Luego de que la semana pasada la intervención maratónica de la presidenta Cristina Kirchner en la sesión de apertura del nuevo período parlamentario del Congreso dejara en el centro del debate la propuesta de “democratización de la Justicia”, que impulsa el gobierno, el escenario político se vio sacudido por el impacto de una muerte anunciada, la del líder venezolano Hugo Chávez.Si bien el deceso era esperado desde antes de que el presidente bolivariano ganara su última batalla electoral, el hecho conmocionó a su país que respondió con un multitudinario acompañamiento popular en unas exequias que alcanzarían siete días de duración, y que tuvieron su punto cúlmine el viernes, con el funeral del que participaron 30 jefes de Estado. El fallecimiento prematuro, antes de cumplir los sesenta años, y en pleno ejercicio del poder tras catorce años en la presidencia de su país, y su acción perseverante por la unidad de los países latinoamericanos -que se plasmaría en la creación de instituciones como Unasur y proyectos como el Banco del Sur- hacen que la figura del venezolano, exaltada y denostada por igual, se asegure un lugar permanente en la iconografía política latinoamericana. Desde el martes en que, curiosamente en el “Día de la eficiencia energética”, se produjo su fallecimiento, los medios le dedicaron una cobertura constante, dando cuenta de la proyección política inusual que alcanzó, a nivel internacional -y en especial por sus críticas a la política exterior de los Estados Unidos-, el temperamental impulsor del “socialismo del Siglo XXI”. A pesar de las antinomias ideológicas que convocó con sus acciones y declaraciones decididas y frontales, o precisamente por ello, fue un actor destacado de la escena política global y redefinió, o resignificó el debate Norte-Sur, instalándose como el radicalizado precursor de toda una ola de gobiernos progresistas en la región. La decisión de sus herederos políticos de embalsamar sus restos para exhibirlos en un supuestamente atemporal “Museo de la Revolución”, representa, en tanto, el lado más controversial del liderazgo que ejerció el venezolano, que se mantuvo en el gobierno en base a elecciones democráticas, pero concentró fuertemente el poder en su persona y en el Ejército que lo acompañó. Este viernes, tras el funeral de Estado, el vicepresidente Nicolás Maduro dio inicio a una difícil transición política al jurar como nuevo presidente encargado de Venezuela.La oposición llamó a un boicot y cuestionó que Maduro haya asumido el cargo de presidente y al mismo tiempo se proyecte como candidato del oficialismo, algo que no admitiría el Artículo 22 de la Constitución bolivariana, según la interpretaron. El ex canciller Maduro fue designado por el propio Chávez como su sucesor; en una muestra de un estilo personalista que no deja sucesores notables y abre un compás de incertidumbre sobre el futuro político de la Venezuela post Chávez. La promulgación de una ley de hidrocarburos en el año 2001, que obligó a todas las multinacionales interesadas en explotar crudo en el país a constituirse en socias minoritarias de la estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA), puede considerarse la síntesis del modelo chavista, que hizo del manejo de la renta petrolera su marca de fábrica. Las transferencias financieras de recursos originados en el petróleo hacia los sectores menos favorecidos de la población explican los indicadores sociales positivos que sobreviven al líder bolivariano: “La inversión en rubros sociales en Venezuela pasó, por ejemplo, del 52,8% del presupuesto en 2001 al 70% en 2010 y la pobreza bajó del 49% en 1999 al 27% en 2010, la mayor caída en la región en ese período” (CEPAL). Del otro lado, el modelo no pudo evitar una alta inflación, que no cedió a pesar de los controles cambiarios, de divisas y de precios. La inestabilidad económica hizo que “hasta 2013 el Bolívar se haya devaluado cinco veces; y llevó a que en 2010 el Gobierno imponga un mecanismo secundario de entrega de divisas con un tipo de cambio superior al oficial”.Internas radicalesPor otra parte, y haciendo foco en lo provincial, la noticia más destacada se dio en el marco de la Mesa de Diálogo entre el gobierno y los policías, donde el Ejecutivo otorgó finalmente un aumento salarial de 24%, tras arduas negociaciones, temeroso de reeditar los tiempos del levantamiento policial que puso contra las cuerdas a la administración clossista. También habría un aumento de casi el 25% para los judiciales, otro sector en el que campea un fuerte descontento por el retraso salarial. En la administración pública en general, el descontento por los sueldos de hambre, entre los más bajos del país, se combina con la decepción de ver que desde 1996 (“antes de que asuma Chávez”, ironizó un dirigente sindical) se mantiene congelada la antigüedad. Hoy, por otra parte, se definirá la atomizada interna de la UCR misionera, en un acto eleccionario en el que compiten cuatro listas; exageración que para los observadores externos -y hasta para dirigentes históricos que miran de afuera- muestra el fracaso de ubicar al partido como clara opción electoral opositora con identidad radical. El divisionismo interno sería funcional a intereses políticos ajenos a la UCR, y en algunos casos encubre alianzas explícitas, como lo hizo ver esta semana la denuncia pública de un grupo de dirigentes y militantes que renunció a la lista “Integración e Identidad”, orientada por el edil y presidente partidario, Hernán Damiani y el diputado Luis Pastori. El ex apoderado y candidato a diputado provincial, Javier Mela, y Darío Acosta, asesor del bloque de concejales de la UCR, junto a otros militantes del riñón de Damiani, denunciaron que éste actúa “por intereses vinculados a algunos actores externos del partido”, y reclamaron que “no podemos ser un apéndice más del gobierno de turno”. El pacto entre Damiani y Closs habría incluido contratos en el IFAI a gente de Damiani, según versiones y – lo dijeron al aire los dirigentes que se fueron- el encargado de finiquitar la operación habría sido el ministro de Derechos Humanos “Perico” Soria Vieta. La intromisión en la interna ucerrerísta, a su vez, sería una estrategia del clossismo para fortalecerse desde el p
artido en un eventual ajuste de cuentas con el rovirismo. Paralelamente, desde el sector de Closs se mantienen buenas relaciones con sectores del PRO y hasta del peronismo anti K, lo que, sumado al declarado “cristinismo” del gobernador misionero, despierta suspicacias. El gobernador, sin embargo, como juega a dos puntas, “no tolera que se hable de traición por el antecedente de Cleto Cobos”, confió una fuente. Por último, y en otra vereda política de la provincia, en el PJ misionero se afianzó la postura del senador Irrazábal de mantener el congelamiento partidario hasta diciembre; evitando así que una interna anticipada se pueda transformar en una incómoda señal para el kirchnerismo.





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