POSADAS. Hebe y Luis se conocieron como solían conocerse las parejas en los años 50: ambos eran del interior de la provincia de Córdoba, y coincidieron en un baile del pueblo. Ella tenía 17 años y él 20.“Ya iban a pasar la última canción, porque antes el baile comenzaba a las 9 de la noche y a la medianoche, irremediablemente terminaban. Y bueno, por fin pasó. Él era muy serio y muy callado, pero esa noche después de tanto mirarme se animó”. El relato de Hebe, con los ojos entornados y ensoñadores, se produjo 62 años después, luego de la celebración de sus 60 años de casados. Nada menos.Hebe tenía 19 años y Luis 23 cuando se casaron. Fue un 28 de febrero de 1953, y el joven tenía que venir a la tierra colorada para trabajar en una empresa forestal en Puerto Piray, lo que ocurrió a principios de marzo de ese año. “La familia de ella no la quería dejar venir. Me querían convencer de que me viniera solo y después la mandara a buscar. Ni loco”, recordó Luis en la jovial charla que mantuvo con PRIMERA EDICIÓN en el patio de la casa donde viven hace 20 años, desde que se mudaron a Posadas. “Mis parientes no querían saber nada de que me viniera a Misiones, se decía que acá andaban con plumas. Pero yo me dije, si mis abuelos se vinieron de Italia a vivir a otro país, ¿yo no iba a conocer el mío? Así que decidimos hacerlo. El viaje duró ocho días. En tren hasta Buenos Aires y después desde allí hasta Posadas. Cuando llegué a la capital me gustó, y me pareció un buen lugar para estar. No me imaginé jamás que el pueblo a donde iba era puro monte y pino hacia donde miraba”, rememoró la mujer.Allí vivieron 40 años, hasta que don Luis se jubiló. Fueron años duros y muy difíciles. Principalmente para Hebe, porque ella se quedaba sola en la casa todo el día.“Recién cinco años después me quedé embarazada de mi primer hijo. La vecina más cercana a mi casa vivía a dos kilómetros. Sólo había pinos por donde mirara. Hubo épocas en las que lloré mucho, pero eso sí. Nadie vio mis lágrimas”, contó.Lo primero que le viene a la memoria, sobre su llegada a Misiones fue cuando bajó del colectivo y se enterró los pies en la tierra roja. “Pensamos muchas veces en volver a Córdoba, inclusive cuando Luis se jubiló analizamos la idea de regresar. Pero todas las raices que echamos están aquí. Nuestros adorados nietos, que nos llenan la vida. No sabríamos qué hacer sin ellos, sus visitas nos colman”, contó la pareja mientras se tomaba de la mano.Cuando se les consultó sobre cuál es la fórmula para caminar juntos tantos años, como pareja respondieron: “la verdad no sé. Nosotros somos tan distintos, él tan serio y yo soy muy extrovertida. Nunca nos hicimos dramas por las diferencias, capaz eso”, analizó la mujer. “La mayoría de mis años los pasamos en Piray. Por mucho tiempo nos veíamos sólo a la mañana y a la noche cuando Luis volvía. Por las tardes cargaba mi hijo en brazos y me iba a visitar a mi amiga. Tenía que caminar dos kilómetros, pero era la única persona a la que tenía cerca. Nosotros, los de antes, no somos personas de hacernos dramas, sino de poner lo mejor día a día. Hacer lo que nos hacía felices”.





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