Posadas. Las cortinas blancas no dejan ver a través de la puerta de vidrio de la Cabaña Jesús Misericordioso, ubicada en el barrio Aeroclub, pero apenas se abre, una sonrisa grande contagia a los recién llegados. “Bendiciones”, saluda Lili, como la conocen todos en el barrio, más aún los niños que diariamente concurren para almorzar y merendar. Un pequeño pasillo lleva a un gran salón, pero antes en una mesita “Lili” saluda a “los ángeles” y agradece la visita. La mujer es Liliana González, quien hace unos quince años se instaló en el barrio con el claro objetivo de brindar una oportunidad a los niños, para que nunca les falte el alimento y regalar amor y buenos consejos para que “el día de mañana sean hombres y mujeres de bien, felices”. Un olor agradable invade el ambiente, en la cocina anuncian que ya está listo el almuerzo y esperan a los niños que comienzan a llegar “por turnos”, porque algunos asisten a la escuela por la mañana y otros por la tarde. Ceci, la cocinera de turno, avisa que ya está preparada para servir. Un grupo de niños se arrima a la mesa y antes de pasar a buscar sus platos entre todos agradecen a Dios por los alimentos. Lili (62) antes de comenzar a contar las actividades mira al cielo y agradece nuevamente a Dios “porque tenemos un Papa Francisco” y por el significado del nombre que adoptó, “es muy importante el nombre que eligió, por la paz, por la cercanía con quienes más necesitan”. “Si le damos la importancia que se merece a las cosas buenas y ayudamos, porque ahí está la cosa, porque muchos te abandonan y justamente lo que hay que hacer es juntarnos todos y hacer la obra de bien”, manifestó convencida la mujer, quien pelea contra una enfermedad, pero no se rinde y muy segura señaló que “cuando Dios decida me va a llevar, mientras tanto sigo trabajando”. Unos setenta chicos de la zona todos los días concurren a almorzar. La abuela de un par de niños se acercó el viernes y colaboró con varios paquetes de porotos, los que se sumarán a la ayuda que realiza el Ministerio de Desarrollo Social. Lili agradeció a “todas las personas, sin decir nombres porque son muchas, para que la Cabaña Jesús Misericordioso siga siendo levantada”. Los niños que concurren a la Cabaña son de distintas edades, pero siempre encuentran las puertas abiertas y un buen consejo. “Muchas madres se acercan a agradecer, porque dicen que no sabe qué harían si no tuvieran este lugar”, contó. “Pienso e invito a que en la vida construyamos y enseñemos eso, hacer y hablar cosas buenas, mirar con ojos positivos”, manifestó Lili, quien enseñó un cuaderno donde dejan sus firmas quienes visitan el lugar. A la Cabaña siempre regresan muchachos y chicas, que hoy ya tienen sus familias pero que de niños asistían para compartir el almuerzo y colaborar con algunas tareas.“Hay muchos chicos que siempre agradecen porque estuvieron en la Cabaña, ahora trabajan y tienen su familia”, dijo Lili. En el cuaderno, entre tantas, se aprecia una frase de un joven que actualmente vive en el Sur, pero que volvió a saludar a “Mamá Lili” cuando visitó a sus familiares en Aeroclub.“Yo les hablo mucho, le pido que se cuiden, siempre hay quienes los tientan con cosas malas, pero les digo que es importante trabajar y ser buenos”, contó. Obras pendientesUn muro perimetral para cerrar el predio donde se encuentra la Cabaña, un polideportivo para los niños y “una combi” es el pedido de la responsable del lugar, quien considera que no es mucho lo solicitado a las autoridades, o a quienes desean colaborar, empresas constructoras, u otros “corazones bondadosos, porque todo es para que los niños tengan mejores oportunidades y posibilidades” (ver recuadro). “Que sean hombres trabajadores”“Había sido lindo trabajar”, dijo una vez un joven a Lili, quien sonrió y comprendió que de a poco entienden de qué se trata el proyecto. “Hay quienes trabajan con abuelos, otros con personas mayores y a mí me tocó trabajar con niños”, manifestó la mujer de 62 años que se siente con fuerzas para seguir luchando por una oportunidad para los menores del barrio, donde muchas familias no tienen ingresos suficientes como para brindar el alimento de manera diaria a sus hijos. “Acá las puertas siempre están abiertas, pueden venir cuando quieran”, agregó Lili, que lamentó que hicieran correr la voz de que el lugar se había cerrado. Una fruta para cada uno de los niños es el postre después del almuerzo. Una niña se acerca a Lili, pide “bendiciones” y se coloca la mochila para ir a la escuela. “Vos no seas terrible”, dice dirigiéndose a uno de los niños de unos nueve años. El chico sonríe como respuesta. La hora pasa y el lugar se comienza a limpiar para la hora de la merienda. Lili despide a todos desde la puerta de la Cabaña y el chofer desde el colectivo que pasa enfrente también la saluda, todos la conocen.





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