Los grandes conglomerados de consumo masivo, supermercados e hipermercados están sufriendo una duro presente, sin precedentes por la falta de consumo en un escenario de recesión que no termina, debido a la crisis en la economía real que vive hoy la Argentina. Esto obligó a muchos a tomar medidas drásticas: despidos o achique de personal, mudanza de formato y hasta cierre de locales.
Hoy la gente para sus compras volvió a los almacenes y kioscos de barrio, al menos en Posadas, donde los comerciantes se “amañan” con ofertas semanales y suspicacia para atraer al vecino a su almacén, un ida y vuelta . “El almacenero siempre es un poco el símbolo del barrio… por más que yo tenga un supermercado grande, siempre voy a seguir siendo almacenero y adentro tenemos un poco de ese clima de barrio”, confió Ismael Ortigoza, titular del Centro de Almaceneros de Posadas
Con más de 50 años detrás del mostrador en su local de Alem y Santa Catalina, aseguró que las ventas “repuntaron un poco” en las últimas semanas, comentó a la FM 89.3. “Es un aliciente, una alegría. En los almacenes siempre hay que ser creativo: ponemos ofertas toda la semana y buscamos ganar un 10 o 15% en productos como azúcar, fideos o harina”, explicó.
El comerciante destacó que, a diferencia de otros rubros que denuncian fuertes caídas, en muchos barrios la gente volvió a comprar en los almacenes por razones económicas. “La gente sale a caminar, a comparar precios, vuelve a comprar como antes”, señaló.
Uno de los datos más llamativos que contó Ortigoza es el cambio en la compra de insumos básicos. Ortigoza señaló que muchas familias están optando por comprar bolsas de harina de gran tamaño, no solo para consumo propio, sino para producir y vender.
“Lo que más vendemos acá en el centro de almaceneros es el harina 0000, una marca especial… viene Doña Rosa, compra y ahora hace tarta, hace pan dulce, pan casero y salen a vender. Eso es una salida laboral”, explicó Ortigoza.
El almacenero detalló que una bolsa de 25 kilos de harina ronda los 18.000 pesos, existiendo opciones más económicas cerca de los 17.000.
Sin embargo, advirtió sobre un faltante estacional clave, tal y como había alertado días Fernando Da Silva, titular de la CAUL. “Lo que está faltando un poquito es la fruta abrillantada. Se vende mucho, escasea, pero hay”, indicó Ortigoza al respecto. “Es el momento del año en que más se vende. Hay, pero hay que salir a buscar. Almacenero que duerme la siesta pierde”, afirmó entre risas.
El fin de las primeras marcas y los precios que manejan
Por otra parte, el almacenero indicó que por la crisis inflacionaria ha modificado drásticamente la lealtad a las etiquetas tradicionales como la primera marca que hoy “desapareció” de la demanda habitual, sentenció Ortigoza. En cambio, “la mayoría viene y dice: ‘Ortigoza, dame lo más barato’. Todo depende del poder adquisitivo de la gente”, aclaró.
Respecto a los precios generales, mencionó que hubo una estabilidad relativa, salvo en la carne, que tuvo un incremento leve del 5%, aunque el mercado de oferta y demanda reguló la suba ante la falta de compra. “La gente sabe los precios. Cuando volvió al valor anterior, volvió la clientela. Hay que caminar y buscar precio”, recomendó.
Canasta navideña
Consultado sobre el costo para armar una mesa básica para las fiestas, Ortigoza comentó los números que se manejan en los almacenes barriales es de “12.000 pesos aproximadamente”, una canasta navideña que incluye “sidra, pan dulce, budín, turrón y un vino”, afirmó.
Además, comentó que ya están preparando bolsas navideñas a pedido para empleadores que buscan opciones económicas para su personal, adaptándose al presupuesto de cada cliente, por ejemplo, armando combos desde 5.000 pesos con productos esenciales.
La “libreta” que no se va y los nuevos medios de pago
Aunque la modernidad ha impuesto el uso del débito, el código QR y las billeteras virtuales —que según Ortigoza son “lo que más camina“—, la tradicional libreta de fiado no ha desaparecido del todo, aunque se mantiene como un privilegio para pocos.
“Llegué a tener 55 libretas y me quedé con seis libretas que no se puede cortar porque son mis vecinos de toda la vida… gente que antes de cobrar, lo primero que hace es pagar sus libretas”, contó el comerciante, destacando el valor de la palabra en el barrio.
Sin embargo, aclaró que la situación actual no permite abrir nuevas cuentas corrientes: Ahora no hay resto para tantas libretas. Yo ya no abro más cuentas”, sumó.










