POSADAS. A tres años de haberse encontrado los primeros caracoles gigantes africanos en Paraguay y Argentina, un niño de seis años fue diagnosticado en Ciudad del Este con estrongiloidiasis, infección producida por el parásito strongyloides stercoralis que se aloja en este caracol. El pequeño, que reside en el barrio Pablo Rojas de Ciudad del Este, ingresó con problemas neurológicos y fue internado de urgencia en el Hospital de la Fundación Tesãi, pero se recuperó satisfactoriamente y cuatro días después fue dado de alta. El dato no es menor pues en Puerto Iguazú, la localidad argentina vecina a Ciudad del Este, se encontró recientemente una gran cantidad de estos moluscos gigantes aunque hasta el momento no se confirmó la presencia del parásito en estos caracoles que habitan en la ciudad de las Cataratas. “Por ahora, sólo tenemos poblaciones de estos caracoles en algunos barrios de Iguazú pero todavía no sabemos si estos bichos están parasitados, este estudio está próximo a realizarse en el marco del Instituto Nacional de Medicina Tropical (Inmet)”, precisó a PRIMERA EDICIÓN el responsable del Programa Animales Venenosos de Salud Pública e integrante del equipo de malacología del Inmet, Roberto Stetson. Las autoridades sanitarias paraguayas alertaron a la población que no toquen a los caracoles pues el contacto con baba puede producir males digestivos, respiratorios o neurológicos.Stetson recordó que el strongyloides stercoralis es un parásito que se encuentra en la baba del caracol gigante africano que afecta especialmente a roedores, “pero si las larvas presentes en la baba toman contacto con el hombre también ocurren ‘migraciones aberrantes’ que tienen interferencias con en el sistema nervioso central y producen lesiones neurológicas que en algunos casos son irreversibles”. Según indicó el experto, el Municipio de Iguazú implementa un programa de control de los caracoles “recientemente tuvimos una reunión donde presenté una propuesta sobre cómo eliminarlos, hemos recogido toneladas de estos caracoles que son terrestres y viven en los jardines, espacios verdes cercanos a los domicilios y también en la selva”. Al ser consultado sobre cómo llegaron al país estos moluscos originarios de África, Stetson señaló que “fueron traídos para la industria gastronómica, como alimento, pero el negocio no resultó y la gente los dejó libres. En nuestra zona se reprodujo ampliamente y en Brasil ya se detectaron varios afectados por la enfermedad parasitaria que trasmite el caracol. Otro caracol bajo controlStetson también es el responsable del equipo de control de otro caracol: el Biomphalaria tenagophila, el huésped que trasmite la esquitosiomasis, más conocida como la enfermedad de las represas. Este programa -financiado por la Entidad Binacional Yacyretá (Eby)- se implementa desde 1981, con altas y bajas. “Hacemos un análisis de estos caracoles que nacen y viven en aguas dulces quietas para controlar la presencia del parásito; hasta ahora realizamos estos estudios de control en la Cuenca del Paraná y la idea es ampliarlo a toda la provincia e incluso el Litoral”, indicó al tiempo que recordó que el aumento de la cota de la represa propició la multiplicación de los espacios ecológicos adecuados para la trasmisión. Hasta el momento, remarcó Stetson: “no hemos encontrado el parásito en ningún caracol”. Este estudio se realiza con una frecuencia mensual en la zona capital “porque se considera que hay mayor riesgo de infección del caracol porque hay densidad poblacional y porque es un polo atractivo a la migración de personas que pueden estar infectada”. En los arroyos del interior, donde hay una menor densidad poblacional, cada tres meses se capturan estos caracoles y se los analiza en los laboratorios.





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