Vivimos corriendo. Entre el trabajo, las obligaciones y una vida social a menudo mediada por pantallas, la pausa para comer se convirtió en un trámite, un acto mecánico para saciar el hambre y seguir adelante. Sin embargo, en esa elección apresurada de qué ponemos en nuestro plato reside una de las claves más subestimadas para nuestro equilibrio emocional. ¿Puede la comida influir en nuestro estado de ánimo? Para la licenciada en nutrición Florencia Córdoba, la respuesta es un rotundo sí.
“No es que la alimentación determine por completo la salud mental, pero sí repercute directamente en nuestro estado de ánimo”, afirmó la especialista en diálogo con la FM 89.3 Santa María de las Misiones. La conexión no es mágica, sino puramente bioquímica y ocurre en el interior de nuestro organismo.
La química de la felicidad se cocina en el cuerpo
El secreto, explicó Córdoba, radica en dos neurotransmisores fundamentales: la serotonina y la dopamina. Popularmente conocidas como las “hormonas de la felicidad” o del placer, estas sustancias químicas son responsables de regular sensaciones de bienestar, calma y motivación. Un déficit de ellas puede asociarse a estados de ánimo bajos, apatía e incluso depresión.
Aquí es donde interviene la dieta. “Hay alimentos que estimulan la formación de estas sustancias”, aclaró la nutricionista. Es crucial entender, sin embargo, que no consumimos serotonina directamente. Lo que ingerimos son sus precursores, los ladrillos que el cuerpo utilizará para construirla. El más importante de estos precursores es un aminoácido llamado triptófano.
Para asegurar un buen suministro, Córdoba recomendó priorizar alimentos ricos en proteínas de buena calidad. La lista incluye desde un vaso de leche (entera, descremada o sin lactosa) hasta las carnes blancas.
Otro pilar fundamental son los ácidos grasos omega-3, reconocidos por sus propiedades antiinflamatorias y su rol en la función cerebral. Estos se encuentran principalmente en pescados grasos de mar (como el salmón, la caballa o el atún), en frutos secos como las nueces, y en semillas de chía o lino. “Por eso es fundamental tratar de consumirlos diariamente”, subraya.
Antioxidantes: el escudo para las células del cerebro
La batalla contra el desgaste no solo se libra en la piel. “Las frutas y verduras son ricas en antioxidantes, que previenen el envejecimiento celular, y no solo en lo estético, sino también en las células cerebrales”, detalló Córdoba. Un cerebro protegido y sano es un cerebro más capaz de gestionar las emociones y mantener un equilibrio químico adecuado.
El problema -señaló la especialista- es que el ritmo de vida moderno nos empuja hacia el extremo opuesto: el consumo excesivo de productos ultraprocesados. “La cajita de jugo de naranja muchas veces de naranja no tiene nada, son químicos. Eso no protege contra el envejecimiento celular”, ejemplificó. Estos productos pueden generar un pico de placer momentáneo, pero no aportan los nutrientes necesarios para construir un bienestar duradero.
Los enemigos del buen ánimo: azúcar, alcohol y ultraprocesados
Así como hay aliados, también existen claros adversarios de nuestra salud mental en la alacena. Córdoba fue tajante al respecto.
- Ultraprocesados: La regla para identificarlos es simple: “Si al leer la etiqueta encontramos muchos ingredientes cuyos nombres ni conocemos, hablamos de un ultraprocesado”.
- Azúcar en exceso: La recomendación es un máximo de dos cucharadas de azúcar simple por día. Superar esta medida genera un estado de inflamación crónica en las células que, según la nutricionista, “puede ocasionar estados depresivos”.
- Alcohol: Su consumo frecuente y prolongado tiene un efecto devastador. “Mata neuronas, que son las encargadas de generar neurotransmisores y emociones”, advirtió.
El combo del bienestar: mente, plato y movimiento
La alimentación es una pieza poderosa, pero no la única. La licenciada Córdoba insistió en una visión integral. El bienestar es un trípode que se sostiene sobre la alimentación consciente, la actividad física -que también libera dopamina y serotonina- y la gestión de los pensamientos.
“Si mantenemos pensamientos negativos, el cuerpo los interpreta como reales y actúa en consecuencia”, reflexiona. Es un sistema interconectado donde cada parte influye en las demás.
La conclusión no es buscar una dieta milagrosa, sino adoptar una conciencia activa sobre nuestras elecciones. Entender que cada bocado es una oportunidad para nutrir no solo el cuerpo, sino también la mente. En definitiva, el camino hacia un mejor estado de ánimo también puede empezar en la cocina.




