En el verano, el tiempo libre y el calor fomentan estos deportes. De ahí que chicos y adultos se animen a experimentar nuevas disciplinas. “Agua, buen tiempo y ganas es lo que necesitás para practicar stand up paddle; te animás, te subís a la tabla y te dejas fluir”, dice Facundo Díaz, uno de los primeros “supistas” argentinos y su principal difusor en el país.El SUP no implica una demanda física excesiva ni un control exagerado del equilibrio, de ahí que sea una alternativa ideal para quienes se involucran por primera vez en un deporte de este tipo. “He visto chicos de cinco años y también personas mayores usando una tabla de SUP; no hay una limitación para hacerlo. En media hora podés aprender a montar y a mantenerte en la tabla. Luego sólo queda remar”, dice Díaz, quien resalta que algunos lugares para aprender son Puerto Madero, San Isidro, Mar de Plata y Villa La Angostura.El origen del SUP se remonta a los pueblos polinesios y se lo conoce como el antecesor del surf, pero fue hace diez años cuando tuvo su renacer en las playas de Hawai, para luego extenderse por el Caribe y América del Sur. En esa ola expansiva, Facundo lo conoció y lo trajo a Argentina.“El poder prescindir de las olas y el viento es una ventaja que el SUP tiene sobre otros deportes, además te permite dejar la mente en blanco y descontracturarte con el menor riesgo posible”, dice. Para aquellas personas que busquen un poco más de adrenalina, existen otras modalidades de mayor exigencia, como “waves” (olas) y “race” (carreras).La búsqueda de emoción suele ser un factor que interviene a la hora de elegir un deporte acuático. En el bajo de San Isidro el viento sopla con fuerza; parada en esa orilla está Andrea, una abogada de 29 años que se enfrenta sola, por primera vez, al kitesurf. Tras varios años de posponerlo, decidió aprovechar las vacaciones para tomar las riendas del kite.El agua está repleta de “kiters”, pero Andrea, con una sonrisa de emoción y nerviosismo, intenta recordar su entrenamiento de la semana. El instructor le da la seña, suelta el kite y ella lentamente se aleja de la orilla en un recorrido plano pero lleno de euforia.“El kitesurf es un deporte de adrenalina y maña; controlarlo no depende de tu fuerza, la técnica es la clave”, cuenta Diego Duverges, director de la escuela Buenos Aires Kitesurf, que funciona en el club El Ombú, en Acassuso. Él practicante se encuentra atado a la vela a través de un arnés que lleva en la cintura, lo que le permite controlar con todo el cuerpo el dispositivo. “Lo primero es aprender a controlar la vela y el bodydrag, que es el arrastre del cuerpo generado por el viento; puede ser lo más divertido y peligroso del kitesurf si no se sabe hacer”, dice el instructor. Cada kite cuenta con un sistema de eyección que libera al deportista en caso de que pierda el control.Junto al surf, el windsurf es quizás uno de los deportes acuáticos más conocidos del mundo y millones lo practican. Durante el verano, las tablas y las velas invaden decenas de playas en Argentina y es entonces cuando la curiosidad de quienes no practican el deporte se dispara. “En verano nos llegan muchos alumnos que aprovechan la temporada vacacional y el sol para aprender. En principio, el windsurf necesita de un tiempo para aprenderse, pero una vez que estás en el agua controlando la tabla y la vela, te das cuenta de que vale la pena”, dice un surfista.





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