Patricia Couceiro
Máster en Constelaciones
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Cada tanto vuelve a aparecer la frase “estamos en una Nueva Era”. La escuchamos en charlas cotidianas, la leemos en redes sociales e incluso se desliza en discursos de quienes hablan de espiritualidad o bienestar. Pero pocas veces nos detenemos a pensar qué significa realmente un “cambio de paradigma”. ¿Un cambio de ideas? ¿Una tendencia pasajera?
Creo que es algo distinto y mucho más profundo. No se trata solo de mirar al mundo como energía, sino de atrevernos a vernos a nosotros mismos desde ahí. Somos energía. Somos sonido. Somos vibración. Y aceptar eso implica mover los cimientos con los que aprendimos a entender la vida.
Lo primero que hicimos en este camino del despertar como fue volver al cuerpo. Empezamos a hablar de alimentación consciente, de hacer ejercicio, de reducir el consumo de pastillas, de apostar por una salud más integral. Esa fue la etapa más visible del cambio: un retorno al sentido básico de estar vivos.
La segunda instancia llegó cuando empezamos a mirar lo que no se ve. En distintas tradiciones, este proceso se explica a través de los chakras, esos centros energéticos que organizan nuestra vitalidad interna. Ordenarlos desde abajo -desde los más primarios, donde la energía es más densa y lenta- es un acto simbólico y real a la vez: implica estabilizar lo que nos sostiene.
Curiosamente, quienes comienzan ese trabajo descubren algo inesperado: una vez que la base se ordena, el propio cuerpo energético empieza a “pedir” seguir avanzando. Como si la energía, al alinearse, reclamara su camino natural.
La tercera instancia, la más desafiante, no tiene que ver con prácticas, dietas ni técnicas, tiene que ver con identidad. El verdadero cambio de paradigma aparece cuando, más allá de comprender el mundo como energía, podemos reconocernos a nosotros mismos como energía.
Y ese reconocimiento transforma la forma en que nos relacionamos con todo: con el cuerpo, con las emociones, con los otros y con la vida misma. Cambia nuestra idea de salud, de equilibrio, de propósito. Cambia incluso nuestra forma de nombrarnos.








