Largas filas, trámites que se eternizan y una creciente incertidumbre. Para miles de jubilados y pensionados en Misiones, la sede del PAMI se ha convertido en el epicentro de una lucha diaria contra la burocracia y el deterioro del servicio. Detrás de cada queja, se esconde una crisis sistémica que Carlos Valenzuela, representante de los trabajadores del instituto, desglosa con la precisión de un diagnóstico clínico: el sistema está sobrecargado, el personal no alcanza y las decisiones políticas agravan la situación.
“Estamos en una crisis generalizada que afecta a todo el país, y obviamente la situación del instituto y de todas las obras sociales está en crisis porque los recursos no alcanzan”, admite Valenzuela en diálogo con la radio FM 89.3 Santa María de las Misiones. Pero más allá del contexto macroeconómico, apunta a problemas estructurales internos que resienten la atención al sector más vulnerable.
El frente interno: un tercio menos de personal
Uno de los datos más alarmantes revelados por Valenzuela es la drástica reducción de la planta de empleados. “En nuestro mejor momento en Misiones éramos 170 o 180 empleados. Hoy estamos rondando los 120”, detalla. Esta pérdida de casi un tercio del personal, producto de desvinculaciones y jubilaciones no cubiertas, tiene un impacto directo en el afiliado. “Eso ocasiona que se demore más en los trámites”, afirma, explicando que los trabajadores restantes deben cubrir agencias del interior que quedan con vacantes, generando un efecto dominó de demoras.
La dedicación y experiencia de los empleados actuales, asegura, es lo que “ayuda a que la obra social salga adelante”, pero trabajan bajo una presión insostenible.
Prestaciones bajo presión: de pañales a prótesis
El recorte de personal es solo una cara del problema. La otra es la falla en servicios esenciales. Valenzuela confirma que hay “reclamos reales” por el atraso en la entrega de prótesis. Pero el foco de conflicto más reciente está en los pañales, un insumo básico para miles de adultos mayores. “Cambió el sistema y no es efectivo porque obviamente no le llega a los afiliados. La empresa de reparto va a domicilio, no encuentra a la persona, no vuelve a pasar y el paquete se devuelve. Realmente no satisface a los afiliados”, denuncia.
En cuanto a los medicamentos, si bien el circuito se mantiene, advierte que “se han quitado algunos medicamentos del nomenclatura”, lo que disminuye la cobertura en ciertos tratamientos.
Nombramientos cuestionados
Quizás el punto más sensible es el de las designaciones políticas. Valenzuela confirma la polémica por nombramientos recientes de personas sin experiencia previa en gestión de salud, como el propietario de una pollería en San Vicente o una esteticista en la zona norte.
Si bien aclara que en agencias donde había vacantes “hace falta personal” para paliar el déficit, critica duramente casos como el de San Vicente, donde la nueva designación implicó remover a un empleado de carrera. “Un compañero que está hace tiempo en el lugar tiene toda la capacitación y experiencia, y hace más ágil y positiva la atención. En esos casos, se perjudica la atención”, sentencia. Y deja una advertencia para los recién llegados: “En el PAMI no se viene a ser jefe, se viene a trabajar. Hay mucho trabajo”.
El doble ajuste: nueve meses sin aumento salarial
La crisis también golpea a quienes deben sostener el sistema. Los trabajadores del PAMI llevan nueve meses sin paritarias y sus salarios han quedado muy por detrás de la inflación. “Estamos muy quedados”, afirma Valenzuela, quien estima el sueldo mínimo de la escala en un millón y medio de pesos. La situación, advierte, se hace “cada vez más difícil” y no descartan futuras medidas de fuerza para “obligar” a una discusión salarial.
En una evaluación final, al ser consultado por un puntaje para la obra social, Valenzuela es lapidario: “A nivel general, el PAMI está en un 6 de 10, porque está subsistiendo y trabajando de acuerdo a lo que tiene”. Y cierra con una reflexión de fondo, un reclamo histórico que hoy cobra más fuerza: que el PAMI deje de ser intervenido por el gobierno de turno.
“El PAMI no es del Estado, es un ente público no estatal. La plata le corresponde a los trabajadores y jubilados. Este Gobierno tiene la oportunidad de normalizarlo y entregárselo a sus propios dueños”. Mientras tanto, los afiliados siguen esperando, en una crisis silenciosa que se siente en cada receta, en cada turno y en cada trámite que nunca llega a tiempo.




