Héctor, un hombre de 38 años que se jactaba de ser un tipo bueno que no molestaba a nadie, se convirtió el 20 de agosto de 2000 en protagonista de una insólita historia con epicentro en la plaza San Martín de Posadas.
En esa época, menos del 5% de la población portaba los entonces modernos (pero precarios) celulares, y ni siquiera todas las casas, comercios y reparticiones contaban con telefonía fija, cuyas líneas otorgaba la única prestataria en Misiones a cuentagotas. Tampoco habían proliferado todavía los efímeramente populares “telecentros”.
Por eso, las cabinas públicas instaladas en puntos neurálgicos de la ciudad, que funcionaban a monedas, eran un recurso ampliamente utilizado por la ciudadanía, pero también una gran tentación para chicos (y no tanto) por su precario mecanismo de devolución de las monedas sobrantes, que permitía -con un poco de astucia y pericia- hacerse de algunas de ellas. O para los menos habilidosos, pero con más suerte, siempre quedaba la posibilidad de “rebañar” el vuelto que algún usuario apurado hubiera dejado olvidado en el aparato.
Víctima de esa mala costumbre de intentar hacerse con las monedas sobrantes o atascadas fue Héctor, quien ese día salió de su casa a hacer una llamada desde el teléfono público que entonces funcionaba en la esquina de las calles Entre Ríos y Junín.
Según contó él -y no hay argumentos para desmentirlo por más que alguno quiera sospechar que su intención era otra- ya tenía separadas en sus bolsillos las monedas que iba a utilizar para abonar la llamada. Las dejó caer en la ranura correspondiente, el crédito se habilitó y el teléfono sonó.
Cuando terminó su comunicación, cortó y se dispuso a retirar los centavos que le habían sobrado. Pero esa simple rutina se convirtió en una verdadera odisea, que causó el asombro de ocasionales viandantes y obligó a la intervención de policías, bomberos, enfermeros y técnicos de la prestataria del servicio de telefonía.
Es que, cuando intentó retirar sus dedos de la ranura de devolución de monedas, no pudo hacerlo: había quedado atrapado en la máquina.
Durante media hora, el tiempo que tardaron en liberarlo, Héctor fue centro de todas las miradas, se desmayó, despertó y terminó siendo trasladado al hospital Ramón Madariaga, donde le detectaron lesiones que demandaron 25 días de curaciones.
Al día siguiente, las pericias realizadas por la empresa telefónica determinaron que un trozo de birome que trababa la tapa de la ranura por donde salía el vuelto fue el causante del incidente.
“No puedo decir que alguien intentó robar las monedas del teléfono, pero tampoco puedo decir lo contrario”, sentenció en su momento un gerente local, quien sí aseguró que “la gente introduce cualquier cosa en la abertura superior del aparato”, desde hebillas y alambres hasta pedazos de madera e incluso monedas de otros países, provocando daños a los teléfonos públicos y también situaciones insólitas como la que protagonizó Héctor hace 25 años en Posadas.









