El director provincial de Salud Mental, Nicolás Aranda, analizó los datos del reciente informe del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (UCA), que reflejan un incremento del malestar psicológico en la población.
“El estudio demostró un incremento sostenido del malestar psicológico en la población adulta urbana entre el 2010 y el 2024, pasando de 18,4% al 28,1%”, señaló Aranda en diálogo con FM 89.3 Santa María de las Misiones. Remarcó que “casi tres de cada diez personas adultas en áreas urbanas manifestaron síntomas ansiosos, depresivos, durante el año 2024”.
Aranda sostuvo que el informe de la UCA va de la mano con una presentación que hicieron hace unos diez días en la Cámara de Diputados de Misones sobre la situación de salud mental en Argentina, donde se planteó que “desde 2019 los pedidos de internación aumentaron un 69%”.
Con respecto a los porqué, el funcionario provincial remarcó que la pandemia de COVID-19 fue un punto de inflexión para conocer muchos más casos. “La pandemia fue la que generó que se ponga en la discusión pública esto. Desde las medidas de aislamiento ya se empezaba a pensar cómo cuidar la salud mental, porque aparecía como una inquietud real: el encierro, la incertidumbre, el miedo”, expresó.
Desde ese entonces en adelante, los números muestran una escalada no solo en internaciones, sino también en consultas: “La cantidad de atenciones aumentó un 134% en seis años”, destacó.

Aranda mencionó que la crisis económica fue otro de los factores que afecta a mucha gente que “antes podía consultar con un psicólogo por obra social y ya no puede pagar los coseguros o los plus que pide el profesional; entonces recurren al sistema público, que se ve recargado”, advirtió.
En esa línea, el funcionario indicó que la ansiedad y la depresión son “muy reactivas”, es decir, que se desencadenan como respuesta a las condiciones de vida. “Uno es la incertidumbre económica. Si bien salimos de una etapa de gran inflación, hoy hay mucha inseguridad laboral”, explicó. Y agregó: “También vemos un nuevo panorama en los vínculos, familias que se reorganizan, efectos del uso de la tecnología y una sensación de anomia, de no encontrar referentes claros”.
En esta línea contó que últimamente se observa un cambio de roles familiares y que es cada vez más recurrente en los consultorios donde se ve a “adolescentes preocupados y responsabilizándose por sus padres”.
¿Quiénes buscan más ayuda?
Respecto a las diferencias de género en la búsqueda de ayuda, Aranda fue claro: “Las mujeres son las que consultan más, las que se acercan más, las que buscan más ayuda. El varón no adhiere tan fácil al sistema de salud, tiene cierto prejuicio. El famoso mandato de que los hombres no lloran sigue presente”.
“El hombre no se permite ciertos espacios de vulnerabilidad, como poder hablar de lo que uno siente. La historia de la salud también hizo mucho foco en el cuidado de la maternidad, lo cual llevó a una mayor concientización en las mujeres sobre su salud integral”, explicó.
Finalmente, consultado sobre cómo abordar esta crisis, Aranda sostuvo que “lo importante hoy es generar espacios de cuidado, donde la gente pueda sentirse cuidada, bajar la guardia, estar tranquila”. Y concluyó: “Esta incertidumbre nos tiene a todos a la defensiva. Lo vemos en la calle, donde cualquier altercado genera una reacción violenta. Y eso es porque las personas están en un estado de hiperalerta”.






