer y el Ministerio de Derechos Humanos, demostraron una vez más cómo el gobierno provincial tamiza cualquier iniciativa bajo la premisa de privilegiar el control político de la Renovación ignorando la necesidad no sólo de respetar, sino de afianzar la división de poderes.Midiendo la canchaDentro del mismo Frente Renovador, en tanto, se escucharon críticas a la “burocratización” de ciertos dirigentes, en especial a funcionarios que crecieron a la sombra del gobierno de Closs y que en este segundo mandato habrían perdido el ritmo en consonancia con sus escasas posibilidades de figuración a futuro, o al menos esto es lo que se recoge en las usinas del rovirismo. Mientras Rovira le da los últimos toques en estricto secreto a las listas de candidatos, las tensiones internas van en aumento, ya que son pocos los que se resignan a dar lugar a la renovación que -valga la redundancia- sería hoy la única forma de oxigenación de un aparato oficialista en el que pesa el acostumbramiento al poder. El masivo acto que realizó recientemente en Eldorado la Juventud de la Concordia Social, que conduce el ultra rovirista “Toto” Alvarez, estaría en este sentido en línea con la preocupación del caudillo del Parque Paraguayo de insuflar sangre joven a un aparato político que viene perdiendo los reflejos que reclama la pelea electoral genuina; y ni que hablar de la opción “misionerista” que el oficialismo propone. En rigor, el Frente Renovador se creó desde el poder y al amparo del nacimiento de la ola K, a partir de lo cual, si esta, como se presume, pierde el ímpetu de antaño, o cambia el contexto favorable, la renovación deberá demostrar su fuerza nadando contra la corriente, y por lo tanto le es vital mantener la dialéctica de la acción política participativa. En este marco, el Gobierno provincial decidió adelantar, una vez más, las elecciones provinciales para el 30 de junio, desdoblándolas de las nacionales, que se realizarán en octubr
e, con el único objetivo de mejorar la performance electoral del oficialismo, que -hipotéticamente- en octubre perdería entre dos y tres diputados por obra de la nacionalización de los comicios. La oposición denunció, con razón, que el desdoblamiento le cuesta caro a la provincia, que gasta sumas millonarias en una elección que, si se hiciera en octubre, la pagaría el gobierno nacional. El papelón mayúsculo en que culminó la interna radical el domingo pasado; sin embargo, resta expectativas sobre el futuro electoral del centenario partido; pese al complicado armado político que venían haciendo, entre bambalinas, Luis Pastori, Hernán Damiani y otros dirigentes radicales que cerraron negociaciones “a cuatro manos”, con el clossismo por un lado, y el Pro y hasta lo que queda del puertismo, del otro. Según se sabe, las internas de la UCR aterrizarían hoy en la forma acostumbrada en una judicialización, desluciendo el triunfo formal obtenido por la lista que apadrinaron Damiani y Pastori. El Gobierno anunció además, que se pondrá a consideración del electorado la creación de la figura del querellante, en los procesos penales, aprobada por la Legislatura ad referendum del voto ciudadano. Lo mismo debería hacer, pero no lo hace, en cuanto al plebiscito vinculante que exige la ley para poder avanzar con las obras de la proyectada represa de Garabí, Ignorando esta norma legal, el gobierno hace oídos sordos a las críticas de la Comisión por el No a las represas, que se manifestó este martes, “Día mundial de la lucha contra las represas”, pero lo único que consiguió es que, curiosamente, el acto se quedara a oscuras.





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