En Misiones, miles de productores toman decisiones que afectan cosechas y recursos basándose en los datos que alguien registra en las estaciones meteorológicas del INTA.
Ese alguien, por 47 años fue José Olinuck, agrometeorólogo de la Estación Cerro Azul, quien día tras día, durante casi cinco décadas midió el estado del tiempo bajo lluvia, frío, heladas insólitas, tormentas o calor extremo con una rutina meticulosa: registrar las marcas del pluviómetro y del termómetro con una valorable constancia.
Su trabajo silencioso se convirtió en un archivo único que actualmente no solo continúa guiando la producción agrícola de la provincia, sino que sirve de referencia para investigaciones científicas. De hecho, cada punto de observación que realizó, le permitió convertir mediciones locales en mapas que siguen siendo útiles para productores, técnicos y estudiosos.

A fin de repasar su historia, ejemplo de cómo la disciplina y la paciencia, pueden generar impacto real, ya que cada registro de lluvia, cada medición de temperatura y cada anotación de helada representaron decisiones concretas para los colonos, PRIMERA EDICIÓN lo visitó en la estación que fue su hogar y con la que sigue colaborando generosamente.
“Saber cómo se va a comportar el tiempo permite tener una idea de cuándo sembrar, cuándo proteger cultivos o cómo planificar cosechas”, acotó en la recorrida por la estación mientras iba mostrando y explicando qué era y para qué servía cada instrumento. Muchos de ellos están ahí desde que los instaló su mentor y predecesor, Hugo Gabriel Galeano, hace 57 años. “Lo viejo funciona”, dijo y sonrió.
“El boletín meteorológico mensual de INTA Cerro Azul se inició en junio de 1968, varios años antes de que yo llegue acá, gracias a Galeano, quien fue un idóneo autodidacta y se convirtió en la primera persona que trabajó en esta área. Él instaló esta estación y otras doce en distintas localidades; además fue mi mentor”, homenajeó.

En cuanto a Olinuck, por su conocimiento y preparación, no solo fue nombrado responsable de la Estación Cerro Azul en los años 90, sino que también es importante resaltar que ayudó a construir una importante red de pequeñas estaciones meteorológicas particulares distribuidas en chacras, escuelas, empresas y cooperativas de la región (Ver fotos).
“Nosotros (refiriéndose a Galeano) fuimos instalando aproximadamente 50 estaciones entre particulares y oficiales, por ejemplo en San Pedro, o las ubicadas en INTA San Antonio, Irigoyen o Montecarlo y también en empresas como Alto Paraná y El Pindó o en cooperativas y en Escuelas de la Familia Agrícola; trabajamos todos estos años con distintas instituciones, empresas particulares”, recordó.
Y luego indicó: “Ellas compraban los instrumentos, nosotros instalábamos, les enseñamos qué y cómo medir y a enviarnos la información, antiguamente llegaba por correo, en un sobre colocaban la planilla y estaba fajada porque es información precisa y sensible. Con la irrupción de Internet nos empezamos a manejar más que nada por Whatsapp y por correo electrónico”.

Parte del éxito de Olinuck fue su capacidad de transmitir la importancia de la observación. Convencer a productores de instalar estaciones en sus chacras, enseñar a jóvenes técnicos a calibrar instrumentos y consolidar protocolos de registro rigurosos.
“Su reputación se construyó en la confianza: un error hoy se traduciría en datos erróneos por años, y él lo sabía. Esa cultura de rigor sigue presente en quienes trabajarán en el INTA después de él, ya que formó la base de un enfoque técnico que trasciende su jubilación”, mencionaron a este Diario las personas que trabajaron junto a él todas estas décadas y lo acompañaron en la “última recorrida”.
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Alerta temprana
En su trabajo en la estación de Cerro Azul, Olinuck no solo registraba datos ya que mucha de la información contrastada con sus registros históricos también actuaban como alertas tempranas ante una sequía, una helada o un período de lluvias intensas, las cuáles mediante su meticulosa tarea podían anticiparse y generar prevenciones.

“En un contexto donde el clima determina la supervivencia de los cultivos, cada dato cuenta. Por ejemplo, ahora estamos transitando una variabilidad meteorológica inédita, de cambios bruscos en cortos períodos; es toda información que se usa para la toma de decisiones”, recalcó Olinuck en la que, posiblemente, haya sido su última entrevista en la estación del INTA, la que recorrió lentamente y con nostalgia.
A lo largo de la charla con este Diario, que lo convocó exclusivamente para repasar su trayectoria, también fue posible sintetizar el valor de su trabajo al crear una verdadera red de estaciones vinculadas entre sí para observar, registrar y alertar a tiempo.
Gracias a los registros de Olinuck, productores ganaderos, hortícolas, de yerba mate, tabaco y citrus, entre otros, pudieron planificar la siembra y cosecha con información confiable, por casi medio siglo.

“Las series históricas de lluvias y temperaturas permiten comparar años, anticipar riesgos y reducir pérdidas”, aseguró el hombre gracias a quien la transformación del dato en conocimiento científico y herramienta práctica, es uno de los pilares de su legado.
De hecho, su archivo también se convirtió en recurso para investigadores y universidades. Actualmente existen diversas investigaciones regionales sobre manejo de plagas, análisis de suelos y fenómenos climáticos que citan sus datos como referencia.
“Por la preparación que tuve en la universidad pude trabajar con los datos en forma más eficiente, tanto para preparar cualquier tipo de informe como así también para sacar nuevas publicaciones. Pude hacer la clasificación de distintas localidades de Misiones, publicando el estado del tiempo de Posadas, Cerro Azul, claro está, Montecarlo. Tengo numerosos trabajos sobre el tema de heladas; un área que además a mí me gustó mucho”, reflexionó.

Respaldo científico
El valor del trabajo de Olinuck se hizo evidente en situaciones de riesgo climático. Los datos que acumuló permitieron generar mapas de riesgo, anticipar sequías y respaldar decisiones en materia de riego, cosecha y control de plagas. Sin esa memoria histórica, la producción local estaría más expuesta a la improvisación y las pérdidas. Hoy, parte de su archivo sigue en formato físico, mientras que otra se ha digitalizado parcialmente. La tarea pendiente es consolidar y abrir estos registros para garantizar que sigan siendo útiles.
“Solo tengo gratitud”
“Lo que comenzó como una simple pasantía en tabaco se transformó en el recorrido de toda mi vida”, resumió don José al final de la charla.
“El INTA me dio la posibilidad de hacer algo que realmente me movilizaba y además pude mantener a mi familia y enviar a mis hijos a la universidad (…) lo que siento por la institución es una enorme gratitud. Pude hacer lo que me gustaba y dar bienestar a mi gente”, fue su reconocimiento.





