El 17 de agosto, Oberá fue escenario de un emotivo reencuentro familiar que reunió a más de 100 primos y descendientes de una historia de esfuerzo, valores y trabajo. Nietos, bisnietos y tataranietos de los hermanos Juan, Jacobo, Isidoro y Nina, se congregaron para celebrar la vida, la herencia y el espíritu de comunidad que los une. Faltaron allí los descendientes de Barka la otra hermana que quedó en Ucrania y nunca visitó Argentina, primos por quienes también se forja un lazo de amor y de tristeza por los que juntos se ora para que vuelva la paz en esa aldea donde quedan familiares. El almuerzo fue mucho más que una comida: fue una ceremonia de recuerdos vivos. “Hubo risas, anécdotas, abrazos y también emoción al ver crecer a las nuevas generaciones que llevan con orgullo la sangre de nuestros abuelos inmigrantes”, contaron María, Cata, Dorita, Angélica, Nadia y Petty. Hay muchos primos para mencionar de cada hermano, pero sin distinciones, el abrazo fue muy sentido entre todos.

Aroma a la cocina de abuela
La mesa se llenó de manjares, y antes de iniciar con una especial picada, “Pedrito” Panasiuk -uno de los siete hijos de Cata- que viajó con su hija Abigail desde Buenos Aires, dirigió una oración de agradecimiento por la familia, los alimentos, la salud y la esperanza que tienen en la creencia de Dios como creador y hacedor de cada integrante. Luego, de las delicias preparadas en la casa Cheka y liderada por su dueña: Rosalía, ya para la hora del postre, hubo una torta principal hecha por la pastelera Cintia, bisnieta de Juan, todos compartían fotos, mate con tortas caseras preparadas por manos familiares que aún conservan el sabor de la tradición.

Fue conmovedor reencontrarse con Rudi, bisnieto de Isidoro, hoy ingeniero, acompañado de sus pequeños hijos y activa esposa. Su historia es una de tantas: marcada por el amor de sus abuelos Elvira y Víctor, y por un recorrido profesional tan particular donde la oración y disciplina fueron los secretos de su título universitario y que hoy lo lleva a trabajar en la misma empresa papelera en la que Alicia Cybulka también dejó huella hace unas décadas y durante 10 importantes años. Como ellos, otros son profesionales y también comerciantes como Daniel y Mirta -hijos de Nina Borszcz y Wladimiro Cybulka, emprendedores, soñadores. Muy trabajadores de la tierra en sus chacras de yerba, té y jengibre. En este último legado Higinio y Sara sostienen virtuosamente la chacra que labró Jacobo -uno de los patriarcas- que migró de Ucrania y alcanzó los 102 años.
Buenos en lo suyo
Se destacan con orgullo mujeres como Graciela Zumkowski, que combina su trabajo institucional con un vivero familiar; su hermana Rosita, de Eldorado, es la reina de los “pampushké” con ricota que todos querían probar, Mimi Borszcz, docente ejemplar de inglés en Puerto Iguazú; su papá Constante es el que comparte el devocionario diario en el grupo en el Whatsapp de los primos -son reflexiones basadas en la Biblia con que los primos nutren la fe y la esperanza; Estelita, -la mamá de Rudi y Melania quien vive en Miami- es directora jubilada y entre otros entretenimientos tiene 28 pavos reales en su soñada quinta; Judith, que enseña guitarra en su propia academia es la nieta de Jacobo el que vivió hasta los 102 años; y hay dos Olgas una con 93 es la hija de Jacobo, y la otra Olga con 80 años, -es una de las hijas de Isidoro-, aún muy activa, vendiendo productos de belleza… ¡y hasta cruceros! Ese espíritu viajero nos conecta con nuestros abuelos, que llegaron en barco buscando un futuro. Hoy, seguimos construyendo ese sueño con gratitud, unidad y una mirada hacia adelante.






