Discípulo de maestros herméticos, escribió su grimorio de vida en 1540 cuando las llamas de la hoguera amenazaban la supervivencia de éste, por lo que lo que lo ocultó para que saliera a la luz cuando su cuerpo fuera cenizas y ahora que el alma del mundo clama por recordar, este manuscrito ha regresado.
“Aprendí que el cuerpo es el escriba más fiel del alma, cada palabra es un conjuro, cada frase es capaz de modificar la carne, la sangre y la conciencia; éste obedece a las palabras, las células son discípulas del verbo que las nombra y cada órgano espera el decreto para despertar. La enfermedad nace en el cuerpo etérico, luego en el astral y finalmente se materializa en la carne y las palabras son el puente entre estos mundos.
CEREMONIAS ENTRE TÚ Y EL VERBO QUE CREÓ LA VIDA:
Johan se me presentó con un cáncer debido a maldecir diariamente a su cuerpo, le expliqué que su enfermedad era causada por ignorar el poder creador de su verbo. En estado de conciencia expandida vi las líneas que conectan cada pensamiento con cada célula, vi como las palabras crean patrones geométricos en el campo áurico que luego se cristalizan en los tejidos. Entendí que la sanación consiste en corregir los decretos incorrectos que el alma ha dado al cuerpo, no en combatir síntomas.
LA RESPIRACIÓN DEL VERBO: Cada mañana, antes de que el Sol tocara el horizonte debía sentarse mirando al Este colocando su mano izquierda sobre el corazón y la derecha sobre el plexo solar, centros donde se almacena la información emocional que luego se convierte en química corporal.
Respirar profundamente, 1º llenando el vientre, 2º el pecho y 3º la garganta. Inspiraba absorbiendo el prana matutino y exhalaba liberando toxinas emocionales acumuladas, mientras respiraba repetía: “Mi cuerpo es un templo perfecto de mi alma inmortal, cada célula vibra en armonía divina. Mi sangre es el río sagrado que lleva vida a cada rincón de mi ser, mis órganos danzan el ritmo que es su naturaleza verdadera”, pronunciándolas con autoridad amorosa 7 veces durante 7 respiraciones hasta que el tumor desapareciera.
Graciela del Carmen Zaimakis de Abraham
Escritora/ Escuela de Pensamiento
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