Como es bien conocido, el disco de vinilo es un clásico formato para almacenar y reproducir música. Su popularidad perduró durante 30 años -con la vigencia del casete de por medio- y todo el universo musical comercial desde los años cincuenta hasta los ochenta fue plasmado en este dispositivo.
Sin embargo, de la misma manera que otros formatos de almacenamiento y reproducción, el avance vertiginoso de la tecnología abrió paso a la implementación del CD en la década de los noventa, por lo que el cambio fue evidente: el auge de los discos de vinilo comenzó a desvanecerse.
Se caracteriza por tener dos “caras” (una A y una B), y permite alrededor de 30 minutos de reproducción de música cada lado. El sonido áspero, clásico y típico de la tecnología analógica son apreciados por los coleccionistas y aficionados que hasta hoy en día conservan ejemplares o buscan adquirirlos.
De hecho, la “suciedad” que se percibe al escuchar los sonidos se debe al polvo microscópico pegado por electricidad estática a la superficie. Esa “fritura” que surge constituye la rusticidad y le da el toque ‘clásico’, ‘ antiguo’ a la música que en el vinilo se reproduce.

La fecha, 12 de agosto, en la cual se celebra el Día Internacional del Disco de Vinilo se condice con el aniversario de la invención del fonógrafo a cargo del estadounidense Thomas Alva Edison, el 12 de agosto de 1877.
Sin embargo, fue a partir del año 2002 que un grupo de aficionados decidió fijar la efeméride internacional para reivindicar este formato que ha preservado -y preserva- el patrimonio musical de tantos años.









