POSADAS (Por Gisela Fernández). A los 40 años Carlos Moroz pensaba morir. Por esas cosas de la vida, esa idea se enquistó en su cabeza desde muy joven. Mirarse al espejo le hacía reafirmar su decisión: en 2011, con 38 años, pesaba 207 kilos y apenas podía moverse. Hasta planeó un viaje soñado a Rawson con sus cuatro hijos y su esposa para poder dejarles un hermoso recuerdo.Pero cuando Carlos pensó que ya llegaba al final de su vida murió uno de sus mejores amigos. Y eso le permitió ver todos los dolores y dificultades que debió pasar la familia de su amigo. “Ahí recién dije basta y busqué ayuda, debía hacerlo por mis cuatro hijos y mi esposa”, contó a PRIMERA EDICIÓN un delgado hombre de 1,86 metros. Antes de ser operado con el bypass gástrico, bajó 65 kilos y otros 45 luego de la cirugía. Ahora pesa 97 kilos y en los próximos días será el primer misionero en pasar por una cirugía reconstructiva para eliminar los colgajos de piel en el hospital Madariaga. “La solución a la obesidad no pasa por el bypass gástrico, sino por un cambio en tu estilo de vida y de alimentación. El bypass es una herramienta, nadie te opera la cabeza para bajar de peso, ese cambio depende de uno”, aseveró Carlos. Gordito ¿feliz? “Mis hijos están felices porque me ven mucho mejor, con ganas de vivir. Sólo el más chiquito extraña mi antiguo peso porque se tiraba encima mío y saltaba como en un colchón… ahora sólo le queda hamacarse de los colgajos, que aprovechen ahora porque pronto tampoco eso va a quedar”, bromeó.Con 110 kilos menos, su vida cambió absolutamente. “Todo cambió, mi relación de pareja, la forma de relacionarme con mis hijos… yo soñaba con poder jugar al fútbol con ellos y ahora puedo hacerlo. Antes ocupaba el último lugar, siempre ponía a los otros por encima mío… en todo, en las cosas importantes y en la de todos los días. Eso cambió y fue un proceso que vivimos toda la familia”, indicó.Carlos empezó a engordar a los 24 años y sufrió muchísimo por ello. “Sólo los que pasamos por esto sabemos todo lo que se sufre. No existe el gordito feliz, como la gente cree, porque cuando te quedás solo te sentís realmente mal”, reflexionó. La obesidad no afectó sólo su autoestima y la cuestión estética, tenía úlceras en las piernas que no se curaban nunca, diabetes… “hace tres años atrás llegué a estar un mes postrado, yo tenía una despensa y me acuerdo que me prendía por las paredes para poder atender a los clientes. Después ya no podía moverme y dependía de otros, eso es terrible porque esclavizás a toda tu familia”, contó. Es imposible escuchar a este hombre y no emocionarse. “Una vez iba caminando en el super y, lastimosamente, uno oye la sinceridad de los chicos… uno dijo `¡Mirá ese gordo! ¡Ese tendría que estar en Cuestión de Peso!. Y después escuché las risas a mi espalda. Uno trata de poner buena cara y reírse también, pero por dentro es una procesión”, admitió. Como muchas personas, Carlos no entiende porqué el gordo es motivo de burla “cuando la gente ve a una persona paralítica no se ríe, pero el obeso todavía hoy causa gracia”, dijo. De una bolsita sacó el pantalón que se ponía cuando pesaba más de 200 kilos y mostró los parches descocidos, “mis amigos me reprochaban que lo usara todo remendado pero lo hacía porque estaba a tono con el modo en que me sentía. Es que llega un momento en el que ya no te interesa tu aspecto, te da lo mismo andar limpio, sucio, con la ropa vieja y rota”. Por recomendación médica, cerró la despensa que era su fuente de recursos. “El médico me dijo que era como si un adicto estuviera a cargo de una droguería o un alcohólico una vinoteca. Tuve que elegir entre morirme o vivir”, confío Carlos que ahora trabaja en el Concejo Deliberante. “No encajás en ningún lado”Mónica Costa de Arguibel, de 42 años, sintió que tocó fondo en abril de 2010. Pesaba 150 kilos y, como consecuencia del sobrepeso, se le esguinzaron los nervios del siático. “Estuve tres días en cama en los que tenían que ayudar a levantarme, a ir al baño… o sea que dependía de otra persona para poder moverme y hacer las cosas básicas. Ahí hice el click, comprendí que era el momento de hacer algo por mí. Me pregunté cuánto tiempo más me quedaba para la silla de ruedas… y una silla de ruedas de tamaño considerable”, recordó esta mujer que ya llegó a los 90 kilos. Mónica comenzó a sumar kilos después de tener a su único hijo que está por cumplir 20 años. “Empecé a engordar de a 10, a 12 a 15 kilos hasta que llegué a los 150. Sufría mucho con el tema de la ropa y los zapatos. Sentís que no encajás en ningún lado, te vestís con lo que podés, con lo que encontrás. No querés salir mucho porque sos el centro de atención a donde vayas. Entonces empezás a recluirte y eso se convierte en un círculo vicioso porque te recluís, te sentís mal y comés… cuando te das cuenta ya no te podés ni mover”, reflexionó. Pese a que es aún joven, empezó a sentir el impacto de la obesidad en su salud. “Sufría mucho de presión alta y después empecé con los problemas en las rodillas, llegué a casi no poder mover una pierna. Aún así creo que de todo el grupo que después conocí en el hospital Madariaga, fui la que menos problemas de salud le trajo la obesidad”, señaló. “Hice la dieta del repollo, de la luna, del astronauta…”Como muchos otros gordos, intentó muchas cosas para adelgazar, “fui al homeópata, tomé anfetaminas, hice la dieta de la luna, del repollo, de la sopa, del astronauta… todas las dietas mágicas que pueden haber, siempre con el mismo resultado: bajaba 10 o 15 kilos, me descuidaba y volvía a engordar. Con Herbalife adelgacé mucho pero no pude seguir con el tratamiento por el costo… nunca había tomado conciencia que tenía que cambiar mi forma de vida: tenía que moverme
y comer sano”. Según recordó, cuando decidió adelgazar empezó a investigar sobre la cirugía de bypass gástrico y si se hacía esta operación en Posadas. “Así llegué al médico cirujano plástico Alfredo Marelli en 2010. En ese entonces, imaginate la cara con la que me miraron en el IPS cuando entré con el pedido del bypass gástrico. Todavía hoy no todas las obras sociales cubren esta cirugía, el IPS sí la cubre. Por ese entonces, inicié mi trámite en el IPS con una carta documento y para julio de 2010 me habilitaron un tratamiento pre quirúrgico en el Dieta Club”, relató.Mónica cumplió el tratamiento pre quirúrgico y bajó sus primeros 30 kilos. La primera fecha de cirugía que tenía programada fue para noviembre de 2010 pero 15 días antes tuvo una apendicitis aguda y debió entrar de urgencia a quirófano. Por eso, tuvo que dejar el bypass para el año siguiente. “Pero en 2011 ya se entró a complicar, un grupo de personas que estaban en mi misma situación ya había entrado al hospital y eran muchos más los afiliados del IPS que estaban en espera. Durante 2011 fueron suspendidas en varias ocasiones las cirugías, una de esas veces -en noviembre de 2011- ya estábamos los pacientes internados para entrar a quirófano, con dieta líquida. Nos dijeron que sólo uno podía operarse y que eligiéramos: estábamos Cristina Solís, Carlos Moroz y yo. La elegimos a Cristina porque era la que más necesitaba la intervención por cuestiones de salud”, recordó. El 16 de marzo de 2012 se operó Carlos Moroz y Mónica el 26 de abril de 2012. “Ahora peso 90 kilos y debo llegar a 82, pero a mí me gustaría llegar a 70”, confesó. Desde entonces, su vida cambió mucho. “Ahora puedo caminar y disfruto hacerlo porque no me duele nada. Mis vínculos cambiaron muchísimo, con mi hijo estamos en un proceso de cambio y crisis porque antes era dependiente de él y ahora tengo vida propia y me priorizo, me arreglo, me compro ropa… antes estaba todo el tiempo frente a la tele, tomaba pastillas para dormir y me costaba mucho levantarme al día siguiente. Ahora, empiezo el día con otra actitud”.





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