Con su aroma a canela y jengibre, la torta galesa es el postre perfecto para cualquier día, para acompañar el café de la tarde o para regalar en una ocasión especial. Es una receta sencilla, pero con un sabor tan complejo que te hará sentir como un verdadero chef.
Esta no es una simple torta, es una bomba de sabor, especias y frutas que se come con un buen té (o un whisky, no juzgo).
Si pensaste que ibas a amasar, te equivocaste. Es más una mezcla, casi como un brownie, pero mucho más elegante.
Ingredientes (para una torta que hará feliz a 8 personas, o a 2 muy glotonas)
- 200 g de manteca (a temperatura ambiente).
- 200 g de azúcar morena (el toque acaramelado que esto le da es glorioso).
- 3 huevos grandes.
- 250 g de harina leudante (si no tienes, usa harina 0000 y 2 cucharaditas de polvo de hornear. No seas vago).
- 1 cucharadita de canela en polvo (que no sea de esas que llevan 3 años en el frasco).
- ½ cucharadita de jengibre en polvo (para que tenga un “zing” de sabor).
- ¼ cucharadita de nuez moscada (recién rallada, si eres un purista del sabor).
- 1 pizca de clavo de olor en polvo (no te pases, esto es potente).
- 500 g de frutas secas surtidas (pasas, ciruelas, higos, arándanos. Lo que te dé la gana, pero que sean de buena calidad).
- 100 g de frutos secos picados (nueces, almendras, avellanas. Para darle un poco de “crunch” a la vida).
- La ralladura de 1 limón (y si tienes naranja, ponle también. Los cítricos son vida).
- Un chorrito de ron o coñac (opcional, pero si no le pones, te estás perdiendo el 50% de la magia. Si eres abstemio, usa jugo de naranja).
Paso a paso (donde conviertes ingredientes en magia)
- Prepara el escenario: Precalienta tu horno a 150°C (sí, a 150. No la quemes, que se cocina lento y con amor). Engrasa y enharina un molde de 20 cm de diámetro. Si eres un obsesivo del detalle, ponle papel de horno en el fondo.
- Crea la base de felicidad: En un bol grande, bate la manteca y el azúcar hasta que estén cremosos y pálidos. Esto toma unos minutos, no te rindas. “El éxito es la suma de pequeños esfuerzos repetidos día tras día”. Si, ya sé, frase cursi, pero aplica.
- Los huevos, uno por uno: Agrega los huevos de a uno, batiendo bien después de cada adición. Si se corta la mezcla, no entres en pánico. Solo agrega una cucharada de harina y sigue batiendo.
- Añade las especias y la harina: Tamiza la harina con la canela, el jengibre, la nuez moscada y el clavo. Incorpora esta mezcla de secos a la de manteca y huevos, alternando con las frutas secas, los frutos secos y la ralladura de cítricos. Aquí es donde la torta empieza a tomar forma.
- El toque final (y secreto): Incorpora el chorrito de ron o coñac. Esto no es para que quede borracha, sino para que las frutas se hidraten y el sabor sea épico. Mezcla con una espátula, no con la batidora, para no romper las frutas.
- Al horno, valiente: Vierte la mezcla en el molde y alisa la superficie. Hornea durante 1 hora y 45 minutos a 2 horas. ¡Sí, tanto tiempo! El truco para saber si está lista es el clásico: si al clavarle un palillo sale limpio, ya está. Si sale con masa, déjala un poco más.
- El momento de la verdad: Saca la torta del horno y déjala reposar en el molde unos 10-15 minutos antes de desmoldarla. Si la atacas antes, se desarmará como tu plan de dieta. Luego, ponla a enfriar sobre una rejilla.
Esta torta mejora con el tiempo, como el buen vino y las arrugas en la cara. Si la envuelves en papel film y la dejas reposar un par de días, los sabores se asientan y se fusionan.
Ahora ve, y hazte una torta galesa. Y si te sobra, me avisas. 😉





