El renovado semblante de la ciudad de Rosario, copado por modernos edificios, que se levantan como intimidantes vigías sobre la costa, es una postal de líneas simétricas que se diluye lentamente mientras la lancha alarga un tajo en el majestuoso Paraná. En este tramo del sur de la provincia de Santa Fe, el río acompaña el amanecer bastante agitado. Habrá que esperar, entonces, para desembarcar en una isla del delta y entender que el absoluto contraste con la gran ciudad –una atmósfera relajada, que los sonidos de la naturaleza apenas perturban– no despunta en medio de las aguas amarronadas sino más allá, sobre las agrestes playas de El Banquito. Los rosarinos llegan aquí ya desacelerados, despojados de cualquier remanente de estrés. Bajan la voz, incluso cuando se instalan en familia en alguno de los siete rústicos paradores. Mimetizados con los grupos de turistas, cruzan a la isla Charigüé, para caminar e instruirse sobre la naturaleza isleña, restos fósiles, alfarería chaná, primitivos instrumentos musicales y artesanía guaraná en el Centro Cultural, el mejor lugar que encontró para instalar su taller e inspirarse el artista plástico Mario Domínguez Teixeira.El encanto de El Barquito se despliega a lo largo de 3 kilómetros de playa de arena, un espacio más que suficiente para que la paz sea duradera entre los veraneantes que procuran no más que sol y silencio y los adeptos al vóley, el fútbol, el kitesurf y la música estridente.Al día siguiente, una compacta hilera de yates y veleros se interpone inmóvil en la panorámica de la ciudad. Esta vez, el Paraná se presenta calmo, la medida exacta para que disfruten navegantes en todo tipo de embarcaciones: entre las velas quietas se cuelan kayaks, motos de agua, lanchas con pescadores desbordantes de optimismo, algún gomón semirrígido y el barco Ciudad de Rosario, colmado de pasajeros, que dan rienda suelta al ocio desde tres terrazas al aire libre.La animada fiesta rosarina del verano reserva uno de sus escenarios emblemáticos en el extremo norte de la Costanera, poco antes de que el río sea atravesado por la mole del puente a Victoria. El balneario La Florida cobija absolutamente todas las tendencias en materia de moda, música y vanidades, expresadas por hombres y mujeres que ostentan cuerpos rigurosamente cuidados. Pero entre los grupos de jóvenes y familias numerosas también late la pasión por el mate, la paleta y las palabras cruzadas.





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